(Pergamino, Argentina - 31 de enero de 1908 – Nimes, Francia - 23 de mayo de 1992)
Ausencia y presencia de Atahualpa Yupanqui
Por Lil Rodríguez 23/05/10
Siempre le admiramos aunque no le conociéramos porque, por esas cosas de los medios, muchos de sus mejores temas salían con el crédito del mayor autor de obras del planeta: D.R. es decir, derechos reservados, o D.D., derechos en depósito, miserables fórmulas imperiales creadas para no cancelar los ya miserables estipendios a los creadores. “porque no engraso los ejes/ me llaman abandonao…”
Más tarde o más temprano sabríamos que esos temas pertenecían al alma universalmente argentina de Atahualpa Yupanqui, el creador del que se cumplen hoy 18 años de ausencia y que, paradójicamente, estará más presente que nunca el próximo martes 25 en los festejos Bicentenarios de la nación plateada.
El arriero va
Cuando uno se encuentra en el territorio argentino, hermoso y al Sur, con lo que más tropieza uno en con el sentido de pertenencia de ese pueblo con relación a sus valores culturales. Todos hablan con respeto (los quieran o no) de Borges, de Piazzolla, de Gardel, de Cafrune, de Mederos, de la Negra Mercedes Sosa (otra ausente presente en la fiesta Bicentenaria), de Almafuerte, de Goyeneche, de Cortázar… Y todos tienen, ahí sí unido el respeto al cariño, la referencia inconmensurable de Héctor Roberto Chavero, el Atahualpa de todos, surgido el 31 de enero de 1908 a la vida. (Algunos dicen que fue el 22).
"En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevara, a los Collazo, gentes 'muy de antes’..." ("El canto del viento", I ).
Desde pequeño la guitarra sería su novia. "Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
No pudo acceder a estudios completos debido a la situación económica familiar y a los constantes traslados que ya a los 9 años lo llevaban a Tucumán y más adelante a Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Se ganó el sustento de muchas maneras: Hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y hasta periodista, pero sin abandonar nunca la sonoridad de la guitarra ni la musa inspiradora de su tránsito vital, según quienes han estudiado en profundidad su vida y obra.
En 1922, a los 14 años, adoptó para siempre su nombre de batalla. No eligió cualquier nombre, no. Chavero eligió uno quechua: Atahualpa Yupanqui, “el que viene de viejas tierras para decir algo”. Tenía clara su condición de juglar, que ya para la década de los treinta se materializa en discos. Pocos años más tarde publica sus primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943.
Por Lil Rodríguez 23/05/10
Siempre le admiramos aunque no le conociéramos porque, por esas cosas de los medios, muchos de sus mejores temas salían con el crédito del mayor autor de obras del planeta: D.R. es decir, derechos reservados, o D.D., derechos en depósito, miserables fórmulas imperiales creadas para no cancelar los ya miserables estipendios a los creadores. “porque no engraso los ejes/ me llaman abandonao…”
Más tarde o más temprano sabríamos que esos temas pertenecían al alma universalmente argentina de Atahualpa Yupanqui, el creador del que se cumplen hoy 18 años de ausencia y que, paradójicamente, estará más presente que nunca el próximo martes 25 en los festejos Bicentenarios de la nación plateada.
El arriero va
Cuando uno se encuentra en el territorio argentino, hermoso y al Sur, con lo que más tropieza uno en con el sentido de pertenencia de ese pueblo con relación a sus valores culturales. Todos hablan con respeto (los quieran o no) de Borges, de Piazzolla, de Gardel, de Cafrune, de Mederos, de la Negra Mercedes Sosa (otra ausente presente en la fiesta Bicentenaria), de Almafuerte, de Goyeneche, de Cortázar… Y todos tienen, ahí sí unido el respeto al cariño, la referencia inconmensurable de Héctor Roberto Chavero, el Atahualpa de todos, surgido el 31 de enero de 1908 a la vida. (Algunos dicen que fue el 22).
"En aquellos pagos del Pergamino nací, para sumarme a la parentela de los Chavero del lejano Loreto santiagueño, de Villa Mercedes de San Luis, de la ruinosa capilla serrana de Alta Gracia. Me galopaban en la sangre trescientos años de América, desde que don Diego Abad Martín Chavero llegó para abatir quebrachos y algarrobos y hacer puertas y columnas para iglesias y capillas (...) Por el lado materno vengo de Regino Haram, de Guipúzcoa, quien se planta en medio de la pampa, levanta su casona, y acerca a su vida a los Guevara, a los Collazo, gentes 'muy de antes’..." ("El canto del viento", I ).
Desde pequeño la guitarra sería su novia. "Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" ("El canto del viento", II).
