Jueves, 11 de Junio de 2009
CINE › MARTHA ARGERICH, CONVERSACION NOCTURNA, DE GEORGES GACHOT
Al final, todo es cuestión de swing.
La película fue rodada en 2003, pero la misma Argerich la bloqueó en su momento y luego la autorizó. Todo eso queda a un lado frente al inusual retrato de una artista única, que la cámara expone en sus actos explícitos y sus ocultamientos.
Por Diego Fischerman
En septiembre de 2003, mientras Martha Argerich se presentaba en el Colón por cuarto año consecutivo, luego de trece de no haberlo hecho, se anunció el estreno de Conversación nocturna. Se trataba de un film documental de Georges Gachot en el que se alternaban algunas extraordinarias filmaciones de archivo con el primer plano casi excluyente de la pianista hablando de sí misma. Pero la película no llegó a verse. Argerich no dio su aprobación, interpuso un recurso y el juez actuante determinó que las copias existentes se retiraran de circulación. Nunca se aclaró exactamente qué fue lo que hizo que ella, que había hablado a cámara durante horas y horas y que seguramente ya había visto el film, decidiera un acto semejante. La hipótesis más verosímil terminó siendo que la estrella había decidido proteger el derecho a la exclusividad de una de sus hijas, que supuestamente también haría un documental sobre ella. Ese segundo film nunca existió pero, a cambio, finalmente, esta poderosa y descarnada conversación nocturna llega a los cines argentinos.
Milan Kundera narra, en el comienzo de La inmortalidad, el momento en que una mujer ya grande hace un gesto juvenil. En que la adolescente habita un cuerpo que ya no es el suyo. Martha Argerich es permanentemente esa mujer. Sus mohínes de Lolita genial y caprichosa, sus carcajadas repentinas, sus súbitos momentos de introspección y melancolía, atraviesan ese cuerpo –el de una mujer de más de cincuenta años– que ella no reconoce como suyo. “El otro día vi Gran Hermano”, dice, en el principio de la película. “No entiendo esa gente que quiere que vean su vida privada.” Y, por supuesto, a lo largo del film, no hace otra cosa que mostrar su vida privada. Y la muestra tanto en aquello que hace explícito como en sus ocultamientos. Mira a cámara y dice “no, apaguen la cámara”. En ese entregarse seguido de la retractación aparece el mismo gesto que la llevó a hacer retirar el film de la distribución.
Tal vez es en una de sus frases, “en la infancia es cuando sucede todo”, donde se encierra la clave. Gachot acierta al seguir el propio ritmo de la pianista. La deja ir y venir, deriva con ella. Y la figura del entrevistador está deliberadamente ausente. La cámara es una especie de espejo y es una niña, encerrada en otro cuerpo, casi disfrazada, la que juega a ser entrevistada. En el comienzo y en el final, Argerich toca junto a un niño prodigio del violín. Se muestra seducida, tal vez, más por la niñez que por el violín. No es ése, desde ya, el mejor momento musical. Verla a ella a los 16 años, en cambio, tiene una contundencia única. Y esa fantástica Partita en Do Menor de Bach que, en sus manos, se aproxima al jazz, vale por todo el documental. “Cuando toqué esa Partita en los Estados Unidos se me acercó un crítico de jazz a decirme que nunca la había oído así. Que yo la tocaba con swing. Por ahí es eso, ¿no? Se trata de tocar con swing”, reflexiona casi a solas. Y es posible que tenga razón. Que todo sea, al fin y al cabo, una cuestión de swing.
CINE › MARTHA ARGERICH, CONVERSACION NOCTURNA, DE GEORGES GACHOT
Al final, todo es cuestión de swing.
La película fue rodada en 2003, pero la misma Argerich la bloqueó en su momento y luego la autorizó. Todo eso queda a un lado frente al inusual retrato de una artista única, que la cámara expone en sus actos explícitos y sus ocultamientos.
