Publicado el 30 marzo 2012 por Matías Uribe
Aunque en su día fue Polydor la propietaria, es Sony la que ahora está reeditando en vinilo y cedé los primeros discos en solitario de Rory Gallagher, uno de los grandes guitarristas del rock, aunque su nombre no figure con letras de oro en el ‘partenón’ de los dioses de la guitarra. No le faltaron méritos: tenía tanta o más técnica que el mismísimo Eric Clapton, era un profundo conocedor y estudioso del blues negro, tocó al lado de los Rolling Stones, que se lo quisieron llevar como sustituto de Mick Taylor, hizo muy buenas migas con Jerry Lee Lewis, tocó con su admirado Muddy Waters, le hizo sombra a Cream, tocando en trío, y, lo más importante, con su Fender Stratocaster Sunburst, que compró a los quince años, desarrolló una carrera discográfica de primera, sacando al escenario sudor y sabiduría a chorros.
Así que un buen pretexto, el de la reedición de estos discos, para reivindicar el magisterio musical de este irlandés sencillo y apocado en privado pero toda una fiera desbocada sobre las tablas, un tipo que, con su camisas de leñador y su bondadosa sonrisa, nunca quiso entrar en el circuito ‘mainstream’ ni hacer cabriolas raras para ponerse a la altura de modas y tiempos, incluso en la caprichosa década de los ochenta, en la que siguió fiel a su evangelio del blues-rock y a su estética mientras el colorín, los cardados y las hombreras acaparaban el escaparate musical. Seguramente que por ello, su música, basada en el blues, pero con ramificaciones hacia el jazz, el folk irlandés, el rock hendrixiano, el honky-tonk, el cajun, el blues rural, la balada pop…, sigue tan vigente e intacta como entonces.
No es una exageración afirmar que fue un niño prodigio. De crío se pasaba las horas moviendo el dial de la radio en Cork, a la búsqueda de canciones impactantes –uups, esto me suena, uno cometió el mismo pecado de infancia-, hasta que una noche, a través de la emisora de una Base americana instalada en Alemania, escuchó a Muddy Waters. Con nueve años quedó tan tocado que casi fue como una iluminación sauliana. La compra de una guitarra y enrolarse al poco, con pantalones cortos, en una orquesta de baile marcó su camino definitivo. A Waters lo colocó en un altar, de manera que cuando llegó el día que pudo conocerlo y tocar a su lado en aquel maravilloso álbum de maestro y discípulos británicos denominado ‘The London Sessions’ (1971), continuación del realizado antes con músicos americanos bajo el título de ‘Father & Sons’ (1969), fue como recibir la santificación. Él mismo contaba que acudía como una bala cada noche al estudio y que luego llevaba a Muddy al hotel en un destartalado coche que guardó como reliquia durante toda su vida.
La reedición no toca la etapa previa a su carrera en solitario, es decir la de Taste, aunque no hubiera estado mal: de los dos discos de estudio que grabó, el segundo, ‘On The Boards’ es toda una gema de rock progresivo biseando a Cream y, en cierto modo, el germen de su posterior discografía. La redición se inicia con ‘Rory Gallagher’ (1971), todavía sin la solidez futura, pero con detalles como sus intervenciones no solo en la guitarra acústica y eléctrica sino también en el saxo, que ya usó en Taste, y la armónica. Era un superdotado para los instrumentos, dominando a la perfección técnicas como el ‘bottleneck’. En ‘Blueprint’, un excelente disco, en el que lo mismo aflora el blues eléctrico que el acústico al modo Leadbelly, se le escucha sacando el sonido de Harrison en la balada beatleniana ‘If I Had A Reason’ mientras que en ‘Going My Hometown’, de ‘Live In Europe’, se le verá ¡con la mandolina! derramando sudor y en ‘Used To Be’, del álbum ‘Deuce’, coqueteando con la guitarra flamenca.
‘Deuce’ (1971) y ‘Tattoo’ (1973) fueron dos de sus mejores discos de estudio, aunque curiosamente, los dos álbumes de directo publicados en el 72 y el 74, esto es, ‘Live! In Europe’ y ‘Iris Tour 74’, fueron los que le valieron la gloria y el reconocimiento del público amante del rock y del blues. Hasta Bob Dylan cayó prendado. Una anécdota sin desperdicio: una noche, a finales de los 70, tras un concierto del irlandés, Dylan, embozado en un gorro, se fue al camerino a saludarlo. Al no conocerlo ni darse a conocer, el hermano de Rory, su manager, lo echó con cajas destempladas, mas, cuando le informaron de que se trataba del mismo Dylan, salió corriendo detrás de él hasta que lo alcanzó, le pidió disculpas y lo llevó ante Gallagher. Ambos departieron durante buen rato sobre blues y guitarras e incluso de grabar una pieza tradicional irlandesa que él había adaptado en ‘Live! In Europe’.
Hasta su sexto disco, el magistral ‘Irish Tour’, llega la reedición hasta ahora. No sé si continuará, pero, de todas formas, si no conoces las aventuras musicales del irlandés, te aconsejo que sigas profundizando en su discografía posterior. Es una mina de blues, rock y hard-rock. Gallagher, de vida privada austera y de trato muy cordial y educado, no llegó nunca a casarse y ni tan siquiera se le conocen, según su biógrafo, Dan Muise, novias algunas, solo el amor platónico por Catherine Deneuve, lo que le llevó a estudiar francés. Su vida eran la guitarra, el blues… y el alcohol. Por culpa de este útimo, con un hígado transplantado que se negó a funcionar, murió, en 1995, con 47 años. Bono dijo que fue uno de los diez mejores guitarristas de toda la historia, y aún amplió demasiado la plantilla.
http://blogs.heraldo.es/lavozdemiamo/?p=4715
Rory Gallagher - For The Last Time - "Rory Gallagher" (1971)
Rory Gallagher - In Your Town - "Deuce" (1971)
Rory Gallagher - Walk on Hot Coals - "Blueprint" (1973)
Rory Gallagher - A Million Miles Away - "Tatoo" (1973)
Rory Gallagher - Too Much Alcohol - "Irish Tour 74" (1974)