sábado, 18 de diciembre de 2010

Captain Beefheart / Absolute Genius




Adiós a Captain Beefheart, el genio iconoclasta del rock

18 de Diciembre de 2010

Por Fernando Navarro


La música popular ha perdido a un genio sin igual. Rupturista e indescifrable, Don Van Vliet, alias Captain Beefheart, creador de una de las obras más influyentes y menos comerciales de la historia del rock, murió ayer a los 69 años en Trinidad, California. Enfermo de esclorosis múltiple, el músico vivía recluido en pleno desierto californiano, alejado del mundo discográfico y entregado de lleno a la pintura, su otra gran pasión más allá de la música.



Nacido en 1941, en Grendale, California, Beefheart, que siempre impregnó su biografía de anécdotas imposibles, fue un niño prodigio, con especial talento para la escultura, que pasó su adolescencia en Lancaster, Mojave, donde conoció a Frank Zappa y se interesó por la música. Apenas se afeitaba el bigote, aprendió a tocar la armónica y el saxofón y dejó los estudios para meterse en grupos locales o dejarse liar por el incombustible Zappa, tanto para tocar en una banda como para grabar películas. En 1964, adoptó su nombre artístico, formó a su formación de acompañamiento, la Magic Band, y empezó a grabar sus primeras canciones para el sello A&M, aunque el presidente de la compañía asegurase que sus composiciones eran “demasiado negativas”.



A decir verdad, Beefheart se estaba adelantado a su tiempo. En 1967, tras pasar a la discográfica Buddah, publicó Safe as milk, una obra vanguardista, repleta de ecos del Delta del Mississippi y ritmos frenéticos, melodías viciosas con lírica surrealista. El guitarrista Ry Cooder, quien admiraba el concepto musical de Beefheart, formó parte del tejido instrumental que experimentaba con el blues, el jazz, la psicodelia, el folk tradicional y el R&B. Siempre bajo la premisa de la innovación y el glorioso fantasma de Howlin’ Wolf. Porque, con ese vozarrón, ese rugir en falseto, estrambótico, de pena y redención, Beefheart parecía poseído por el espíritu del blues de Wolf, tan rapante para arrancar el alma del oyente.


El músico californiano se había convertido en vanguardia. En aquel año, cuando la revolución del rock se hallaba de nuevo en la cresta de la ola con un enorme listado de discos fantásticos y con el ímpetu de la invasión británica liderada por los Beatles y los Rolling Stones, escuchar a Captain Beefheart era sofisticado, aunque su música era una empresa nada rentable. Sus canciones no llegaban a lo alto de las listas.


En 1968, certificó su talento con Strictly Personal aunque un año después publicó su gran obra maestra, Trout Mask Replica, un doble álbum tan abstracto como pletórico, donde Beefheart no se lo pone fácil al oyente pero alcanza la categoría de genio por sus fantasías, superando al sueño hippie y recreándose en composiciones impresionistas. Bajo la producción onírica de Frank Zappa, sus 28 canciones constituyen una de las grandes cimas del rock. Oscuro y bello, lejano e hiriente, el aullido de Beefheart adquiere carácter universal jugando en los extremos, sin concesiones al aspecto comercial, e insuflando doo-wop, blues, country, free jazz o boogie sureño. Es en lo drástico donde se camufla el arte de Beefheart y a la vuelta espera el mundo de lo absurdo y tremebundo pero real como un cuchillo. Como el mismo cantante decía: “La idea es exprimirlo todo”.



Con esa premisa, la onda expansiva de Trout Mask Replica fue imparable. De alguna manera, sus resonancias se dejaron notar en el movimiento punk y la new wave británica. También en los Rolling Stones. Sonic Youth también lo citan entre sus influencias más destacadas. Sin embargo, el verdadero alter-ego de Beefheart siempre ha sido Tom Waits, toda vez que se reinventó con el disco Swordfishtrombones y se introdujo en su universo fanático, de hombre lobo rastreando en el pasado blues. De él absorbió incluso la capacidad de contar historias rocambolescas para hablar de sí mismo.



A partir de entonces, Beefheart nunca consiguió igualar Trout Mask Replica pero siguió publicando discos, algunos tan destacados como The Spotlight Kid y otros bastantes más flojos como Blue Jeans & Moonbeans. A principios de los ochenta, decidió dejar la música y acabó viviendo en una caravana en Mojave, donde se dedicó a la pintura. Durante años, estuvo exponiendo en galerías de Nueva York y San Francisco. Sin popularidad mediática ni una gran cantidad dólares por la venta de sus discos, lo había exprimido todo pero nadie le había echado y, a la vista de su influencia, lo sabía como un susurro: era un genio.

http://lacomunidad.elpais.com/ruta-norteamericana/2010/12/18/adios-captain-beefheart-genio-iconoclasta-del-rock



Captain Beefheart & Magic Band - Sure 'nuff 'n Yes I do