Emoción en estado puro
MIQUEL JURADO 30/10/2009
Pocas veces un festival de jazz habrá alzado el telón con un concierto de la envergadura, intensidad y belleza del que anteanoche abrió el 41º Festival de Jazz de Barcelona. Una auténtica maravilla, jazz con mayúsculas, del que penetra hasta lo más profundo.
Wayne Shorter y sus tres fieles compañeros desgranaron en el escenario del Auditori una música implacable, sin concesiones y de una densidad por momentos desasosegadora, pero cargada de belleza reconfortante. Tal era el impacto de lo ejecutado que el público que llenó el local tardó en atreverse a romper el hechizo con sus aplausos.
El concierto no duró ni 90 minutos, pero fueron de tal intensidad que muchos abandonaron el Auditori con una mezcla de cansancio y excitación en el rostro. Cansancio porque la propuesta de Shorter exige entrega constante, idéntica a la que despliegan los cuatro músicos, que, a pesar de llevar años juntos, reaccionan como si cada intercambio de frases musicales fuera nuevo. Y lo era porque la música de Shorter utiliza arreglos milimetrados, pensados para la personalidad de cada músico, pero repletos, a la vez, de libertad.
Shorter intercambió saxo soprano y tenor, y estuvo mucho más lírico con el tenor y más punzante y agresivo con el soprano. El pianista panameño Danilo Pérez fue el contrapunto capaz de ir de las armonías clásicas al tumbao latino sin desvirtuar la esencia jazzística de su jefe. A su lado, el contrabajista John Patitucci y el batería Brian Blade dejaron claros su virtuosismo y personalidad. Blade ponía en vilo al Auditori cada vez que asumía el control con sus tambores y platos.
Y el público acabó en pie, aplaudiendo, gritando, excitado. Emoción en estado puro.
MIQUEL JURADO 30/10/2009
Pocas veces un festival de jazz habrá alzado el telón con un concierto de la envergadura, intensidad y belleza del que anteanoche abrió el 41º Festival de Jazz de Barcelona. Una auténtica maravilla, jazz con mayúsculas, del que penetra hasta lo más profundo.
Wayne Shorter y sus tres fieles compañeros desgranaron en el escenario del Auditori una música implacable, sin concesiones y de una densidad por momentos desasosegadora, pero cargada de belleza reconfortante. Tal era el impacto de lo ejecutado que el público que llenó el local tardó en atreverse a romper el hechizo con sus aplausos.
El concierto no duró ni 90 minutos, pero fueron de tal intensidad que muchos abandonaron el Auditori con una mezcla de cansancio y excitación en el rostro. Cansancio porque la propuesta de Shorter exige entrega constante, idéntica a la que despliegan los cuatro músicos, que, a pesar de llevar años juntos, reaccionan como si cada intercambio de frases musicales fuera nuevo. Y lo era porque la música de Shorter utiliza arreglos milimetrados, pensados para la personalidad de cada músico, pero repletos, a la vez, de libertad.
Shorter intercambió saxo soprano y tenor, y estuvo mucho más lírico con el tenor y más punzante y agresivo con el soprano. El pianista panameño Danilo Pérez fue el contrapunto capaz de ir de las armonías clásicas al tumbao latino sin desvirtuar la esencia jazzística de su jefe. A su lado, el contrabajista John Patitucci y el batería Brian Blade dejaron claros su virtuosismo y personalidad. Blade ponía en vilo al Auditori cada vez que asumía el control con sus tambores y platos.
Y el público acabó en pie, aplaudiendo, gritando, excitado. Emoción en estado puro.