Ran Blake: Un destilador de emociones
Por Xavier Quirarte
Hay experiencias que estimulan los sentidos en grado superlativo, más cuando son inesperadas. Una de ellas es encontrarse ante el anuncio de un concierto de un músico que uno no conoce y optar por escucharlo sin mayores referencias. Al final uno se da cuenta de que haberse perdido esta actuación hubiera sido un error lamentable.
El cartel que anunciaba a Ran Blake en la Sala Nezahualcóyotl a fines de los setenta, sin fotografía del artista, pero con un curioso dibujito a línea de un viejo portafolios, incitaba la imaginación. Pero más estimulante fue la actuación del pianista y compositor, Ran Blake, un creador de imágenes que debe mucho al jazz, el cine negro, la música académica, a los aspectos espirituales de la música y a los sueños.
Nacido en Springfield, Massachussets en 1935, recientemente Blake cumplió 75 años y el Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra celebró a quien ha trabajado allí durante varias décadas y se ha convertido en uno de sus pilares. Además de su profunda relación con el jazz, este centro de enseñanza cobijó la tercera corriente, movimiento que propicia el encuentro entre el jazz y la música de concierto, del que Blake ha sido mencionando como uno de sus abanderados
De niño la música que despertaba su imaginación eran las suites de Stravinsky y Debussy, así como la música gospel, que le atraía por el ritmo y el timbre de las voces. En una entrevista telefónica, que luego se complementaría por correo electrónico, el pianista recuerda que “entre los 12 y 13 años empecé a estudiar seriamente el piano con maestros maravillosos de jazz y música de concierto que me enseñaron algunas cosas sobre el toque pianístico. Como no leía bien las notas, iba mucho al cine y regresaba para tocar algunas fantasías en el piano. No era un estudiante disciplinado, pero me gustaba fantasear mucho con los sueños. Hubo un tiempo en que mi familia tuvo tres pianos verticales en un cuarto y yo podía situarme en medio y tocar acordes en los tres, pero los vecinos se quejaban”.
Curiosamente en las películas del cine negro le interesaban más las imágenes que la música que las acompañaba. “Ocasionalmente me gustaba la música, cuando había un asesinato. Cuando tenía 12 años me llamó mucho la atención La escalera de caracol de Robert Siodmak, un director conocido por tres películas, Los asesinos, El espejo oscuro, sobre unas gemelas, y una especie de cinta de misterio a la Agatha Christie. Mucha de la música de las películas era más bien truculenta, entonces prefería el argumento y las imágenes”.
Cuando iba a conciertos le gustaba escuchar la música de Schubert, pero le emocionaban más la de Stravinsky, Schoenberg o Debussy. Entró al jazz a través de la música de Stan Kenton y Mahalia Jackson, a quien llama una especie de precursora de Aretha Franklin. Le incitaba la voz negra de Mahalia y los acordes modernos de Kenton, aunque, “ahora, cuando regreso a sus cerca de 50 álbumes, sólo cuatro o cinco me parecen buenos. Sin embargo, hay en ellos algo como música clásica moderna. Luego, por supuesto, me enamoré de Thelonious Monk, mi pianista favorito”.
¿Alguna vez conoció a Monk?
Sí lo conocí. Yo trabajaba como mesero en un club en Nueva York e iba a su casa. Escribí un artículo de tres o cuatro páginas para la revista The Keyboard Review el año en que murió. No lo conocí muy bien, pero solía cuidar a sus hijos. De hecho escribí una pieza para su hija, “Short Life of Barbara Monk” (la hija de Monk murió muy joven un poco después que su padre). Me involucré más y más en el jazz, tratando de ser un jazzista, pero no me sentía contento con la sección rítmica. Básicamente tocaba cosas con mucha imaginería. Me gusta más la música vocal que la orquestal
¿Cómo describiría su trabajo con la cantante Jeanne Lee?
Fue maravilloso conocerla, ir a la universidad con ella y tratarla cinco años antes de que hiciéramos un disco. Era una de las personas más fantásticas del mundo y es muy triste que haya muerto. Tenía una voz y un oído increíbles, fue una innovadora. Es muy triste que no haya recibido reconocimiento. Murió en México…
Música como la que usted hace es para minorías, ¿cuál cree que es la situación para el arte creativo en Estados Unidos?
Es muy triste. Algunos músicos no escuchan o a apoyan a otros músicos, y no creo que el público o el gobierno piensen que sea muy importante. Creo que cada vez la situación es peor. No me gustan las cosas que hacen los políticos, pero no puedo culparlos por todo lo que pasa. Preferimos ver Viaje a las estrellas que salir a escuchar a Clifford Brown o ver una cinta de Claude Chabrol o Luis Buñuel. No es que no deberíamos ver una comedia sobre la sexualidad –está bien verlas de vez en cuando–, pero no puedes escuchar a Ornette Coleman o Cecil Taylor como si fuera una pieza de música pop –aunque alguna es buena–.
¿Por qué esta falta de interés?
