YAHVÉ M. DE LA CAVADA - Bilbao - 07/02/2011
Nadie podía esperarse la muerte de Gary Moore , con sólo 58 años. El guitarrista seguía en activo y en buena forma, viviendo la acogedora calidez de la vida de una estrella de pequeño calibre. Aunque Moore siempre pareció condenado a la "second line", Irlanda ha perdido a uno de sus hijos musicales predilectos. Nunca será tan emblemático como su viejo amigo Phil Lynott pero, como guitarrista, se merece el segundo puesto en la historia irlandesa del rock (con permiso de The Edge de U2), por detrás del gran Rory Gallagher.
Moore debutó profesionalmente a finales de los 60 tocando en grupos como Granny's Intention, Dr. Strangely Strange y, especialmente, Skid Row (no confundir con la banda de New Jersey liderada por Sebastian Bach), en donde coincidió con Lynott, que poco después formaría su propio proyecto, llamado Thin Lizzy. En 1974 Moore se unió a esa mítica banda -tras el abandono de Eric Bell- durante cuatro meses y, a partir de entonces, volvió a ella de manera intermitente, llegando a grabar como guitarrista oficial de Thin Lizzy el álbum Black Rose (1979). Tres meses después de la aparición del mismo, Moore abandonó el grupo abruptamente en mitad de una gira, aunque su relación con Lynott continuó hasta la muerte de éste, tanto en lo profesional como en lo personal.
Antes de finalizar la década Moore ya contaba con un par de álbumes a su nombre y un single en el Top 10 británico, Parisienne Walkways (co escrito, precisamente, con Lynott). Llegaron los 80 y, con ellos, una serie de grabaciones que le situaron en el firmamento del heavy blando o del rock duro, según se mire. Corridors of Power, Victims Of The Future, After The War y, sobre todo, los exitosos Run For Cover y Wild Frontier definieron un perfil de Moore basado en su asombrosa destreza con la guitarra y en buenos estribillos con alma de hard rock y un sonido demasiado obediente con la época. Grandes nombres como Ozzy Osbourne, Jack Bruce, Glenn Hughes o el propio Lynott aparecían en sus discos y poco a poco se iba labrando una reputación discreta, pero intachable. Así que decidió torcer su camino y tocar lo que quería: Blues.
Still Got The Blues consiguió llevar a las listas de éxitos dos cosas difíciles de ver en este negocio: un tema centrado en la guitarra eléctrica (Santana lo ha conseguido en varias ocasiones) y un disco con el blues como premisa. Pero el blues de Moore arrastraba un bagaje que le pasó cierta factura. No resultaba fácil dejar atrás sus antecedentes rockeros y el estilo frenético e hipertrofiado del guitarrista quedaba en evidencia ante el lenguaje del blues, más aún con Albert King y Albert Collins como invitados. Aún así, las ventas fueron tan bien que, de una forma u otra, Moore intentó repetir la fórmula en varias ocasiones. De hecho, en casi todos los discos del guitarrista posteriores a 1990 hay algún tema que emula el formato o estilo del popular single, en ocasiones rozando lo sonrojante.
Después de After Hours y del fabuloso directo Blues Alive, Moore consiguió grabar finalmente un verdadero disco de blues, Blues For Greeny, dedicado a su mentor (y una de sus principales influencias) Peter Green. El tortazo comercial fue lo suficientemente importante como para intentar reconducirse hacia el rock (Dark Days In Paradise) e incluso tontear con programaciones electrónicas (A Different Beat). En la última década de su carrera puso rumbo de nuevo hacia el blues con resultados más (Power Of The Blues) o menos (Back To The Blues) dignos. Seguía teniendo un público reducido pero fiel, algo que tal vez le llevó a cierto estado de paz. Su último disco de estudio, Bad For You Baby, mostraba a un Moore relajado y natural, consciente de sí mismo y fiel a ese estilo blues-rock tan suyo. Nadie, ni siquiera él, sabía que era el último capítulo de su discografía.
