domingo, 29 de mayo de 2011

Rubén González / Puntal del Acervo Sonoro de Cuba



Rubén González : El hombre del piano

Por Rafael Lam (Colaborador de Prensa Latina)

La Habana (PL).- En 2011 se celebra un nuevo aniversario de la grabación del disco Buena Vista Social Club (Grammy en la categoría de música tropical, 1997) y también del disco Introduction Rubén González. Después de esos memorables acontecimientos, González alcanzó la categoría de pianista del mundo. Periodistas y fotógrafos de todo el orbe difundieron su imagen, los teatros más renombrados lo recibieron con la Orquesta Afro Cuban All Star, de Juan de Marcos González.

Lo visitaba en su casa de la calle Lucena en la barriada de Centro Habana. En la década de 1980 estaba a media máquina, tenía algunos problemas de reumatismo. Su trato era muy amable, procedía de una familia muy educada del pueblo de Encrucijada, antigua provincia de Las Villas En aquellos días publiqué una entrevista con el en la revista Opina. Los pianistas virtuosos (Peruchín, Lilí Martínez) estaban un poco olvidados. En 1984, aparece un joven, Juan Carlos Alfonso de la orquesta de Revé, quien retoma esos tumbaos espectaculares de la década de 1940 y 1950.

Ruben Gonzalez Fontanills (26 de marzo de 1919/ La Habana, 8 de diciembre de 2003), se inició desde 1925 con su hermana Josefa, más adelante con Amparo Rizo en el Conservatorio Cienfuegos. Se graduó en 1936 y se trasladó a La Habana en 1940, en la misma fecha en que lo hizo Benny Moré.

Se presenta con la Charanga de Paulina Álvarez. Trabaja en las academias de baile Marte y Belona, La Gaviota y Rialto con la orquesta Elósegui. Estuvo en la Orquesta de la antigua CMQ, en el cabaret Sans Soucí con Rolando Laserie. En La Habana se relacionó con los buenos pianistas como René Hernandez, Elton Añejo "El Ñato", Anselmo Sacasa, Jesús López, Facundo Rivero.

El primer giro de interés llega en 1943 con su entrada al conjunto de Arsenio Rodríguez donde adquiere la verdadera escuela de son. "Arsenio me enseñó a mantener el tiempo coherente dentro de la clave, cuidando sobre todo el ritmo, para no montar las notas, afirmaba. Después de seguir esa línea, puedo hacer lo que yo quiera, pero siempre en la medida, cuadradito; con limpieza en la expresión. En los solos me indicó entrar con fuerza, dar énfasis a lo que hago, que el solo brille".

"Cuando vayas a entrar de nuevo, me indicaba, debía detenerme para saber por dónde iba la música y entonces volver a entrar. Todas esas indicaciones parecen sencillas, pero tienen su magia. Arsenio me lo enseñó todo, él me decía: "Arriba Rubén", y yo aplicaba sus enseñanzas".

Después de una estancia en el conjunto de Arsenio, reside un tiempo, a fines de la década de 1940, en Panamá. De Panamá pasó a Venezuela donde permaneció de 1956 hasta 1962. A su regreso se integró al conjunto Kubavana del cantante Alberto Ruiz, creador de un estilo especial dentro del bolero moderno.

En otro momento se unió al conjunto de Senén Suarez, en la jazz band Siboney, Riverside, América del 55, Jorrín, Orquesta de la radio y la Televisión. En 1994 estaba jubilado. A su casa llegaron Raúl Planas y el tresero Arturo Harvey "Alambre Dulce", para rendirle un homenaje a Lilí Martínez; fue el antecedente de lo que vendría después.



Rubén González - "Buena Vista Social Club"




El gran momento de Ruben acontece a partir de 1996 con el proyecto de Juan de Marcos Gonzalez en la Orquesta Afro Cuban All Stars (Buena Vista Social Club), donde graban tres discos, dos de ellos nominados: Buena Vista Social Club e Introduction Rubén González. Finalmente se alza con el Grammy 1997 por el disco Buena Vista Social Club.

