martes, 25 de enero de 2011

Raymond Carver / Y En Ese Desencanto Brutal Que Me Condena



Raymond Carver : A Short Cut


Escritor y poeta estadounidense nacido en Clatskanie, Oregón. Vivió en docenas de lugares trabajando en ocupaciones ocasionales y mal pagadas, debatiéndose en la más absoluta de las pobrezas, con un matrimonio destrozado, con graves problemas de alcohol durante varios años. Además de libros de poemas, Un sendero nuevo a la cascada (1985) y Bajo una luz marina (1986), publicó cuatro volúmenes de relatos que lo acreditaron como uno de los mejores escritores norteamericanos de la década: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? (1976), De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981), Catedral (1983) y Tres rosas amarillas (1988). Los libros de Carver están formados por relatos cortos que reflejan los dramas aparentemente más triviales, las catástrofes silenciosas de la gente más común, que poseen la capacidad de provocar una impresión fortísima, una indeleble conmoción. Dotado de un apreciable escepticismo y resentimiento, mediante una técnica escueta y directa, carente de adornos estilísticos, casi minimalista, dibuja una gama de anónimos perdedores de una sociedad que parece haberse olvidado de ellos: desempleados, alcohólicos, divorciados, seres solitarios que van hacia la deriva y que no tienen otra cosa que hacer sino mirar la televisión, evitando mirar a su propio interior y comprobar que no son más que sombras cargadas de desesperanza. En 1988, cuando estaba en su mejor momento, porque había dejado de beber, tenía una estimulante relación amorosa con la poeta Tess Gallagher y se había convertido en el mejor cuentista vivo estadounidense, se le detectó un cáncer de pulmón. Murió en Port Angeles, Washington ese mismo año. © epdlp


http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1556



Raymond Carver: El vacío como comienzo de todas las cosas




Por Rodrigo Burgos (2009)

Todo artista de cierta repercusión muerto prematura y sorpresivamente, debe aceptar el sino de la intranquilidad post-mortem: sus descendientes y albaceas olisquearán en su mesa de noche y traperías domésticas buscando un último filón que mantenga la leyenda en lo alto, aparte de enanchar las arcas, y aleje el fantasma del olvido al que todos están condenados inexorablemente.


Carver fue un escritor inmenso, y su obra sigue estando muy lejos del desgaste y la pérdida de sentido. A pesar de los tijeretazos de Gordon Lish, editor que confesó haber intervenido varios relatos del libro más famoso del autor de Tres Rosas Amarillas, De qué hablamos cuando hablamos de amor.


Hacia el 2000, Tess Gallagher, viuda del escritor, publica cinco cuentos que a lo largo de los noventa han sido descubiertos en diversas bibliotecas y universidades de los Estados Unidos. Son relatos de impresionante acabado, manuscritos en su mayoría, muy próximos al punto final. El resultado, Si me necesitas, llámame, es hasta ahora el último muestrario del hombre que prescindió de los artificios para descender a tientas hacia el escondite de los dolores más intensos de la vida corriente que es la tuya, la mía, la de todos: en donde respiran entrecortadamente los frágiles eslabones que nos mantienen a flote a pesar de tantos fracasos, terrores y desesperanzas.


Se le ha llamado minimalista al estilo de Raymond Carver, acentuando el hecho tal vez solo como una opción entre varias posibles. En cambio, su mirada sucinta, seca y carente de filtros, es la única alternativa para acercarse con algo de certidumbre al pozo de los íntimos y diarios quiebres de personas al borde del desbarranco.



Alguna vez Charles Bukowski explicaba que la existencia estaba a fin de cuentas determinada por las diarias rutinas: por la conversación con tu pareja, por esa cuenta impaga, por el temor a la falta de dinero, por una mala jornada en tu trabajo. Era la acumulación de este sedimento doméstico sobre el aplomo de hombres y mujeres lo que podía producir incontables caídas. Carver llevó este principio hacia el extremo. Sus narraciones versan sobre estados de crisis permanentes: hombres que terminan sus relaciones maritales y necesitan acometer actos redentorios para vislumbrar una salida; catástrofes sordas y casi inadvertidas por la comunidad que asolan a gente inserta en un constante ejercicio de supervivencia. Traumas y derrotas que sumen en el descolorido universo de la decepción pero, a su vez, en un deseo inacabable de persistir en la refriega.



Los personajes de Raymond Carver transitan por un friso donde son escasas las expectativas y los claros de luz, no obstante su decadencia no está sentenciada: hay una lucha, una capacidad de reacción que los enaltece. Y hay también un respeto por ese dolor, por el incesante malestar existencial de quienes pueblan las páginas de uno de los cuentistas fundamentales de la segunda mitad del siglo XX. Carver los deja desnudos en una intemperie emocional, pero es un desamparo en que surgen una fuerza y dignidad sobrenaturales. Un tránsito excesivamente escarpado en que el se recorre un camino desde un punto ingrato hasta otro tan o más terrible o al menos desconocido. Quién sabe, pero a la noche estaremos listos para una nueva aventura como se señala en “Leña”, soberbia narración que abre Si me necesitas, llámame. “Luego dejó el bolígrafo y se quedó un momento con la cabeza apoyada en las manos. Enseguida, se levantó, se desnudó y apagó la luz. Se metió en la cama dejando la ventana abierta. Así estaba muy bien”. Y para nosotros también lo está, querido Raymond!


http://surruido.com/2009/01/22/raymond-carver-el-vacio-como-comienzo-de-todas-las-cosas/