Adiós, Presidente.
Barack Obama deja la Casa Blanca con una brillante y digna gestión.
EL PAÍS
15 ENE 2017 - 20:00 ART
Cuando tras ocho años de mandato Barack Obama deje la Casa Blanca el próximo viernes, no solo habrá cumplido con creces las expectativas en él depositadas sino situado su presidencia a la altura de las más grandes de la historia de EE UU. Obama no solo ha inspirado a millones de personas, dentro y fuera de su país, sino conferido al cargo una dignidad difícil de igualar: tanto él como su familia han sido ejemplares en su comportamiento público, sin que se les pueda reprochar escándalo alguno, a la vez que cercanos para sus conciudadanos. Ya fuera desde la simpatía o incluso desde el desacuerdo, los estadounidenses han podido sentirse digna y ejemplarmente representados por, además, el primer hombre negro que ha dirigido su nación.
Obama deja un país muy diferente al que recibió en enero de 2009. Entonces EE UU estaba a merced de una durísima crisis económica y, a la vez, empantanado en dos costosas guerras en Afganistán e Irak y con serias dudas sobre su papel en el mundo. En todos los casos, adoptó decisiones tan difíciles como valientes. No reflotó a una empresa automovilística en dificultades, sino a todo el sector, y no se limitó a rescatar a un banco quebrado, sino al sector financiero más importante y poderoso del mundo. E inició, además de la retirada de Afganistán e Irak, un giro estratégico de la política exterior hacia Asia y un proceso de deshielo con los enemigos tradicionales de EE UU, desde Irán hasta Cuba.
Los resultados son inapelables. Tras dos primeros años en los que la destrucción de empleo alcanzó niveles nunca vistos desde la Gran Depresión, el mercado de trabajo se recuperó, permitiendo a Obama despedirse con 12 millones de puestos de trabajo creados. Además, logró aprobar la reforma sanitaria, un empeño en el que todos sus predecesores demócratas fracasaron. Todo ello, es preciso recordar, con un Congreso hostil que ha obstaculizado hasta extremos inconcebibles su acción de gobierno.
Como es lógico, hay cosas que no han ido tan bien. A pesar de la recuperación económica, las desigualdades han aumentado, dejando a la clase media con una sensación de vulnerabilidad que sus rivales, tanto a la izquierda como a la derecha, han explotado hábilmente en las últimas elecciones. Tampoco el histórico hecho de ser el primer presidente de color ha conseguido encauzar el problema racial, una gran asignatura pendiente de Estados Unidos. Los episodios de violencia policial, sobre todo contra miembros de la minoría negra, han seguido causando graves disturbios en numerosas ciudades y, sobre todo, transmitido la inquietante sensación de que este es un problema irresoluto. Relacionado con esta situación se encuentra el control de armas, reclamado por amplios sectores de la sociedad, pero donde Obama se ha encontrado siempre con la monolítica oposición republicana y el eficaz trabajo de los lobbies.
Sin embargo, en política exterior, el presidente saliente ha podido sortear la oposición republicana y lograr tres grandes éxitos: la normalización de relaciones diplomáticas con Cuba, aunque todavía permanece el embargo, que solo puede ser levantado por el propio Congreso; el tratado de no proliferación nuclear con Irán, pese a las duras desavenencias mantenidas con el primer ministro israelí, Netanyahu, y el tratado de cambio climático firmado en París, que por primera vez contó con el apoyo decidido de EE UU.
En 2008 Estados Unidos era visto en gran parte del mundo como un país agresivo, poco amistoso y con un pasmoso récord en derechos humanos debido a Guantánamo, Abu Graib y el programa de torturas y cárceles secretas autorizadas por su predecesor, George W. Bush. La llegada de Obama, aunque no ha podido cerrar Guantánamo, cambió radicalmente esa percepción entre amplios sectores de la población mundial.
Las ansias de libertad desatadas en los países árabes tras décadas de feroces dictaduras están muy relacionadas con la nueva aproximación que empleó Obama respecto al mundo árabe. Es cierto que, pese a la eliminación de Bin Laden, el yihadismo sigue constituyendo una amenaza de primer orden y que la crueldad de Asad, la impotencia vista en Siria y el surgimiento del ISIS empañan su despedida, pero el margen de actuación de Obama respecto a estos problemas, de casi imposible solución, ha sido ínfimo.
Con Obama, los europeos han seguido teniendo un aliado en la Casa Blanca, quien ha reforzado la defensa del Viejo Continente frente al desafío ruso y apostado a fondo por profundizar el libre comercio transatlántico.
Obama ha sido un buen presidente para EE UU y para el resto del mundo. El hombre que ganó con un “sí podemos” puede decir con total legitimidad: “Lo hicimos”. Le echaremos de menos, seguro.
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Medidas sociales para un país más diverso.