Una de las razones es que hay demasiada música. En los cuarenta sabías que estaban Armstrong, Ellington, Charlie Parker o la música gospel. Había una veintena de músicos que no habían hecho muchos discos antes de 1918 o 1920, así que realmente los conocías. Ahora hay mucha música que ni siquiera puedes escuchar. Por ejemplo, hay cosas maravillosas de Elvin Jones, pero ni siquiera yo tengo esos discos. La gente joven no tendrá la oportunidad de regresar a escuchar a Louis Armstrong porque hay mucha música, y la mayoría de los músicos prefieren tocar que escuchar. Y no le puedo echar la culpa de esto sólo a los políticos, porque: número uno, la gente está demasiado absorta en sí misma, y número dos, hay demasiadas cosas para escuchar, demasiadas!
El terreno del gusto musical es muy complejo…
Sí. A mí me encanta escuchar a Giovanna Daffini, que tiene 90 años y toca una música italiana muy simple, pero puedes darte cuenta que vive en el campo. John Lee Hooker y Robert Johnson hacían una música muy simple. Creo que no deberíamos tener música en los elevadores, pero a cualquier lugar que vas tienen música, así que tus oídos se cansan. Lo que molesta más es que haya música compleja o free jazz que no es tan grande como otra que sí lo es… No sé… Tal vez si fuera a escuchar a un grupo de música mexicana en un restaurante no me daría cuenta si el sonido de las trompetas o los violines es muy sintético o profundo y hermoso. Toma un tiempo apreciar las cosas. Incluso la música simple requiere crear un gusto, pero lo mismo ocurre con Schoenberg. No te puede gustar todo. Estoy contento de que te guste algo de mi música, porque creo que es posible que a gente muy buena no le guste lo que hago, y también habrá gente a quien no le guste Ella Fitzgerald o Charles Mingus, que son tan diferentes. Tienes derecho a construir tu propio gusto, pero debemos reconocer que Thelonious Monk es más grande que Kenny G. Y eso no es sólo una idea personal.
¿Cuál es la trascendencia del Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra?
El aspecto más importante y único del conservatorio es la diversidad de la facultad y sus ideas, dentro y fuera del departamento. En nuestro departamento, Improvisación Contemporánea/Tercera Corriente, tenemos a Hankus Netsky, un compositor maravilloso y multi-instrumentista que ha completado su tesis sobre la música klezmer en Filadelfia hacia 1915; Scott Sandvik, el guitarrista microtonal del Delta; Peter Row, un citarista educado en India y un filósofo del futuro, y la compositora y cantante suiza Dominique Eade
¿Cómo surgió el término tercera corriente?
Tercera corriente fue un término usado originalmente para describir un tipo de música que había existido durante varios cientos de ellos, aunque sólo fue acuñado por Gunther Schuller en los cincuenta. Cuando el término se volvió una moda, tuvimos trabajos hermosos de Schuller, el Modern Jazz Quartet, Gil Evans, Mikis Theodorakis, etcétera. Pero más tarde la música comenzó a hacerse vieja. Los pioneros del movimiento escogieron bien sus corrientes y bebieron profundamente de ellas, pero más tarde sus imitadores no hicieron lo mismo.
¿Cuál es su propósito como maestro?
Disfruto enseñar enormemente, especialmente a aquellos estudiantes que están interesados, motivados y preocupados con desarrollar un sentido de la Historia, aquellos que tienen un buen par de oídos y un sentido de estilo personal. Quiero que aprendan habilidades que los llevarán a un sentido de belleza ruda. Quiero que aprendan a negociar la dimensión desconocida entre lo extrovertido de la Historia, el repertorio, el aprender de los otros, etcétera, pero también quiero que vean en su interior y que aprendan a destilar en su música emociones como el miedo, el enojo, la alegría, el dolor. La extroversión debe preceder a la introversión. Hay una forma de estudio disciplinada donde hago que los estudiantes traduzcan a notas ideas específicas que desean usar en sus solos. A esto lo llamo composición líquida. Otras veces trato de alentar a los estudiantes a excavar con mayor profundidad en su vida de sueños. Estoy extremadamente interesado en explorar la mente subconsciente.
Usted ha hablado de la “primacía del oído”. ¿Cree que lo más importante para un músico es aprender a escuchar?
Sí, junto con una compresión de la Historia.
Su modo de improvisar es altamente personal. Incluso cuando toca la música de otros compositores la vuelve totalmente suya. ¿Cómo lo logra?
Me gusta el cine negro, el cine negro, el cine negro. Tuve a los mejores maestros en el mundo, como Mary Lou Williams, Mal Waldron y Gunther Schuller. Atesoro la privacidad.
¿Qué le gustaría que la gente sintiera al escuchar su música? Noir, una sensación de misterio.
¿Cuál es su mayor satisfacción como músico? Escuchar a otros.
http://www.revistaantidoto.com/musica.php?ed=15
Ran Blake - Improvisation (December 2001) Filmed by Michael Hanish