Tambien alcanza otro Grammy Latino por el disco Chanchullo, Mejor Album de Música Tropical."Con esos triunfos estoy como si me hubiera sacado la lotería", me dijo en la última visita realizada a su casa de la calle Lucena en Centro Habana.

Rubén fue un intérprete que no gusta de hacer la frase al estilo de los jazzistas estadounidenses, sino a lo cubano. Trabajaba las escalas con elasticidad y limpieza en las frases. Se observa un oficio riguroso de perfecto entrenamiento.

"Me gusta sonar a son cubano sostenía, aunque soy un admirador del jazz estándar. Tengo más contacto con Lilí Martínez que con Peruchín, utilizo mis variantes tímbricas que me identifican en las frases y el concepto. En los "solos", lo importante no es la velocidad, ni la cantidad de notas, sino el decir las frases, la sabrosura ritmática, la alternancia de acordes y arpegios, en los motivos musicales. Las inspiraciones son como composiciones rápidas y fugaces en las que juega un papel la intuición natural, ese don natural ante el cual uno tiene que estar preparado".

Cada vez que me encontraba con Rubén le preguntaba por su reumatismo, pero estaba tan estimulado por sus éxitos, por sus viajes por el mundo que no le daba la más mínima importancia a sus problemas de salud.

En esa etapa del Buena Vista Social Club sobre sus espaldas descansaba el prestigio de su obra, de su familia toda y de su país. Eran músicos que tenían una trayectoria, a veces un poco olvidado, pero preparados para la gran oportunidad. Esa oportunidad llegó con la explosión y renacimiento de la trova y el son tradicional.

Papo Luccas se pasaba las horas copiando los "solos" de Rubén, que escuchaba por la radio desde Puerto Rico, "yo considero a Rubén mi papá en la música" -me confesó en 1978, en su primera visita a Cuba, en el Havana-Jam (Encuentro Cuba-USA).

Nick Gold declaró: "Jamás he visto a nadie que disfrute tanto lo que toca. Dedicaba veinte minutosa practicar ejercicios de digitación y enseguida se lanzaba. Ya no había quien podía pararlo".

Ray Cooder cataloga a Rubén como el mejor solista de piano que ha oído en mi vida. "Es como una mezcla cubana de Thelonius Monk y el Gato Félix". Daniel Barenboim comentó: "Lo que me gusta de González es que hace fácil y transparente tremenda cantidad de música". El compositor Emilio Cabahilón le compuso al gran pianista el tema: Suena el piano Rubén.

http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2011052804



Ruben González-"Buena Vista Social Club"

sábado, 28 de mayo de 2011

Gil Scott-Heron / The Influential Voice of The Black Culture




Gil Scott-Heron: Icono de la cultura afroamericana muere a los 62 años

El influyente músico y poeta estadounidense Gil Scott-Heron murió en Nueva York a los 62 años.
Francisco Chacón - Madrid
Sábado 28/05/2011 19:14 horas


Fue un revolucionario de verdad. Basta decir que Gil Scott-Heron fue el inventor, el padrino del rap. El músico de Chicago perdió en la madrugada del sábado al domingo su batalla contra una infección contraída durante su reciente gira europea, aunque la causa de fondo es el HIV que padecía desde hacía dos décadas. Sus defensas se debilitaron demasiado.

A sus 62 años, era un músico venerado por las nuevas generaciones, pues su audacia encendió la chispa de la cultura del hip-hop al recitar poesía sobre texturas rítmicas 'in crescendo'. Su himno 'Revolution will not be televised' parecía toda una premonición al condensar la frustración por el rumbo tomado por Occidente en las últimas décadas.

Sus palabras herían la sensibilidad de las clases más (auto)complacientes de los Estados Unidos. Era un músico y escritor incómodo, de influencia inmensa, como demuestra la obra literaria de autores como el rasta Benjamin Zephaniah y, sobre todo, rostros musicales como Tupac Shakur, Public Enemy o Notorius Big.