No pudo acceder a estudios completos debido a la situación económica familiar y a los constantes traslados que ya a los 9 años lo llevaban a Tucumán y más adelante a Buenos Aires, Entre Ríos, el Uruguay, Santa fe, Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, La Puna, La Rioja, etc.
Se ganó el sustento de muchas maneras: Hachero, arriero, cargador de carbón, entregador de telegramas, oficial de escribanía, corrector de pruebas y hasta periodista, pero sin abandonar nunca la sonoridad de la guitarra ni la musa inspiradora de su tránsito vital, según quienes han estudiado en profundidad su vida y obra.
En 1922, a los 14 años, adoptó para siempre su nombre de batalla. No eligió cualquier nombre, no. Chavero eligió uno quechua: Atahualpa Yupanqui, “el que viene de viejas tierras para decir algo”. Tenía clara su condición de juglar, que ya para la década de los treinta se materializa en discos. Pocos años más tarde publica sus primeros libros: "Piedra Sola" (Jujuy) en 1941 y "Aires Indios" (Montevideo) en 1943.
En 1937 conocería a la franco-canadiense Paule Pepin Fitzpatrick, “Nenette”, a quien se uniría en 1946, luego del fracaso de su primer matrimonio con María Martínez. “Nenette” fue el gran amor de su vida y con ella compartió la autoría de decenas de canciones, que ella firmó con el seudónimo de Pablo del Cerro.
Atahualpa se hizo militante comunista en 1945, (algo que no gustó mucho al peronismo) y cuando asumió una actitud crítica fue silenciado prohibiéndose incluso que otros cantores interpretaran sus temas. Fue detenido y encarcelado en ocho oportunidades. En una de esas libertades hizo del Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, su refugio y su fortaleza. Ya había estado en Europa, y ofrecido conciertos en el bloque comunista, y en la Francia de Edith Piaf. De esa etapa es el episodio vivido en la España de Francisco Franco cuando le pidieron por adelantado las letras de sus canciones para un disco. . “Yo no le pido permiso a nadie para cantar mis canciones”, contestó Yupanqui, y se fue de España.
Presencia
Cuando fue levantado el veto oficial en su país, Atahualpa reforzó sus conciertos y sus grabaciones dando a conocer temas inmortales como “Le tengo rabia al silencio” y “Luna Tucumana” para posteriormente dar a conocer “Los ejes de mi carreta”, “El payador perseguido” y su extraordinario libro “El canto del viento”.
Fue alma del festival de Cosquín y acumuló reconocimientos de todo el mundo, incluyendo una distinción en Venezuela.
Ya en la década de los ochenta logró cristalizar la Fundación Yupanqui en Cerro Colorado definiéndolo ‘como un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición’, según relatos periodísticos.
En 1990 falleció su compañera, Nenette y Ata quedó muy afectado. Dos años más tarde moría en Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992, a los 84 años de edad. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
http://www.aporrea.org/actualidad/a101147.html
Atahualpa se hizo militante comunista en 1945, (algo que no gustó mucho al peronismo) y cuando asumió una actitud crítica fue silenciado prohibiéndose incluso que otros cantores interpretaran sus temas. Fue detenido y encarcelado en ocho oportunidades. En una de esas libertades hizo del Cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, su refugio y su fortaleza. Ya había estado en Europa, y ofrecido conciertos en el bloque comunista, y en la Francia de Edith Piaf. De esa etapa es el episodio vivido en la España de Francisco Franco cuando le pidieron por adelantado las letras de sus canciones para un disco. . “Yo no le pido permiso a nadie para cantar mis canciones”, contestó Yupanqui, y se fue de España.
Presencia
Cuando fue levantado el veto oficial en su país, Atahualpa reforzó sus conciertos y sus grabaciones dando a conocer temas inmortales como “Le tengo rabia al silencio” y “Luna Tucumana” para posteriormente dar a conocer “Los ejes de mi carreta”, “El payador perseguido” y su extraordinario libro “El canto del viento”.
Fue alma del festival de Cosquín y acumuló reconocimientos de todo el mundo, incluyendo una distinción en Venezuela.
Ya en la década de los ochenta logró cristalizar la Fundación Yupanqui en Cerro Colorado definiéndolo ‘como un sitio para los enamorados de la ecología, la naturaleza, la botánica, los idiomas antiguos. En definitiva un hecho cultural en una zona alejada de todo, y un canto de amor muy personal a la tradición’, según relatos periodísticos.
En 1990 falleció su compañera, Nenette y Ata quedó muy afectado. Dos años más tarde moría en Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992, a los 84 años de edad. Sus restos descansan ahora en el Cerro Colorado, Provincia de Córdoba, República Argentina.
http://www.aporrea.org/actualidad/a101147.html
Atahualpa Yupanqui – El Alazán