A partir de su giro hacia el blues a primeros de los 90, Gary Moore tuvo la maldición de quienes están en tierra de nadie. Los heavys le consideraron un traidor y los aficionados al blues nunca le aceptaron, teniéndole por un rockero reciclado. Nada más lejos. Con los años, el irlandés fue desarrollando un estilo muy personal en el que consiguió aunar la contención emocional del blues con el desenfreno del rock. Como ocurre con los grandes, adquirió una forma de tocar única y completamente reconocible que le acompañaría hasta el fin de sus días.
Observando atentamente la portada de Still Got The Blues se puede hacer un retrato pertinente de la inspiración de Moore, además de su propia personalidad. En ella se ve a un niño sentado en la cama de su dormitorio practicando con su guitarra Gibson Les Paul. En la pared, un gran póster de Jimi Hendrix y, esparcidos por la cama y el suelo, una docena de LPs entre los que es posible distinguir algunos de Albert King, John Mayall, B.B. King y Fleetwood Mac. En la contraportada del álbum, un Gary Moore adulto toca en la cama de un hotel, rodeado, en este caso, de un puñado de CDs. En la fotografía, Moore mira fijamente al único disco que se repite en ambas imágenes: el legendario Bluesbreakers de John Mayall y Eric Clapton. Los años pasan pero la música permanece. Esa es una buena forma de recordar a Gary Moore, con la mirada en sus raíces y las manos en su guitarra.
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Gary/Moore/cielos/elpepucul/20110207elpepucul_2/Tes
Gary Moore - "King Of The Blues"
Gary Moore: De Fiera Ecléctica a Hombre de Blues
Juantxo Cruz Madrid
Lunes 07/02/2011 19:21 horas
La isla de Irlanda ha dejado, para la historia del blues rock, a dos colosos de las seis cuerdas electrificadas: Rory Gallagher y Gary Moore. Ambos desarrollaron su estilo los años 70, tiempos de penuria económica, subdesarrollo e inmigración a gran escala.
Los dos músicos tuvieron la influencia decisiva, a finales de los años 60, del londinense Peter Green, guitarrista del grupo Fleetwood Mac. El blues eléctrico británico giraba en los tocadiscos europeos. Sonaban también las notas de Eric Clapton, John Mayall o Jeff Beck, que a su vez estaban rendidos al poder hipnótico de Elmore James o Muddy Waters.
Ni Gallagher ni Moore triunfaron como estrellas de rock en Estados Unidos. Pasearon sus dedos muy bien por los escenarios, pero no lograron un reconocimiento unánime del público norteamericano. El sello 'made in USA' sigue contando en los círculos del blues. Sí lo lograron en Europa, tierra que patearon de cabo a rabo, incluida España.
Gary Moore no es un músico clasificable a la primera de cambio. Gallagher sí; se ganó la etiqueta en el blues rock y nunca se la quitó hasta su muerte en 1995. A Moore le gustaba conducir toda velocidad por la autopista del rock, de repente dar un giro de 180 grados y encontrarse conduciendo en dirección contraria, para alarma o satisfacción, nunca se sabe, de sus seguidores. Su extremismo dejaba descolocados a prensa, compañía discográfica y seguidores. Unos lo retratan como un músico con altibajos en su carrera; otros prefieren la denominación ecléctico, investigador, siempre sumando recursos a su técnica.
En los años 70, sus inicios reflejaban un espíritu experimental, con gusto por la fusión de estilos, hermanando soul, rock, funk, jazz, música folk irlandesa y metal arcaico. Y puso de manifiesto una de sus bondades: el sólo épico de guitarra 'heavy'. Marca de la casa. Con Phil Lynott (Thin Lizzy) dejó para la historia en 1979 la clásica balada de Hard Rock 'Parisienne Walkways', incluida en el disco 'Back on the Streets', un autorretrato de su estilo guitarrero.
