(Washington D.C.April 29 1899 - New York, May 24 1974)
Duke Ellington, el Aristócrata del Jazz.
Por Alfredo Rodríguez.
Sin preocupaciones económicas en su familia (en unos lados se dice que su padre era mayordomo en la Casa Blanca, y en otros que tenía el mismo trabajo en una casa pudiente), Ellington se convertiría con el paso de los años en un compositor enormemente prolijo, hasta el punto de que se cifran sus composiciones en unas 2.000, eso sin contar las que fue escribiendo en cualquier papel que caía en sus manos, y cuya influencia musical se sigue proyectando en nuestros días.
Pronto empezó a adentrarse en el mundo de la música gracias a lecciones de piano, y con 17 años tendrá lugar su debut profesional, y empieza a ver la posibilidad, que se concretará poco tiempo después, de dejar los estudios para dedicarse de lleno a la música. La primera formación de Duke Ellington serán los Duke’s Serenaders, que después se transformarían en The Washingtonians. A esas alturas, en los albores de los años 20, todavía sigue vinculado a su ciudad natal, hasta que se siente atraído por el ambiente musical de la ciudad de Nueva York, a la que se traslada en 1923.
Allí empezará a tocar en algunos de los clubes de mayor renombre, hasta recalar en el mítico Cotton Club, un local ubicado en el barrio de Harlem y regentado por el mafioso Owney Madden, en el que se codeaba toda la alta sociedad blanca de la ciudad y en el que desarrollará el conocido como jungle style (estilo jungla), nombre que le viene por la imitación tanto con las voces como de los instrumentos, de sonidos africanos y que daban un aire exótico a los temas.
Las retransmisiones que se hacía por radio en directo desde el Cotton Club, introdujeron la música de Ellington y su grupo en muchos hogares y eso les convirtió en un grupo muy famoso que, cuando dejó el club, ya era un grupo consolidado y muy maduro musicalmente hablando. Eran los años dorados de las big band, entre las que también destacaban y la de Benny Goodman, Glen Miller o Lionel Hampton, por citar sólo tres, y en los que Ellington ya había dejado tras de sí temas tan inolvidables como Mood Indigo o Sophisticated lady.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, marcaron el declive de las big band, lo que no arredró a Duke Ellington, que se empeñó en seguir al frente de su grupo al que mantenía gracias a los ingresos que recibía por los derechos de autor de sus temas, lo que no impidió que algunos de los mejores músicos se fueran en busca de otros horizontes musicales. Con la formación renovada, Ellington es invitado a participar en el Festival de Jazz de Newport en el año 1956, en lo que marcará el resurgimiento del ave fénix de sus cenizas.
Según nos dice la página apoloybaco: “Con estos músicos y cierto escepticismo, Ellington es invitado a actuar en el Festival de Jazz de Newport de 1956. Lo que pasó aquella noche está escrito en los anales del jazz. Duke Ellington, sacó de su chistera creativa dos temas compuestos en 1937, Diminuendo in Blue y Crescendo in blue y decidió encima del escenario servirlos unidos, separándolos simplemente con un interludio a cargo de Gonsalves. Y ahí se produjo el milagro. Los arrolladores veintisiete “chorus” seguidos de jazz puro y duro que improvisó el saxofonista, empujado por una rítmica ejemplar le dieron la vuelta al historia. Las sillas volaban por encima de las cabezas de los atónitos y rugientes espectadores y a la mañana siguiente toda la prensa anunciaba en grandes titulares “Ellington ha vuelto” .
A lo largo de los años de su carrera musical, Ellington no dejó de componer en ningún momento, y no sólo temas de jazz, sino que también nos ha dejado baladas, blues, música para ballet y conciertos sacros, algo a lo que también ayudó la diferente procedencia de los músicos de los que se rodeó y su propia habilidad para absorber todo lo que acontecía musicalmente a su alrededor. “Tanto apreciaba Ellington las personalidades musicales de los miembros de su banda, que escribía cada parte de una composición para resaltar el talento y la habilidad de músicos específicos, mezclando con gran imaginación las ideas de ellos con las suyas”, escribe Roberto Barahona en un artículo publicado en el periódico chileno El Mercurio el 18 de abril de 1999.
Un cáncer se llevó por delante la vida de Duke Ellington, terminando con una leyenda viva convertida en leyenda imperecedera.
http://alenarterevista.wordpress.com/
Por Alfredo Rodríguez.
