domingo, 29 de agosto de 2010

Miles Davis / Isle of Wight 40th Anniversary


"Call it Anything"

En 1970, en algún lugar de la remota Isla de Wight, Miles Davis propuso una nueva metafísica, pero nadie se dio cuenta de ello... o casi nadie

Por Patricio Flores

29 de Agosto de 1970, Isla de Wight, en la costa sur de Inglaterra. Desde donde estoy yo ahora, no se ve bien.

600.000 jóvenes. Imagino desde mi modesto y remoto mirador que la excitación reinante es indescriptible, de avidez absoluta, imponente. Avidez de "algo", de cualquier cosa. "Algo" que seguramente depare gritos, sexo, sangre, mujer, tierra, magia, de obnubilarse y de salirse de... todo esto. Eso es, aturdirse. Pero repito, estoy demasiado lejos como para ver con claridad.

Alcanzo a ver marinos, pero no todos serán aptos para enfrentar semejante océano de almas. Muchos naufragarán al primer cimbronazo de las olas. Habrá llanto y se derramarán libaciones a todos los dioses conocidos. Pero los dioses no siempre son complacientes, y casi ninguno llegará entero al final del viaje. Eso está reservado a los Héroes.

Huelo a religión. Humos de ofrendas, hecatombes, y un dejo lejano a marihuana. Arúspices y pueblo desbordantes y desbordados.

Los heraldos se pelean entre sí; las noticias son extravagantes, ninguno acierta a describir ni mucho menos a resolver este enigma y se contradicen embobados, nerviosos.

Pero en algo coinciden todos: se ha filtrado "Alguien poderoso" de otra religión y de otros dioses, de otra... galaxia.

Y a las cinco en punto saldrá al escenario.

¿Lo recibirán de pie o de rodillas? ¿Se le deja hablar, o se le arrojará al Hades de la indiferencia antes de lo dispuesto por el destino? ¿Qué opinarán los sacerdotes de esto? ¿Y si se arriesga lo ya conquistado? ¿Y si el daño fuera irreparable?

El 29 de agosto de 1970, exactamente desde las 17 y hasta las 17 y 38 hs, bajo el amparo de una tenue y expectante brisa de aplausos, Jack de Johnette arrancará con el ritmo, y se le irán arrimando los ruiditos de Airto Moreira, una base bien funky de Dave Holland, las manos derecha de Chick Corea (Piano Fender Rhodes) y Keith Jarret (órgano... y, recuerde que veníamos hablando de religión), se plantará bien abierto a la izquierda el alerta saxo soprano de Gary Bartz...

Y adelante y al centro, el monolítico Miles Davis

Arrancará ligando dos notas, dos células.

Y en el reino de los elementos primordiales, contemplamos la danza sensual entre dos células que se unirán, multiplicarán y diversificarán y que serán una obsesión y una constante. Una creación dentro de otra creación.

Y así como la cosa nacida del agua ya no es agua, lo que Miles tocaría en Wight ya no sería música.

Punto final a la magia y a lo femenino. Hoy es el reino del Hombre sin límites, un espíritu sin biblias cuyos instrumentos no tienen frenillos.

¿De donde venimos?

Tomar un instrumento y desdeñar todo lo tocado, todo lo oído... trocar la sensualidad conocida de cierta sucesión de acordes, de una tonalidad, de un ritmo; la comodidad de un prestigio bien ganado y una música respetada... por otra divinidad impiadosa y cruel con los débiles, que también se hace con instrumentos pero no parece ser música, eso es no tener límites.

El por entonces joven y hoy ya mítico "Kind of Blue" solo fue un puente en la construcción musical de Miles. Bellísimo paisaje, más no una estación, y jamás una Terminal.

Del brazo de Wayne Shorter –su profeta de los sesenta- Miles despuntaría su derrotero definitivo. Justo cuando el hombre llegaba a la Luna, Miles salía del océano. Tomando las cartas marinas del Monje, lo repensó en su esencia, lo transportó a la trompeta, y desde allí al tuétano mismo de aquellos que tienen carne y huesos en el alma. Y desinhibido como era, tomó prestado sin culpa de algunos sonidos que llegaban de la casa del vecino Hendrix o del otro vecino más alejado, James Brown.

Para eso tuvo que electrificarse. Y no dudó en hacerlo.

Ya Darwin nos enseñó lo suficiente como para que entendamos de que se trata esto de adaptarse a los cambios .

No digo con esto que haya sido el primero ni siquiera el único que lo intentara. Lo que es un hecho indudable es que Miles se lanzó ante un público mucho más numeroso y por demás exigente que el de las complacientes mesas de un club nocturno o los estudios de alguna radio de New York, su amante incondicional: al de la juventud.

Los "millares de Wight" enmudecieron durante 38 minutos. Casi que ni se perciben esas aromáticas bengalas fumables.

Miles bajaría sin hablar del escenario.

Pasaron cuarenta años desde entonces. Recién ahora algunos nos estamos desperezando. En fin. Dejo mis binoculares transoceánicos sobre el escritorio. De allí, a rearmarse (en todos los sentidos del término), a repensarse. Créame buen joven, es mejor tarde que nunca.


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Call it Anything - Miles Davis - Isle of Wight 1970 (Fragmento)