El mandatario demócrata deja una herencia de iniciativas para un Estados Unidos más justo e igualitario
Por Cristina F. Pereda (Corresponsal en Estados Unidos)
Washington 15 ENE 2017 - 08:54 ART
El presidente Barack Obama dio las gracias en su despedida pública, el martes en Chicago, a su esposa y primera dama Michelle Obama por “hacer de la Casa Blanca un lugar para todos”. La apertura del edificio presidencial a estadounidenses de todos los orígenes, edades y religiones ha sido, además de un gesto sin precedentes, una extensión de lo que el mandatario demócrata ha hecho con su presidencia, que deja un legado de medidas sociales acordes con los cambios del país durante su mandato.
Más allá de su respaldo al matrimonio igualitario, Obama ha sido el primer presidente que ha apoyado abiertamente decisiones como la inclusión de medidas para abaratar los anticonceptivos en su reforma sanitaria o la ley de derecho al aborto; una normativa federal para la igualdad salarial entre hombres y mujeres y otra contra la violencia doméstica; una campaña en contra de las agresiones sexuales, proponer una reforma de la regulación de las armas o designar a dos mujeres como juezas del Tribunal Supremo. Un legado que no está nada claro que sobreviva en su totalidad a la era de Donald Trump.
Las mujeres de Obamacare
El presidente defendió el derecho de las mujeres a decidir sobre su salud al incluir apartados específicos en la reforma sanitaria que garantizan el acceso a los anticonceptivos. Las demandas judiciales más difíciles a las que se ha enfrentado la reforma sanitaria partieron del rechazo a este acceso, que Obama ha defendido en una apuesta sin precedentes y cediendo únicamente para permitir la objeción de organizaciones religiosas.
El control de armas
Desde 2011, EE UU ha sufrido una gran matanza por armas de fuego en cada año de la presidencia de Obama. Desde el tiroteo en Arizona, ese mismo año, en el que la congresista Gabrielle Giffords resultó gravemente herida, hasta la matanza en la escuela infantil de Newtown (2012), el mandatario se ha mostrado abiertamente partidario de la regulación del sector de las armas, algo que coincide con el cambio de postura entre los ciudadanos. Esa reforma nunca salió adelante por la oposición republicana, pero Obama pasará a la historia por ser el primer mandatario que planteó cambiar estas leyes y desafió la fuerza del lobby de las armas.
Los otros soñadores
Obama se marcha sin haber visto entrar en vigor una reforma migratoria que creció en apoyo ciudadano conforme avanzaba su presidencia, pero que desde 2014 ha podido cambiar la vida de cerca de un millón de jóvenes conocidos como dreamers, que entraron ilegalmente en el país siendo niños y han crecido y estudiado en EE UU.
El matrimonio igualitario
Mientras la postura del demócrata “evolucionaba”, según él, acerca del matrimonio igualitario, el país registró en apenas unos años un giro drástico en el apoyo ciudadano a los derechos de los homosexuales. Obama fue el primer mandatario en negarse a defender en los tribunales leyes federales por considerarlas discriminatorias, en decir que “debería ser legal” que los homosexuales pudieran casarse y en declarar este derecho “una victoria para América” el mismo día que la Casa Blanca se tiñó con los colores del arcoíris tras la decisión del Tribunal Supremo (2015).
Respuesta al racismo
La llegada del primer afroamericano a la Casa Blanca fue interpretada por muchos como el inicio de una era posracial que la realidad ha mostrado aún incipiente. Desde la muerte del joven Trayvon Martin en 2012 —“Podría ser mi hijo”, dijo— hasta la de nueve afroamericanos en una iglesia de Charleston —a la que reaccionó cantando el himno Amazing Grace—, el mandatario se ha visto empujado a hablar de un racismo que ha intentado combatir también por otras vías. La estrategia demócrata ha abarcado desde la reforma del sistema judicial para rebajar las sentencias por posesión de drogas, renunciar al uso de prisiones privadas y destinar el mayor número posible de cargos judiciales a profesionales de minorías raciales, que tuvo como broche la llegada de dos mujeres más —incluida la primera hispana— al Tribunal Supremo.
¿Mi pelo es como el tuyo?
El legado de Obama que más impronta dejará en muchos ciudadanos también quedará grabado en el imaginario de una generación para la que la palabra Presidente ha sido sinónimo de Obama desde que nació. Es el presidente que se sentó en el autobús de Rosa Parks, símbolo de la segregación racial, y el que miró al cielo para apreciar el monumento a Martin Luther King en Washington. Pero de entre todas las imágenes y anécdotas que pasarán a la historia en el retrato de la presidencia del demócrata, él siempre ha mostrado preferencia por una instantánea en la que se agacha para dejar que un niño afroamericano le toque el pelo. Le acababa de preguntar si era como el suyo. Obama pidió que la imagen permaneciera enmarcada hasta el final de su presidencia.
Barack Obama Tribute - Joey Gallant (2017)