Los colores de un saxofonista
Casi veinte años después, el silencio se ha convertido en una explosión de formas y colores. Lurie acaba de publicar su libro de dibujos A fine example of art (powerHouse). Ahora pinta porque no puede hacer otra cosa. Aquejado por la extraña enfermedad de Lyme (la transmiten las garrapatas), se vio obligado a retirarse. "Durante años he padecido migrañas que me nublaban la vista, temblores y dolores insoportables. Fue un deterioro progresivo, tardaron mucho tiempo en diagnosticarme la enfermedad, entre otras cosas porque las aseguradoras se resisten en EE UU a hablar de ella porque su tratamiento es muy caro. Desde hace un año estoy mejor, pero apenas puedo escuchar música, ataca directamente mi sistema nervioso, sólo oigo un ruido insoportable". La pintura se ha convertido en su refugio creativo. "Pero nada es como la música. La música está por encima de todo, ¡es mejor que el sexo, mejor que Dios! Quizá sólo la mezcla de los dos... pero tampoco". Lurie habla desde un rancho de Big Sur (California), la casa de un amigo. "Una preciosidad", dice. "Estoy huyendo". "Una historia increíble. Un tipo, conocido, que intentó suicidarse y al que ayudé, y que ahora quiere matarme. Un loco. La policía me dijo que me fuera una temporada de Nueva York. El acoso ha sido terrorífico".
Al hablar de sus dibujos, pequeñas acuarelas que evocan su pasión por Klimt ("todavía recuerdo mi primer viaje a Viena", suspira) o por los envoltorios de los caramelos tailandeses, dice que piensa en colores y luego en microrrelatos. Los titula No sodomizaré a la profesora los viernes, Feliz como un pene o Bart Simpson tiene cáncer de cara. Se ríe y añade: "Pero lo primero son los colores". "Cuando me voy a la cama pienso en colores y son ellos los que me dan el primer impulso para empezar un dibujo. Luego viene la historia. Puedo estar 14 días seguidos pintando sin parar, de un modo impulsivo y frenético. Luego paro, hasta el nuevo impulso".
Vende su obra en varias galerías de su país. El escritor Glenn O'Brien habla de ese don que permite a unos pocos moverse entre lo más sagrado y lo más trivial. Lurie, sin embargo, dice que a veces se harta: "Soy uno de esos idiotas de la vida que piensa que las cosas pueden salir bien pero siempre me despierto con un martillazo en la cabeza. Creo en las cosas y en las personas pero siempre hay alguien que me demuestra que me equivoco. Con mi último libro tuve infinidad de problemas con mi editor y con mi agente. Trabajé durante meses con un diseñador para que luego el editor hiciera de las suyas sin consultarme. Lo peor es que he firmado un contrato que no sabía que me ataba a él para los próximos diez años. Siempre me ocurren cosas desagradables como ésta. Soy ingenuo y ciertamente un idiota". "Aunque pese a todo siempre he sido un tipo con suerte, y me gustan las cosas que hago. Quizá podría haber hecho una fortuna, pero tengo otras cosas. Hasta cuando era actor, y era lo peor que sabía hacer, tuve suerte".