Nada pudo hacerse por salvar la vida de Gil Scott-Heron en el hospital St. Luke de Nueva York, entre cuyos muros pronunció sus últimos susurros alguien que nunca se cansó de luchar (musicalmente) por los más desfavorecidos.

http://www.elmundo.es/elmundo/



Gil Scott-Heron - We Almost Lost Detroit





Muere a los 62 años Gil Scott-Heron

Leyenda de la música negra, su gran éxito fue 'The revolution will not be televised'

IKER SEISDEDOS - Barcelona - 28/05/2011

La poesía estadounidense, el soul airado, el jazz político y la cultura hip-hop perdieron ayer a uno de sus personajes más importantes e inspiradores. Gil Scott-Heron, símbolo perdurable de la contracultura y autor de la célebre The revolution will not be televised (pieza de spoken word de 1971 a la que se suele atribuir el padrinazgo del rap) falleció a los 62 años en el hospital St Luke's de Nueva York a causa de una enfermedad contraída en una reciente gira europea.

Scott-Heron, enfermo de SIDA desde hacía algo más de dos décadas, empleó la mitad de su vida en pelear contra una adicción que dio con sus huesos en la cárcel para cumplir una pena de año y medio por posesión de drogas. Su reciente vuelta a la vida de la música grabada con un disco, I'm new here, que tristemente no estaba la altura de su alargada leyenda, y una suerte de inane experimento de remezcla de ese material, que el joven músico Jamie XX tituló We're new here, devolvió la esperanza a los aficionados al sensacional corpus que grabó en los años 70 para sellos como Flying Dutchman, Strata-East o Arista con su nombre y con el del tándem irrepetible que formaba con el pianista Brian Jackson. Finalmente, todo quedó en un audaz espejismo que al menos supuso que un Scott-Heron realmente desmejorado actuase el año pasado en Madrid y Barcelona.

El músico, nacido en Chicago, criado en el sur por su abuela e hijo de un padre ausente, el primer futbolista negro que fichó el Celtics de Glasgow, irrumpió en la escena del jazz y la poesía de Nueva York para cambiar el curso de las cosas a finales de los 60. Aquel poeta negro estaba realmente enfadado y lo plasmaba en letras brillantes, llenas de aceradas referencias políticas, ariscas teorías de la conspiración y la clase de cosas "que no te cuentan en el telediario de las once". Se acompañaba de piano y del sonido de los bongos para lanzar sus diatribas en su debú: A new black poet: Small talk at 125th and Lennox (1970), que tomó su nombre del club de Harlem en el que fueron grabadas las sesiones.


En álbum se recoge una temprana y desnuda versión de su éxito más célebre, que abriría un año después Pieces of a man, considerado como uno de los mejores álbumes de los años 70. Esta vez, Scott-Heron se ayudó de una banda compuesta por algunos de los mejores jazzmen de su generación: Bernard Purdie (batería), Brian Jackson (piano), Ron Carter (bajo) y Hubert Laws (vientos).

The revolution will not be televised es un apresurado alegato contra la banalización del mundo, la superficialidad del consumo de masas, la sociedad del espectáculo y el estúpido glamour que todo lo invade ("la revolución no dará sex appeal a tu boca"). Llena de referencias culturales y políticas (de Tim Leary a Nixon, su gran némesis; de Natalie Wood a Jackie Onassis), la canción, a la que movimientos como el 15-M devuelven periódicamente todo su sentido, funciona como una llamada a la acción directa, a dejar el sofá, no esperar a la reposición y participar en los cambios en directo.

Este tema monumental corrió el riesgo de ensombrecer un álbum sin tacha, que incluye maravillas como Home is where the hatred is, el lamento familiar de un yonqui desgraciado, o Lady day and John Coltrane, una oda a Billie Holiday y al legendario saxofonista de jazz.

A este siguieron discos como Free will, Winter in America (que incluía otro de sus clásicos, The bottle, escalofriante radiografía del alcoholismo), The first minute of a new day o From South Africa to South Carolina.

La revolución de la música disco y sobre todo su hedonista manera de ver el mundo dejó más descolocado si cabe Scott-Heron que al resto de los músicos de soul de su generación. La tribu del rap, que tanto le debía, tampoco mostró interés por restaurar su figura en los primeros compases de la historia del género a principios de los 80 (aunque sus canciones se encuentran entre las más sampleadas).