Por Diego Fischerman
En septiembre de 2003, mientras Martha Argerich se presentaba en el Colón por cuarto año consecutivo, luego de trece de no haberlo hecho, se anunció el estreno de Conversación nocturna. Se trataba de un film documental de Georges Gachot en el que se alternaban algunas extraordinarias filmaciones de archivo con el primer plano casi excluyente de la pianista hablando de sí misma. Pero la película no llegó a verse. Argerich no dio su aprobación, interpuso un recurso y el juez actuante determinó que las copias existentes se retiraran de circulación. Nunca se aclaró exactamente qué fue lo que hizo que ella, que había hablado a cámara durante horas y horas y que seguramente ya había visto el film, decidiera un acto semejante. La hipótesis más verosímil terminó siendo que la estrella había decidido proteger el derecho a la exclusividad de una de sus hijas, que supuestamente también haría un documental sobre ella. Ese segundo film nunca existió pero, a cambio, finalmente, esta poderosa y descarnada conversación nocturna llega a los cines argentinos.
Milan Kundera narra, en el comienzo de La inmortalidad, el momento en que una mujer ya grande hace un gesto juvenil. En que la adolescente habita un cuerpo que ya no es el suyo. Martha Argerich es permanentemente esa mujer. Sus mohínes de Lolita genial y caprichosa, sus carcajadas repentinas, sus súbitos momentos de introspección y melancolía, atraviesan ese cuerpo –el de una mujer de más de cincuenta años– que ella no reconoce como suyo. “El otro día vi Gran Hermano”, dice, en el principio de la película. “No entiendo esa gente que quiere que vean su vida privada.” Y, por supuesto, a lo largo del film, no hace otra cosa que mostrar su vida privada. Y la muestra tanto en aquello que hace explícito como en sus ocultamientos. Mira a cámara y dice “no, apaguen la cámara”. En ese entregarse seguido de la retractación aparece el mismo gesto que la llevó a hacer retirar el film de la distribución.
Tal vez es en una de sus frases, “en la infancia es cuando sucede todo”, donde se encierra la clave. Gachot acierta al seguir el propio ritmo de la pianista. La deja ir y venir, deriva con ella. Y la figura del entrevistador está deliberadamente ausente. La cámara es una especie de espejo y es una niña, encerrada en otro cuerpo, casi disfrazada, la que juega a ser entrevistada. En el comienzo y en el final, Argerich toca junto a un niño prodigio del violín. Se muestra seducida, tal vez, más por la niñez que por el violín. No es ése, desde ya, el mejor momento musical. Verla a ella a los 16 años, en cambio, tiene una contundencia única. Y esa fantástica Partita en Do Menor de Bach que, en sus manos, se aproxima al jazz, vale por todo el documental. “Cuando toqué esa Partita en los Estados Unidos se me acercó un crítico de jazz a decirme que nunca la había oído así. Que yo la tocaba con swing. Por ahí es eso, ¿no? Se trata de tocar con swing”, reflexiona casi a solas. Y es posible que tenga razón. Que todo sea, al fin y al cabo, una cuestión de swing.
9-MARTHA ARGERICH, CONVERSACION NOCTURNA
Francia, Alemania, Suiza, 2003.
Dirección: Georges Gachot.
Fotografía y cámara: Milivoj Ivkovic y Matthias Kälin.
Montaje: Ruth Schläpfer.
Música: Luc Yersin.
Intérpretes: Martha Argerich, Nelson Freire, Friedrich Gulda, Charles Dutoit, Jörg Faerber y André Prévin.
Francia, Alemania, Suiza, 2003.
Dirección: Georges Gachot.
Fotografía y cámara: Milivoj Ivkovic y Matthias Kälin.
Montaje: Ruth Schläpfer.
Música: Luc Yersin.
Intérpretes: Martha Argerich, Nelson Freire, Friedrich Gulda, Charles Dutoit, Jörg Faerber y André Prévin.