Cuando Butch Morris encontró a David Murray
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Por: Yahvé M. de la Cavada | 05 de febrero de 2013
La semana pasada falleció Lawrence 'Butch' Morris, uno de los grandes innovadores de la música africana de vanguardia. Su obra nace en el jazz y se expande por la música contemporánea, la improvisación y la conducción orquestal, doctrinas que fue mezclando hasta desarrollar una obra personal. La opaca marginalidad de su música le ha relegado a cierta oscuridad, pero su obra promete garantizarle un lugar en el Olimpo de la gran tradición musical afroamericana. Poco popular, tal vez, pero innegable.
Morris es conocido principalmente por la creación y desarrollo de un sistema de conducción musical basado en signos, con el que dirigir a los músicos de una formación tanto en pasajes escritos como en momentos de improvisación. Su sistema es magistral y ha dado a la música de vanguardia, orquestal y de cámara, auténticas joyas. Al mismo tiempo, el inevitable talante tiránico de este tipo de dirección también le ha provocado algunos momentos tensos (en una ocasión, Morris increpó en directo al guitarrista Derek Bailey y este se levantó, recogió sus cosas y se marchó a mitad de actuación) y, por un motivo u otro, Morris siempre se mantuvo en un lugar poco iluminado del –de por sí– solitario camino del outsider.
Ni siquiera grandes obras de referencia como “The Biographical Encyclopedia of Jazz” de Leonard Feather e Ira Gitler o el “Dictionnaire du Jazz” de Philippe Carles, André Clergeat y Jean-Louis Comolli le dedican una mísera entrada, lo que resulta una injusticia inexcusable. A partir de finales de los años 80, Morris se concentró casi exclusivamente en su trabajo como conductor y compositor, pero en los primeros años de su carrera se dio a conocer como cornetista, jugando un papel en el jazz de vanguardia y en la denominada generación de los lofts, sobre todo con su trabajo junto al saxofonista David Murray. Ese Butch Morris, el instrumentista y el improvisador, es el objeto de este texto. Un pequeño acto de memoria para recuperar a un músico que, aunque recién fallecido, tiene mucho que reivindicar en el futuro.
Se sabe que Morris, nacido en Long Beach, comenzó a actuar en la costa oeste junto a J.R. Monterose, George Morrow, Arthur Blythe, Frank Lowe o Don Moye, estudiando junto a su mentor Bobby Bradford y al gran Horace Tapscott. En 1975 se muda a Nueva York, donde conoce a David Murray de mano de Bradford, pero pronto viaja a Paris, donde se instala durante un año y realiza sus primeras grabaciones.
Algunas discografías afirman que la primera grabación del cornetista es en el álbum de Frank Lowe “The Other Side” (Palm), pero pocos días antes ya había grabado en directo “Tricks Of The Trade” (Marge), con el mismo cuarteto liderado por Lowe y completado por Didier Levallet y George Brown. A pesar de ello, la auténtica primera grabación de Morris había tenido lugar el mes anterior, en noviembre de 1976, con un cuarteto liderado por el chelista Jean Charles Capon, con el fabuloso saxofonista Philippe Maté y el mustiinstrumentista de Madagascar Serge Rahoerson. El disco, sin título y editado por Palm, se nutre de composiciones de Jef Gilson e incluye una generosa utilización de overdubbing, algunos efectos en el chelo y solos muy destacables de Morris y Maté. El 23 de diciembre de ese mismo año participa en otro proyecto de Gilson (también editado en su sello, Palm) llamado “Europamerica”, y en abril del 77 graba en “The Owl” (Saravah) de Steve Lacy.
De vuelta en Nueva York, se une al grupo de David Murray, que a esas alturas ya ha grabado una composición de Morris en su mítico “Flowers For Albert” (India Navigation). Graban en agosto del 77 en Amsterdam, en quinteto con Don Pullen, Fred Hopkins y el crítico y escritor Stanley Crouch (el cual, años antes de abanderar el neotradicionalismo radical de Wynton Marsalis, anduvo golpeando los parches inmisericordemente). El resultado, publicado en dos discos por Circle Records (y reeditado en CD por West Wing) sufre de ciertas deficiencias de sonido en la toma de piano de Pullen, pero es un buen documento de los inicios del productivo mano a mano de Murray y Morris.
En enero de 1978 ofrecen un meteórico concierto en Rouen, en cuarteto con el portentoso contrabajista sudafricano Johnny Dyani y el baterista George Brown (que no es el mismo que tocaba la batería con Kool & the Gang), cuya grabación da lugar a dos álbumes magníficos: "Let The Music Take You" (Marge) y "Last of the Hipmen" (Red Records). En esos dos álbumes se sientan las bases de la colaboración de Murray y Morris: un free jazz culto, educado y lírico, que no se deja llevar por el paroxismo extremo ni renuncia completamente a la fiereza y tensión del mismo.