Sin preocupaciones económicas en su familia (en unos lados se dice que su padre era mayordomo en la Casa Blanca, y en otros que tenía el mismo trabajo en una casa pudiente), Ellington se convertiría con el paso de los años en un compositor enormemente prolijo, hasta el punto de que se cifran sus composiciones en unas 2.000, eso sin contar las que fue escribiendo en cualquier papel que caía en sus manos, y cuya influencia musical se sigue proyectando en nuestros días.
Pronto empezó a adentrarse en el mundo de la música gracias a lecciones de piano, y con 17 años tendrá lugar su debut profesional, y empieza a ver la posibilidad, que se concretará poco tiempo después, de dejar los estudios para dedicarse de lleno a la música. La primera formación de Duke Ellington serán los Duke’s Serenaders, que después se transformarían en The Washingtonians. A esas alturas, en los albores de los años 20, todavía sigue vinculado a su ciudad natal, hasta que se siente atraído por el ambiente musical de la ciudad de Nueva York, a la que se traslada en 1923.
Allí empezará a tocar en algunos de los clubes de mayor renombre, hasta recalar en el mítico Cotton Club, un local ubicado en el barrio de Harlem y regentado por el mafioso Owney Madden, en el que se codeaba toda la alta sociedad blanca de la ciudad y en el que desarrollará el conocido como jungle style (estilo jungla), nombre que le viene por la imitación tanto con las voces como de los instrumentos, de sonidos africanos y que daban un aire exótico a los temas.
Las retransmisiones que se hacía por radio en directo desde el Cotton Club, introdujeron la música de Ellington y su grupo en muchos hogares y eso les convirtió en un grupo muy famoso que, cuando dejó el club, ya era un grupo consolidado y muy maduro musicalmente hablando. Eran los años dorados de las big band, entre las que también destacaban y la de Benny Goodman, Glen Miller o Lionel Hampton, por citar sólo tres, y en los que Ellington ya había dejado tras de sí temas tan inolvidables como Mood Indigo o Sophisticated lady.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, marcaron el declive de las big band, lo que no arredró a Duke Ellington, que se empeñó en seguir al frente de su grupo al que mantenía gracias a los ingresos que recibía por los derechos de autor de sus temas, lo que no impidió que algunos de los mejores músicos se fueran en busca de otros horizontes musicales. Con la formación renovada, Ellington es invitado a participar en el Festival de Jazz de Newport en el año 1956, en lo que marcará el resurgimiento del ave fénix de sus cenizas.
Según nos dice la página apoloybaco: “Con estos músicos y cierto escepticismo, Ellington es invitado a actuar en el Festival de Jazz de Newport de 1956. Lo que pasó aquella noche está escrito en los anales del jazz. Duke Ellington, sacó de su chistera creativa dos temas compuestos en 1937, Diminuendo in Blue y Crescendo in blue y decidió encima del escenario servirlos unidos, separándolos simplemente con un interludio a cargo de Gonsalves. Y ahí se produjo el milagro. Los arrolladores veintisiete “chorus” seguidos de jazz puro y duro que improvisó el saxofonista, empujado por una rítmica ejemplar le dieron la vuelta al historia. Las sillas volaban por encima de las cabezas de los atónitos y rugientes espectadores y a la mañana siguiente toda la prensa anunciaba en grandes titulares “Ellington ha vuelto” .
A lo largo de los años de su carrera musical, Ellington no dejó de componer en ningún momento, y no sólo temas de jazz, sino que también nos ha dejado baladas, blues, música para ballet y conciertos sacros, algo a lo que también ayudó la diferente procedencia de los músicos de los que se rodeó y su propia habilidad para absorber todo lo que acontecía musicalmente a su alrededor. “Tanto apreciaba Ellington las personalidades musicales de los miembros de su banda, que escribía cada parte de una composición para resaltar el talento y la habilidad de músicos específicos, mezclando con gran imaginación las ideas de ellos con las suyas”, escribe Roberto Barahona en un artículo publicado en el periódico chileno El Mercurio el 18 de abril de 1999.
Un cáncer se llevó por delante la vida de Duke Ellington, terminando con una leyenda viva convertida en leyenda imperecedera.
http://alenarterevista.wordpress.com/
Jungle Nights In Harlem - Duke Ellington and his Cotton Club Orchestra (1930)