martes, 4 de abril de 2017

Nocioni / El Corazón de la Generación Dorada




Despedida.

Por Chapu Nocioni

Después de tantas batallas, he decidido dejar de reventar la botella de agua contra el piso cada vez que me sustituyen, mojando a compañeros, asistentes y plateístas de primera fila. De tirar toallas, de patear bancos, de insultar al aire. He decidido madurar, señores. Me cansé de discutir con los árbitros por fallos que nunca sabremos si fueron erróneos. No quiero que me cobren más faltas técnicas ni tampoco volver a pagar gimnasios o cenas de equipo a cuenta de mis multas. Debo progresar. Lo he meditado lo suficiente. Basta de pelear con rivales, basta de noches sin dormir por victorias con angustia o derrotas que son puñales. Se terminó... Pretendo mejorar mi conducta, mis hábitos. Y como tengo en claro que no podré cambiar mi temperamento jamás, ME RETIRO. Me voy antes de que me echen. 

Viví como jugué. Fui siempre honesto y entregué mi corazón en cada club en el que estuve; todos los días, todas las prácticas, todos los partidos. Dejo el básquet de la manera en la que yo quiero dejarlo: compitiendo en el más alto nivel de Europa y en un club de máxima jerarquía mundial. 

En el camino he cumplido muchísimos sueños. Sueños que ni me imaginaba concretar cuando comencé a jugar en Ceci de Gálvez. Yo tenía como aspiración máxima llegar a Europa y no solo lo concreté, sino que además sumé una etapa en la NBA. No quiero ponerme nostálgico en esta carta, pero es imposible no mirar en retrospectiva y sorprenderme tirando en un arito todo roto de mi ciudad. Llegué más lejos de lo que esperaba. Compartí camiseta con alguno de los mejores jugadores del mundo. Y me enfrenté con muchos otros a los que veía en fotos. Me descubrí en lo más alto de un podio olímpico con la camiseta que más quise, en una tarde que jamás olvidaré. Grité, sufrí, festejé, lloré: crecí. Nunca me entregué. Ni en los peores momentos, que por supuesto también los tuve.

Debo agradecimiento a muchísimas personas. A mis hijos en primer lugar, que se bancaron tantos cambios de hogar, viajes y ausencias. A mis seres queridos, obviamente: los de mi familia y los de la familia de mi esposa. A distintos compañeros, entrenadores, preparadores físicos, cuerpos médicos. A los árbitros, que con seguridad organizarán una fiesta mañana mismo. A mis agentes. A los amigos que felizmente coseché en cada sitio en le que estuve. Pero sobre todo le debo agradecimiento especial, o absoluto, a mi esposa Paula. Ella fue quien me acompañó durante todo el recorrido, quien me contuvo, me abrazó y me levantó las veces que estuve caído. Yo no estuve solo. Solo no hubiera podido. 

Por último, valorar a todos los clubes que me cobijaron en Argentina, España y Estados Unidos. A la Selección, por el enorme orgullo que me generó representarla durante más de 15 años. A la gente de Vitoria (icuántos recuerdos de momentos mágicos!) y a la de Madrid, que me demuestras su cariño día a día. En estos meses por delante daré lo mejor de mí, como siempre, para ganar la Euroliga y la temporada de ACB. Seria una despedida perfecta. Y la última oportunidad de robarme una red. 

Hasta acá hemos llegado, amigos. Ha sido un camino largo, repleto de piedras, luces, empeño y también grandes satisfacciones. Pero de algo estoy seguro: valió la pena transitarlo.


Reconocimiento a Andrés Nocioni


La vida sabor Nocioni

Por Bruno Altieri

Andrés Nocioni anuncia, en algo más de una carilla y media, que se va. Lo dice de una manera extraña, con una mezcla de sentimientos que combinan humor, melancolía y agradecimiento. El guerrero, el luchador, deja el escudo a un lado y promete una transformación que, a ciencia cierta, no llegará jamás. "Pretendo mejorar mi conducta. Me voy antes de que me echen", dice, con ironía, como si cambiar toda su lógica fuese simple. La esencia, querido Chapu, es algo que no se modifica. Y de nada sirve remar en contra de la corriente.

