lunes, 16 de mayo de 2011

Bill Callahan / The Seven Episodes of Apocalypse



Canciones para el hundimiento


"Me interesa trabajar con la idea de un país en decadencia", afirma el músico estadounidense Bill Callahan, que publica nuevo disco, 'Apocalypse', y una novela


XAVI SANCHO - Barcelona - 10/05/2011


"Este va a ser mi último disco. Está claro, ¿no?". Bill Callahan ensaya un conato de chanza al respecto del título de su nuevo álbum, Apocalypse (Apocalipsis). Pero su tono es tan serio que incluso el hombre más airado del folk siente la necesidad de justificarse. "Es broma". ¿Es la primera vez en su vida que dice 'es broma'? "Podría ser", interviene circunspecto uno de los personajes más opacos, áridos e interesantes de la música norteamericana de las tres últimas décadas.

Desde su rancho a las afueras de Austin (Texas), Callahan responde con la misma displicencia preguntas sobre su legado musical, su posicionamiento vital actual, su aventura literaria e incluso su nuevo álbum, el que se supone que se halla promocionando en estos momentos. "Pocos músicos encontrarás que amen tanto el silencio como yo. Lo adoro en la música y, sobre todo, en las entrevistas", apunta el artista.

Apocalypse es el tercer disco de Callahan desde que abandonara el alias de Smog, proyecto personal que le dio una vida extra al folk, gracias a sumar a una personalidad apabullante una aproximación musical mucho más acorde con la vanguardia que con la tradición conservadora del género. No por nada estamos hablando de un tipo que ha colaborado con Jim O'Rourke o Tortoise. Tras el sorprendente éxito de su anterior propuesta (Sometimes I wish I were an eagle), Apocalypse retorna de alguna manera a reflejar su displicencia ante una realidad de la que parece formar parte de manera accidental.

Grabado en directo, el disco ofrece el arrastrado y atonal fraseo de Callahan sobre una producción espartana que solo se permite algún que otro flirteo con el jazz o el soul. Es menos efectista, pero mucho más efectivo. Lo presentará en directo en San Sebastián, Barcelona y Madrid los próximos 21, 22 y 23. En septiembre se podrá adquirir la traducción de su novela epistolar, Cartas a Emma Bowlcut, que editará Alpha Decay y que, desafortunadamente, no contiene misivas reales enviadas a Joanna Newsom o Chan Marshall, pin ups underground y ex parejas de este imposible seductor. Eso sí, el libro cuenta con más de una pista sobre la naturaleza del personaje: "Al respeto de tu visita, debo decirte que no soy una persona de formas amables, así que mejor trae un libro", escribe el autor de Knock Knock.

"Creo que el mensaje que quiero transmitir se entiende mejor en Apocalypse que en otros discos anteriores. Bueno, para eso debería querer yo lanzar algún mensaje, claro. Al final, no sé, los discos los forman canciones y este disco tiene estas como otros cuentan con otras", analiza concienzudamente el norteamericano, quien a pesar de -por posicionamiento vital- rehuir el enfrentamiento directo con su propia obra no puede escaquearse de comentar un tema del largo, America!, en el que visualiza su tierra natal mediante referencias a Johnny Cash o David Letterman. "Soy consciente de que últimamente no le caemos demasiado bien al mundo. A pesar de eso, seguimos siendo una potencial cultural, con nuestras estúpidas películas de Hollywood y todo eso. El problema es que no hemos asumido que estamos a punto de dejar de ser una potencia económica. Me interesa mucho la idea de empezar a trabajar con el tema de un país en decadencia".

Callahan se dio a conocer a finales de los años 80 con la grabación de una serie de cintas de casete experimentales -más por necesidad que por vocación- que, poco a poco, le granjearían el favor de la escena más alternativa y, finalmente, un contrato discográfico. Lo que entonces era trayecto hoy parece convertirse en destino. La baja fidelidad y los formatos de reproducción supuestamente superados son en la actualidad parte de una tendencia con visos de realidad ineludible, mientras que en aquella época "se hacía lo que se podía", interrumpe el músico. "Hoy no tiene sentido hablar sobre el poco tiempo o dinero que empleas en grabar un disco, cuando ya nadie se gasta un duro en hacerlos. Y así suenan muchos, claro. Supongo que si empezara ahora haría lo mismo que hacía entonces, que no es demasiado distinto a lo que grabo hoy, la verdad. Eso sí, nadie vería nada original en mi forma de grabar discos. Tal vez debería recuperar los paréntesis en mi nombre, para parecer moderno".

