Lou Reed recibe la carta de libertad de la multinacional RCA, después del "desastre" del álbum: en el juicio contra el artista, el mismo álbum, su contenido, fue esgrimido como una prueba más.
Por David R. Santoro
Visto con la perspectiva que nos dan los muchos años transcurridos desde la aparición de 'Berlín', en octubre de 1973, el hecho nos parece inaudito, aunque el tiempo, ese juez implacable, suele dejar todo en su lugar. Lou Reed recibe la carta de libertad de la multinacional RCA, después del "desastre" del álbum: en el juicio contra el artista, el mismo álbum, su contenido, fue esgrimido como una prueba más. Este disparate morboso no contentó a nadie. Lou Reed, el artista insobornable, lo vio siempre como un proyecto fallido, su obra más ambiciosa a medio gas. Por otro lado, RCA creyó que capitalizaría el nuevo proyecto del neoyorquino, cuyo potencial comercial ya había atisbado en el álbum 'Transformer', publicado un año antes, y que contenía el mayor éxito que se haya podido arrancar de su discografía, la inmortal '(Take a) Walk on the wild side'. Si con 'Berlín' el éxito comercial había quedado prácticamente a nivel cero, el creativo, a pesar de lo declarado por ambas partes, depara las más altas cotas de arte y amplía el abanico de posibilidades expresivas y temáticas del rock'n'roll, legitimando de forma definitiva la decadencia y la miseria como objeto estético.
'Berlín', la canción, abre el disco con olor a humo, como una banda sonora de la bohemia despreocupada. Bohemia sita en garitos de mala muerte donde la protagonista de la siguiente canción, 'Lady Day' (sobrenombre de Billie Holliday), corría a cantar sus dolores entre compases de jazz. El retrato de los hombres poderosos en 'Men of good fortune' abre paso al definitivo leit motiv del álbum, la historia de Jim y Caroline, o el purgatorio de dos almas en pena luchando contra la vida y contra sus propias debilidades. No llegó a convertirse en un álbum conceptual, pero en el resto del listado de canciones podemos seguir la historia de esta pareja realmente desafortunada. El mismo tono de la voz de Reed es lacónico, críptico, de una tristeza hermética que no deja asomar del todo sus razones. Quizá parte de esta tristeza se liberara a través de las historias tremebundas que ambos personajes vivieron en la ciudad dividida por el muro.
El llanto de los niños en 'The kids' te hiela la sangre ("Se han llevado a sus niños / porque decían que no era una buena madre. / Se llevan a sus hijos / por todo lo que oyeron que había hecho / porque se lo estaba haciendo con hermanos y hermanas, / el sargento negro del Ejército del Aire no fue el primero"). La belleza estremecedora e hiriente de 'Caroline says II' es el canto afligido, pero sublime, de un animal herido de muerte por una puya que ya no sabría cómo arrancarse de las entrañas, si es que aún lo deseara ("Caroline dice / mientras se levanta del suelo / ¿por qué me pegas? / no es nada divertido. / Caroline dice / mientras maquilla sus ojos / -Deberías aprender más de ti mismo, / no pensar solamente en ti. / Pero ella no tiene miedo a morir, / todos sus amigos la llaman Alaska, / cuando toma anfetas ellos se ríen y le preguntan / qué tiene en la cabeza." ). La infidelidad, los malos amigos o las drogas asoman también por otros resquicios del disco. Hay una cierta épica, algo contenida, que viste, magníficamente, los versos de 'Berlin'. Un aderezo, que de tan perfecto llega, a la postre, a resultar necesario, insustituible. No imaginamos, no queremos imaginar 'Berlín' de otra manera.
Reed declaró durante las sesiones de grabación que "es sólo una historia realista sobre la gente que vive en los setenta, que existen, que no están especialmente locos o que son unos degenerados. Esto ocurre con la gente todo el tiempo, no sólo en Berlín, sino en sitios como Ohio". Efectivamente, la naturaleza de las personas que da lugar a este tipo de historias no tiene una localización geográfica concreta. Como tampoco temporal: ¿acaso no puede ocurrir esto en los noventa, o en el nuevo milenio?
El recurso de terminar un álbum más o menos amargo con un medio tiempo más amable que aporte contraste y esperanza es desechado drásticamente: 'Sad song' cierra el disco con un definitivo sabor a derrota, con Jim proclamando su indiferencia ante el suicidio de su compañera.
Lou Reed nunca había sonado así. Nunca más lo haría. Un elenco de músicos profesionales, facilitados por el generoso presupuesto de una compañía que accede a invertir frotándose las manos. Steve Winwood o muchos otros de semejante currículum arreglaron y orquestaron el disco, creando una rara avis dentro de su propia discografía. Desde luego hubo otros experimentos radicales, aunque los resultados de un 'Metal Machine Music' (1975), una boutade con coartada experimental, disten abismalmente de los resultados de 'Berlín'.
Lou Reed se convierte en el narrador nihilista que cuenta desde la distancia, utilizando la primera persona sólo en contadas ocasiones y casi siempre en frases tipo "and me, I just don´t care at all" ("y a mí, no me importa en absoluto"), obviando siempre los juicios de valor incluso ante los comportamientos más cuestionables de sus protagonistas.
La tragedia y la expresión artística, por la propia naturaleza de ambas, han caminado de la mano desde la noche de los tiempos, aquélla en la que el hombre sintió por vez primera la necesidad de contar historias. Con esta melancólica compañera, el arte nos ha dado algunos de sus frutos más agridulces, pero tan necesarios como imperecederos.
'Berlín', el álbum de Lou Reed, es sólo un eslabón de esa cuasi infinita cadena de historias, quizá nada más. Y nada menos.
http://www.buscamusica.es/contenido.php?id=39
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Lou Reed - Berlín (1973)