Ya en los años 80 se traslada a vivir a Los Angeles (EEUU) y su estilo se deja influenciar por dos jóvenes emergentes de la escena heavy metalera: el holandés Eddie Van Halen (Van Halen) y el alemán Michael Schenker (UFO, Scorpions). La competición entre los tres funda un nuevo 'Heavy Metal progresivo', bombas de 'napalm' en tu radiocasete. En 'Victims of the Future' , de 1983 encontramos a un Gary Moore agresivo, violento y muy, muy rápido.
En 1985 estrena el trabajo 'Run For Cover', que contiene la clásica balada 'Emty Rooms'. Los años siguientes no son buenos para Moore, nuevos experimentos fallidos con el pop y el metal, muchas críticas por los cambios de rumbo y una sensación de decepción. El tema 'Over The Hills And Far Away', de 1986, y el instrumental 'The Loner', de 1987, fueron el punto de partida para su lírica melódica y asentar su virtuosismo con el instrumento.
'Soy un bluesman'
Sin embargo, el cambio de década comenzó muy fuerte para el músico de Belfast. Nos dejó su obra más comercial y reconocida, una obra esencial en el nuevo blues blanco: 'Still Got The Blues', de 1990. Tras los últimos tropiezos, Gary encuentra de nuevo un camino en los estándares de blues clásico proclamados por Peter Green, Clapton, Hendrix o B.B. King décadas atrás. En esta década también dejó algún recado experimental, con más pena que gloria, adentrándose en las fronteras de la fusión con la electrónica.
La década del 2000 es cuando Moore se centra y enfoca mejor su carrera. Lo tiene claro: 'Soy un bluesman', contestaba cuando se le preguntaba por su estilo. Un hombre de blues sin tierra que firma un sólido y de corte clásico 'Back to The Blues' en 2000 o el albúm de retro blues rock 'Scars' de 2002, homenajeando a Cream y Hendrix.
Desde 2005 hasta su muerte sólo atiende la blues eléctrico, combinándolo con giros metálicos y recursos 'jazzy'. El viejo blues de Otis Rush, Willie Dixon o Muddy Waters e incluso los giro de rock and roll de Chuck Berry son sus fuentes de inspiración. Trabajos como 'Old New Ballads Blues', de 2006, o su último 'Bad For Your Baby', de 2008, son pruebas fehacientes de ello. Además de ser un virtuoso del instrumento, se caracterizó por ser un gran cantante, especialmente para el blues, y muy digno letrista.
Guitarristas actuales y brutales como Joe Bonamassa, Philip Sayce, John Sykes o Kirk Hammett (Metallica), por citar unos pocos, han bebido de sus 'riffs' y punteos. Gary es un fijo en las revistas especializadas sobre técnica.
Cualquier guitarrista que quiera adentrarse en el mundo de Moore ya sabe lo que le espera: trabajo, trabajo y trabajo. Una rutina militar con el metrónomo para combinar las escalas pentatónicas con las mayores y las menores, una lucha eterna con la palanca de vibrato, una práctica de cambios de velocidad de fraseo de las notas en milésimas de segundo, gran paciencia para aguantar ritmos desbocados durante minutos, y mucha estamina para poner en práctica todo tipo de ligados, 'hammer-ons', 'pull offs' y 'tapping'.
Moore utilizó guitarras clásicas, como las Gibson ES 335, Firebird V o Gold Top. En la década de los 80 se contagió de la fiebre de las maravillosas estadounidenses Charvels y Hammer, clásicas dentro del Heavy Metal. Sin embargo, hay una que sobresale sobre todas, la eterna Gibson Les Paul del 59. Gary le exprimió con fuerza, en sus riffs de Hard Rock, sus solos instrumentales y, fundamentalmente, en sus eternos sostenidos, un vibrato violento que escurre la nota durante varios segundos, colocándole en la 'pole position' del blues europeo. Su inesperada muerte en Estepona, por causas naturales, tiene de luto a toda la familia de la guitarra eléctrica.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/02/07/cultura/1297102320.html
Parisienne Walkways - Gary Moore