Empleó los ochenta y los noventa en fumar crack, meterse en líos y girar por Europa, especialmente Gran Bretaña; era usual verlo en el Jazz Cafe de Londres a finales de los 90. En aquellos recitales actuaba ante una audiencia de devotos admiradores, chicos blancos que sacaban sus propias conclusiones de aquellos versos negros y le reverenciaban como a una de las voces más singulares de la música de los últimos cuarenta años.

Todos ellos podrían hacer propio hoy aquel lamento que cerraba su primer disco. ¿Quién va a pagar a partir de ahora las reparaciones de sus almas?

http://www.elpais.com/artic


Gil Scott Heron - Beginnings (The First Minute of a New Day)

viernes, 27 de mayo de 2011

Gil Scott-Heron / Pioneering Poet & Musician


Jazz Poet, Author Gil Scott-Heron Dies at 62



By Valencia Mohammed

Special to the AFRO

Pioneering poet and musician Gil Scott-Heron died May 27 at St. Luke’s Hospital in New York City. He was 62.

Scott-Heron became ill after returning from a European trip, but the exact cause of his death was not released.

Scott-Heron was best known for collaborating with pianist and flutist Brian Jackson during the early 1970s and his melodiously voiced performance readings in the late 1970s and early 1980s. One of his most famous compositions was 1970’s “The Revolution Will Not Be Televised,” an early anthem of Black militancy.

Scott-Heron was born in Chicago, Ill. on April 1, 1949, but raised in Tennessee. His parents divorced when he was young and he was sent to live with his maternal grandmother, finally relocating after her death to the Bronx.

After attending DeWitt Clinton High School and then the Fieldston School, where his writing talent was first recognized, Scott-Heron enrolled at Lincoln University in Pennsylvania. While at Lincoln he met Jackson and the two formed the band Black and Blues. He subsequently left school to write two novels, “The Vulture,” published in 1970, and “The Nigger Factory.” He eventually received a Master’s Degree in Creative Writing from Johns Hopkins University in Baltimore.

His recording career began in 1970 with “Small Talk at 125th and Lenox,” followed by “Pieces of A Man” (1971) and “Small Talk” (1972), where his distinctive spoken-word style began to fully emerge. He created or collaborated on twelve other albums, the most recent coming in 2010, 16 years after his last effort. During the intervening years he had struggled with substance abuse problems.

Gil Scott-Heron was married during the 1970s to the actress Brenda Sykes.

http://www.afro.com/sections/arts_entertainment/story.htm?storyID=5187



I'll Take Care of You - Gil Scott-Heron


Gil Scott-Heron - The Bottle

Gillespi / The Monte Grande SuperStar



El barrio, la música y otros gustos


Egocéntrico, el músico y conductor de radio Gillespi se luce en cada centímetro de esta autoentrevista. Además, se dirige a sí mismo con la palabra querido y se reconoce como genial


Viernes 27 de mayo de 2011
Fernando Castro Nevares



-Querido Gillespi, ¿cómo es un día en tu vida?
-Un personaje genial y excéntrico como yo no puede hacer la vida normal del resto de los mortales. Por eso me levanto a las 9, tomo mate y leo las noticias. Posteriormente veo los mails, etcétera. Al mediodía toco la trompeta frente al televisor con la cara de Guillermo Andino en el noticiero de América. Como verán, toda una excentricidad.

-Contanos algo de tu barrio.
-Yo nací en Monte Grande y he vivido toda la vida en un radio de diez manzanas. Mi barrio es parecido a cualquiera del conurbano, un bucólico paisaje con calles arboladas, casas rodeadas de rejas, alarmas, perros dóberman y vecinos armados que tiran al aire por las dudas. Las apacibles noches del conurbano combinan el sonido de los grillos con el de los tiros al aire y el ensordecedor ladrido constante de todos los perros del barrio. Somos gente que privilegia la tranquilidad ante todo.

-¿Cuáles son tus gustos a la hora de escuchar música?
-Me gusta escuchar música realizada por músicos, algo que no existe ni en radio ni en televisión. Creo que los últimos músicos que aparecieron en televisión fueron los Beatles en E l show de Ed Sullivan en 1967. Por eso tengo la incómoda costumbre de comprar CD, lo que resulta una actividad cada vez más complicada, dado que la disquería más cercana a Monte Grande queda en la Capital Federal. También escucho los CD de bandas nuevas que me acercan a la radio. Algunas son buenas. El rock no ha muerto, aunque sí podríamos decir que está en terapia intensiva.