En 2001, Smog se convirtió en (Smog). La leyenda cuenta que, con este movimiento, Callahan buscaba centrar la atención en la música y no en el epígrafe que por aquel entonces se había convertido en motivo de adoración underground. Luego optaría por su propio nombre.: "Lo hice por... ninguna razón en especial. Se me ha olvidado ya lo que decía en todas las entrevistas en que me preguntaban esto hace cuatro años. Una pena, pero, si quiere, le puedo dar mi repuesta robot para la gestación de mi último disco: escribí las canciones durante dos meses y medio, ensayé tres días con la banda, cogí el coche hasta los estudios Sonic Ranch...".


http://www.elpais.com/articulo/cultura/Canciones/hundimiento/elpepucul/20110510elpepicul_3/Tes



Bill Callahan - Riding For The Feeling- From Bill Callahan's Album "Apocalypse"





Bill Callahan / Apocalypse



Otro soberbio álbum de uno de los cantautores norteamericanos más importantes, junto a Will Oldham, de su generación

Por Raúl Guillén - 27 Abr 11, 20:34

“La gente real se marchó, encontraré una palabra mejor algún día, quedando solo mis sueños y yo, mi rebaño y una caja de resonancia”. Así de peregrino comienza ‘Drover’, primer corte de ‘Apocalypse’, donde Callahan se erige en pastor de ese rebaño (sus ideas y sentimientos) al que lucha por dominar inútilmente. Según sus propias palabras, la continuación de su obra capital (‘Sometimes I Wish We Were An Eagle‘, uno de los discos de la pasada década a juicio de JNSP) es una profunda mirada a sí mismo en un espejo, que después orienta hacia el resto del mundo. Este autor imprevisible y exigente pone aquí todo su talento para retratar su visión sobre altas cuestiones tradicionalmente perseguidas por la filosofía como qué es el hombre, cuál es su papel en el mundo y en qué medida es libre.

Esta vez Callahan sacrifica aquellos poderosos arreglos de cuerda y viento que gobernaban su anterior álbum en aras de una mayor crudeza y naturalidad, merced a una grabación en la que las bases eran habitualmente registradas en una sola toma con toda la banda tocando simultáneamente en el estudio (en ella repiten el gran Neal Morgan a la batería y Brian Beattie al bajo). Toda aquella belleza ampulosa parece subyacer en ‘Apocalypse’ de una forma contenida, aflorando solo en medidas pinceladas, una traviesa flauta travesera allí, un certero acorde de Wurlitzer aquí, un amargo fiddle acullá. Pero, sobre todo, en ‘Apocalypse’ mandan las guitarras, ya sea con un sonido rotundo y acústico como en ‘Drover’ o con delicados arpeggios y solos (como en ‘Baby’s Breath’ o la maravillosa ‘Riding For The Feeling’). Guitarras que, con etéreos toques de country, jazz o blues (raíz en definitiva), configuran un nuevo y bello retrato del mundo único, inimitable, del autor de Maryland.

Callahan parece buscar esa misma distinción en lo lírico situándose, siempre en primera persona, como un ser en una circunstancia aparentemente apacible pero bajo una tensión interna que le empuja a abandonar la estabilidad para perseguir algo inasible. Así ocurre que el pastor que lucha por gobernarse en ‘Drover’ se torna en ‘Baby’s Breath’ en un colono que labra un terreno para su familia, que se resquebraja ante su impasible mirada.


Tras el interludio funky que es ‘America!’ (amén de un himno en el que ridiculiza el orgullo imperialista de su país, listando la gradación militar de patriotas como Kris Kristofferson, Johnny Cash o Mickey Newbury), comienza la segunda parte del álbum, la más grave y delicada. Esquivo como nunca, Bill se afana en metáforas imposibles y situaciones aparentemente absurdas y extremas, que alcanzan su cota máxima en la tensa ‘Universal Applicant’, en la que describe onomatopéyicamente cómo lanza una bengala al universo desde su balsa sin gobierno, que cae sobre él y hace arder la nave, hundiendo al punk, al falto, al borracho, a la mofeta, al monje, a todos los que en ella se contienen.

En su recta final, ‘Apocalypse’ acrecenta su potencial emotivo gracias, en buena medida, a su canción más bella y evocadora, a la vez que compleja y desoladora: ‘Riding For The Feeling’ crece sobre un quedo rasgueo acústico y un teclado leve pero profundo, que expone el doloroso dilema que provoca el incontenible deseo de marchar. La letra de la breve y jazzy ‘Free’s’ aleja la apariencia ligera de la canción con una reflexión sobre la libertad, retratada como “un campo lleno de preguntas hasta donde alcanza la vista”. Si ser libre es “ser ridiculizado por cosas en las que no creo, y alabado por cosas que no he hecho (…), pertenezco a los libres y los libres me pertenecen a mí”, canta. Y al final, el piano blues de ‘One Fine Morning’, con referencias a otras canciones del álbum, invita a acompañar a Callahan en su marcha hacia su apocalipsis, a convertirse en parte de su “banda del esqueleto”, la que le acompañará cuando la tierra se vuelva fría y oscura para convertirse en parte del camino, “la más difícil”.

A menudo uno se pregunta: ¿qué define a una leyenda del pop, de la música, de la cultura? ¿Cómo se reconoce a un artista que será recordado y venerado durante décadas por generaciones presentes y futuras? ¿Cómo sabremos quién será el próximo Dylan, Young o Cohen? Aún carecemos de la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, la contemplación ensimismada de una obra una y otra y otra vez o del poso que pueda dejar en otros artistas. Pero yo apuesto a que Bill Callahan será, si no lo es ya, leyenda.

http://jenesaispop.com/2011/04/27/bill-callahan-apocalypse/



Bill Callahan - Baby's Breath- From Bill Callahan's Album "Apocalypse"