Un mes después registran en estudio el fascinante "Interboogieology", primera de las muchas grabaciones que David Murray editaría con el mítico sello italiano Black Saint. Morris, que avanza a pasos agigantados como compositor, aporta dos de los cuatro temas del disco, además de sus angulosas y excitantes improvisaciones. En agosto graban de nuevo en quinteto (con Curtis Clark, Brian Smith y Clifford Jarvis) su “London Concert” (Cadillac), siempre bajo el liderazgo de Murray. Poco después separan sus caminos y, mientras el saxofonista graba en trío y con el World Saxophone Quartet, Morris registra por fin su primer álbum como líder en diciembre de 1978, "In Touch... But Out Of Reach" (Kharma), con un sexteto lleno de luminarias de la época: Grachan Moncur, Charles Eubanks, Wilber Morris (hermano mayor de Butch y un contrabajista de enorme talento), Bobby Battle y Steve McCall.
El siguiente encuentro discográfico de Morris y Murray tiene lugar en julio de 1980, con el mejor disco de todos los que se comentan en este texto: el antológico "Ming" (Black Saint). A esas alturas David Murray ya era un creador completo y maduro, y el octeto que reunió para esa grabación alcanzó un estado de gracia que produjo un disco fuera de serie. Toda la tradición de la música afroamericana, desde las fanfarrias en las embarradas calles de Nueva Orleans al furioso free jazz que nació al abrigo de la lucha por los derechos civiles, tiene lugar en "Ming". Su reivindicación de la denominada "Great Black Music" mira tanto a la tradición como a futuro y se nutre de la improvisación y de la composición a partes iguales. Junto a Murray, cómo no, Butch Morris; también Henry Threadgill, Olu Dara, George Lewis, Anthony Davis, Wilber Morris y Steve McCall, un auténtico "quién es quién" de la vanguardia que llevaba cociéndose en los lofts neoyorquinos desde hacía casi una década. La nueva vanguardia, la recogida en "Ming", no es sólo ruptura; es respeto por los ancestros y compromiso para crear una música negra avanzada, moderna y culta.
Al año siguiente, el mismo octeto graba un nuevo álbum, "Home" (Black Saint), con la misma sustancia pero una pizca menos de magia, y poco después llega "Murray's Steps" (Black Saint), en donde parte de la formación original se ve reemplazada. Entran Curtis Clark, Craig Harris y el viejo mentor de Morris, Bobby Bradford, y salen Lewis, Davis y Dara. La excitante revolución del octeto se ha transformado en un poderoso engranaje instrumental que genera música explosiva, aunque de oficio. Murray ha continuado grabando con su octeto hasta la actualidad, con diferentes cambios de formación, pero la trilogía compuesta por "Ming", "Home" y "Murray's Steps" es básica para comprender la improvisación afroamericana en los años 80.
En agosto de 1984, Butch Morris ya se ha convertido. Murray ha reunido una denominada "Big Band" (aunque más reducida de lo habitual) para grabar dos discos en directo en el club Sweet Basil, nuevamente para el sello Black Saint. La formación, por supuesto, de órdago: Olu Dara, Baikida Carroll, Craig Harris, John Purcell, Fred Hopkins, Billy Higgins... Incluso un joven Steve Coleman. Morris está en el grupo pero ya no toca, sólo conduce, llevándonos en ambos discos a ese jazz bullicioso y excitante lleno de tradición y libertad.
Morris nunca dejó de tocar la corneta y aún produjo grandes álbumes como instrumentista, pero a partir de finales de los 80 la utilizó cada vez menos, concentrándose en la composición y en su sistema de conducción. Murray y él volvieron a encontrarse en el estudio en 1991, con la Big Band (esta vez sí era bien grande) del saxofonista conducida por Morris, y con el nombre de ambos compartiendo la cabecera del disco, publicado por el sello japonés DIW. A pesar de sus contados encuentros, Murray no ha dejado de grabar composiciones de Morris nunca. Su extensa discografía está llena de ejemplos.
Butch Morris, como tantos en el jazz, se ha ido en silencio. Afortunadamente su obra escrita es abundante y muy interesante, y merece la pena rastrearla. Recomiendo "Current Trends In Racism in Modern America", "Homeing", "Berlin Skyscraper" y su antológica retrospectiva "Testament". Pero también recomiendo volver de vez en cuando a esas grabaciones de finales de los 70 y primeros de los 80 en las que Butch Morris era, antes que nada, cornetista.
http://blogs.elpais.com/muro-de-sonido/2013/02/butch-morris-cornetista.html
Lawrence D. "Butch" Morris - The Composition of Conduction
(By Luciano Rosetti, Phocus Agency)