El autor de "El Túnel" y "Sobre héroes y tumbas“ falleció en su casa de Santos Lugares a causa de una bronquitis. Sabato fue el director de la Conadep, el organismo que por primera vez puso al descubierto los crímenes de lesa humanidad ocurridos en la Argentina durante la dictadura. En 1984 recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón para la literatura de habla hispana
El escritor murió a los 99 años en su casa de la localidad bonaerense de Santos Lugares, confirmó su compañera Elvira González Fraga. "Hace como quince días tuvo una bronquitis y a la edad de él esto es terrible", explicó la mujer. Los restos de Sabato serán velados a partir de las 17 en el Club Defensores de Santos Lugares, situado en la calle Severino Langeri 3162.
Sábato nació el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas y fue novelista, ensayista, físico y pintor aficionado. El escritor iba a ser homenajeado mañana en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires ya que este año iba a ser su cumpleaños número 100.
Por solicitud del entonces presidente Raúl Alfonsín presidió entre 1983 y 1984 la CONADEP (Comisión Nacional contra la Desaparición de Personas), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas para el juicio a las juntas militares de la dictadura militar en 1985.
En 1984 recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana, por lo cual fue el segundo escritor argentino en recibir este premio, luego de Jorge Luis Borges en 1979.
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De físico a escritor
En 1929, Sábato ingresó a la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad Nacional de La Plata, donde en 1938 obtuvo el Doctorado en Física.
Recibió una beca anual para realizar trabajos de investigación sobre radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie en París, donde entra en contacto con el movimiento surrealista y con la obra de Óscar Domínguez, Benjamín Péret, Roberto Matta Echaurren, Esteban Francés, entre otros, lo que marcaría una profunda influencia en sus obras.
En 1939 abandonó París, antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial y regresó a Argentina en 1940 con la decisión de abandonar la ciencia.
En 1943, decidió alejarse de forma definitiva del área científica para dedicarse de lleno a la literatura y la pintura.
"Las modas son legítimas en las cosas menores, como el vestido. En el pensamiento y en el arte son abominables"
Introducción A Héroes y Tumbas- Astor Piazzolla y su Nuevo Octeto con Ernesto Sábato (Voz) - Álbum: Tango Contemporáneo (1963)
Los restos de Sabato son velados en el Defensores de Santos Lugares, ubicado en Langeri 3162, justo enfrente de su casa del centenario jardín de cipreses, araucarias, una Santa Rita y un prehistórico ginco biloba por donde solía caminar junto con su perro Roque, sin dejar que se levantara ni una hoja. “Hay que dejar que la naturaleza haga su trabajo”, decía cuando se le preguntaba porqué.
Mario, el último sobreviviente de esa familia primigenia, leyó una carta de despedida: "Sé que todos ustedes comparten la tristeza que sentimos en la familia. Porque mi padre no nos pertenecía solo a nosotros (..) Con orgullo, con alegría, sabemos que lo compartimos con mucha gente, que lo quiso y lo necesitó tanto como nosotros".
Según Mario, Sábato les dijo: "Cuando me muera, quiero que me velen acá, para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final... Y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias, pero en el fondo un buen tipo... Es a todo lo que aspiro".
Por último acotó: "La familia Sabato desea expresamente solicitar que no se envíen arreglos florales y que el dinero sea donado, en memoria de Ernesto a Fundación Garrahan, Cta. Banco Credicoop. Cta Cte en pesos 191-153-011-751/2".
Varios de sus vecinos del barrio y cualquier parte de Buenos Aires que solían tocarle el timbre para acercarle un libro que él siempre firmaba, aún cuando debía guardar reposo, desde la tarde hicieron cola frente al club de enfrente de esa casa de paredes escondidas tras los libros que prácticamente era una incubadora. En invierno estaba cerrada porque él era friolento. En verano, porque le molestaban las moscas.
Pero siempre estaba iluminada por la claridad que entraba desde el fondo, desde el jardín de Matilde, donde compartió modestas tertulias con algunos escritores y adolescentes que le acercaban con pretensiones de aprender a leer y escribir entre mate y discusión sobre -aunque muy a veces- sus oscuros personajes: Juan Pablo Castel, “el pintor que mató a María Iribarne” en El Túnel; Fernando Vidal Olmos, protagonista de el Informe sobre ciegos de Sobre Héroes y Tumbas; Alejandra, de esta última novela; y su homónimo pero con acento en el apellido (Sábato). Figuras que inevitablemente quedan en la memoria de quien se acerca a su literatura.
El desfile de personas que llegaron a despedir sus restos es incesante. Pero podrán hacerlo sólo hasta la medianoche. Mañana al mediodía, se supone que a las 13, aproximadamente, será llevado al cementerio Jardín de Paz, de Pilar. Su familia pidió "que no se envíen arreglos florales y que el dinero sea donado, en memoria de Ernesto Sabato a la Fundación Garrahan".
En su última novela, Abbadón el exterminador, ese personaje homónimo con tilde llega hasta su Rojas natal y se enfrenta con su lápida en la que ve su voluntad pero sin acento: “Ernesto Sabato quiso ser enterrado en esta tierra con una sola palabra en su tumba: Paz. 'Paz'. Sí, seguramente era eso y quizás sólo eso lo que aquel hombre necesitaba”.
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