Nocioni se va y con él se despide la vieja escuela del deporte argentino. El jugador de carácter, el potrillo salvaje domesticado a medias, el cabeza dura que nunca aceptó ni se conformó con el casillero que la vida deportiva se empeñó en otorgarle. Nocioni, reclutado por León Najnudel, padre de la Liga Nacional, a mediados de los '90 (Racing, Olimpia e Independiente de Pico en Argentina), fue emblema de la Generación Dorada por más de 15 años, alcanzando, como méritos fundamentales, el título olímpico de 2004, los triunfos ante el Dream Team en dos oportunidades (Indianápolis 2002 y Atenas 2004), el subcampeonato mundial de 2002 y el bronce olímpico en Beijing 2008.

Nocioni desparramó su carácter, entrega y dedicación siendo figura inolvidable del Tau Cerámica en ACB, pasó por el Manresa, arribó a la NBA para jugar en Chicago Bulls, Sacramento Kings y Philadelphia 76ers, volvió al Caja Laboral (ex Tau Cerámica) y finalizará, esta temporada, su carrera en Real Madrid.

Sin embargo, Nocioni será, por sobre todas las cosas, jugador de la Selección Argentina. Nocioni ha podido cumplir, como si se tratase de pruebas preestablecidas en un manual jamás escrito, lo que el fanático promedio le exige a diario a un jugador. Tener a Nocioni fue siempre tener una ventaja, el plus de lucha que permite redibujar escenarios, derribar mitos, reescribir libretos. Los ganadores no se miden por triunfos, porque no se trata de la cantidad de festejos sino de la cantidad de frustraciones que se soportan para poder llegar, al final del camino, a la celebración esperada.

El Chapu recuerda que el deporte es sentimiento por encima de todas las cosas. El talento seduce, pero es el corazón el que concreta. El que avanza y dictamina, el que edifica y enseña, el que redefine la seducción y contagia. Nocioni es la figura paternal que todo equipo, que todo compañero, que todo entrenador merecería tener, porque va a estar ahí cuando la situación se ponga complicada. Realmente complicada. Y entonces no se tratará de resolver, sino de proteger y pertenecer, de esforzarse al máximo, de explicar con hechos que se puede aún cuando el mismo protagonista sepa, en el fondo de sus entrañas, que el esfuerzo es estéril ahora, pero que todo continúa y no será definitivo. Sólo un peldaño de una escalera interminable. Porque todo vuelve a edificarse como si de una estructura circular se tratase ¿Puede un sólo hombre construir la cultura de una Selección? Nocioni lo hizo y logró transmitirlo en las nuevas generaciones. La cultura del trabajo, del esfuerzo, del dejar todo por el de al lado. Espalda con espalda hasta que la última bombilla exhale el último rayo de luz. Y entonces todo habrá valido la pena.

Nocioni es el encanto de los equipos inolvidables. Es el condimento de lucha que permite creer y avanzar en los terrenos más hostiles. Es la defensa que necesita el talento, el acompañamiento que requiere la inteligencia, el empuje que ayuda al temeroso. No sabemos, a ciencia cierta, si alguna vez habrá un jugador que pueda convencer tanto como lo hizo el Chapu a lo largo de su carrera. Nocioni se va, pero es un error pensar que el espacio queda vacío: es la lección la que perdura y muestra el camino.

Ojalá todos podamos, alguna vez, experimentar la vida con sabor Nocioni. El grito desaforado, el abrazo que deja sin aire, las pupilas dilatadas, las lágrimas de desahogo. El baile bajo la lluvia, la risa que se extiende hasta que duele. La pasión, el amor y el desengaño. Tiempo para los pequeños momentos, que son los que cimientan vidas grandes y plenas.

Nocioni será, hasta el final de los días, el factor emocional que destroza los números y las probabilidades. Que promete universos de fantasía para quienes estén dispuestos a sacrificarse a pleno. Y será el recorrido, sin principio ni final, el que deba ser disfrutado sin reglas ni prohibiciones.

Ese fue su motivo. Y esa será, por siempre, su enseñanza.


http://www.espn.com.mx/basquetbol/nota/_/id/3062525/la-vida-sabor-nocioni