martes, 12 de diciembre de 2017

Marcel Duchamp / Buenos Aires 1918




Todo lo que veo es mío

Entre 1918 y 1919 Marcel Duchamp pasó una temporada en Buenos Aires, ciudad en la que el ocio se le hizo carne. Todo lo que veo es mío, que llega a la cartelera argentina, se centra en esos días enigmáticos que el artista francés pasó a orillas del Río de la Plata.

Por Manuel Álvarez -
Sábado 09 de Diciembre de 2017

La dupla que integran Mariano Galperín y Román Podolsky dirige Todo lo que veo es mío, una apuesta bella y audaz en el cine argentino. Filmada en blanco y negro y repleta de imágenes poéticas, la película es un homenaje hermoso a Marcel Duchamp y su estadía en Buenos Aires.

Tomando las cartas que el propio Duchamp (Michel Noher) envió a sus amigos desde la capital argentina, el filme ficcionaliza y reconstruye esos días enigmáticos y muy poco conocidos en la ciudad junto a Yvonne Chastel (Malena Sanchez), su pareja. Durante esos días en Buenos Aires, un espejismo de las capitales europeas, el ocio, la bohemia y, sobre todo, la imaginación, cobran vida. Son días en los que pareciera que el artista francés se dedica a no hacer nada, cuando a cada paso está creando en su cabeza. Al verlo jugar al ajedrez, bailar tango, travestirse o gozar en un menage a trois, el espectador entiende la inspiración del artista y se mete de lleno en su proceso creativo.

Con una fotografía impecable, la película privilegia lo visual, como si la cámara fuera los ojos de Duchamp. Por que todo lo que vemos es suyo, ahí está el logro de los directores: captar la mirada contemplativa del artista. Un artista que privilegió la vida creativa antes que el arte, que convirtió su vida en una obra de arte. Así, el filme logra con creces retratar, aunque sea en un período corto y casi olvidado, esa obra de arte.


http://www.zonadeobras.com/apuestas/2017/12/09/mariano-galperin-roman-podolsky-todo-lo-que-veo-es-mio/


Todo lo que veo es mío - Trailer (2017)



Todo lo que veo es mío: Duchamp, esa extraña visita

Por Fernando López
Jueves 07 de Diciembre de 2017

Habrá quien quiera interpretar Todo lo que veo es mío" como una suerte de biopic, interpretación más que arriesgada si se tiene en cuenta que el objeto de la temeraria aventura es nada menos que Marcel Duchamp, figura revolucionaria y trascendente del arte de este siglo que echó por tierra todas las barreras entre las obras de arte y los objetos de la vida cotidiana. El film explora uno de los costados menos conocidos de la vida del artista: su intempestiva visita a Buenos Aires, destino remoto y del que poco sabía y al que llegó desde Nueva York junto a su amiga Yvonne Chastel. Si el fantasma de la contienda lo había empujado tres años antes lejos de París, ahora elegía una ciudad todavís más remota.

"Los Estados Unidos habían entrado en guerra en 1917", le contaba a Pierre Cabanne cincuenta años más tarde, "y yo, que me había ido de Francia por falta de militarismo o, si se quiere, de patriotismo, me enfrentaba a un patriotismo peor, el patriotismo norteamericano". Lo que buscaba Duchamp, como le explicaba a su amigo Crotti, era "cortar enteramente con esa parte del mundo". Y era esta vez una aventura pensada hasta en sus menores detalles: tendría una duración establecida de exactamente "27 días + 2 años". Días de paseos por una Buenos Aires bien lejos del centro de las vanguardias artísticas en la que Duchamp jugó mucho al ajedrez. Que según él "tiene toda la belleza del arte y mucho más, ya que "no puede ser comercializado: es más puro que el arte".

http://www.lanacion.com.ar/2089065-todo-lo-que-veo-es-mio-duchamp-esa-extrana-visita