-¿Y a la hora de ver televisión?
-Les escapo a los programas de chismes, a programas con morbo o de frivolidad. Es decir, veo sólo el Canal Rural.

-¿Qué libros te interesan?
-Privilegio los libros que pueda entender. Me gusta que la lectura fluya y no quedar empantanado con escritores pretenciosos y complejos. Debo reconocer que no pasé de la primera página del Ulises de Joyce; en cambio, leí completo La vuelta al mundo en 80 días , de Julio Verne.

-A la hora de vacacionar, ¿cuáles son tus destinos preferidos?
-Busco lugares donde la gente no me reconozca ni me moleste, por eso elijo destinos como Mar del Plata en la primera quincena de enero. Otro lugar que me fascina es la Patagonia. Los paisajes de montaña son increíbles. Son algo así como una postal viviente donde uno puede ver una panorámica de bosques y lagos desde el pico de un cerro, resbalar de una piedra, desangrarse y morir sin que lo note nadie. Quizás un guardaparque encuentre el esqueleto de aquí a 20 años.

-En relación con la gastronomía, ¿qué te gusta comer?

-Hubo una época, en los años 80, donde fui vegetariano, sólo comía vegetales. Me sentía muy bien físicamente y además era súper snob. Pero a medida que mucha gente se iba haciendo vegetariana, busqué una alternativa más excéntrica y me hice mineraliano . Sólo comía minerales. Debo reconocer que masticar piedras es bastante incómodo. En la actualidad he vuelto a comer carnes y animales de todo tipo. Me siento bastante bien y mi agresividad ha subido a los niveles normales.

http://www.lanacion.com.ar/1376476-el-barrio-la-musica-y-otros-gustos


Gillespi - Un Buen Baño De Crema - Álbum: SuperChatarraEspéshal (2001)

jueves, 26 de mayo de 2011

Miles Davis / Miles' 85th Birthday Anniversary




Miles Davis: El legendario trompetista, figura del jazz cumpliría hoy 85 años.


Davis murió en 1991 dejando un valioso legado musical.

Jueves 26 de Mayo de 2011 13:52


Fue una de las figuras más destacadas del Jazz. Su música y su particular sonido deleitan a miles de fanáticos en todo el mundo.

Davis era hijo de un dentista, Dr. Miles Dewey Davis, Jr., y de una profesora de música, Cleota Mae Davis. Creció en una familia negra de clase media en East St. Louis en Illinois, que escuchaba mucha música.

A los doce años Miles empezó a recibir clases de trompeta. Mientras iba al colegio, el joven empezó a conseguir trabajos tocando en bares locales y a los 16 ya tocaba fuera de la ciudad durante los fines de semana. A los 17, se unió a los Eddie Randle's Blue Devils, una banda regional de San Luis.

Su primer éxito musical se produjo en 1944 cuando, tras graduarse, pudo tocar con la banda de Billy Eckstine que estaba de gira por la ciudad y que contaba entre sus músicos con Charlie Parker y Dizzy Gillespie, artífices del emergente estilo bebop, caracterizado por su rapidez en la interpretación, solos inventivos y variaciones rítmicas muy dinámicas.

Al poco tiempo, se puso a tocar en distintos clubes junto con Charlie Parker y hacia 1945 abandonó sus estudios académicos para dedicarse por entero a su carrera como jazzista, en principio uniéndose a la formación de Benny Carter y haciendo sus primeras grabaciones como acompañante.

Tocó de nuevo con Eckstine durante 1946-1947 y se convirtió en miembro del grupo de Parker durante 1947-1948, haciendo su grabación de debut como líder de una formación en una sesión de 1947 en la que también participarían Parker, el pianista John Lewis, el bajo Nelson Boyd y el batería Max Roach.

Durante el verano de 1948, Davis organizó un grupo con nueve músicos con una inusual sección de viento. Además de su trompeta, había un saxo alto, un saxo barítono, un trombón, un corno francés y una tuba.

Este noneto, basándose en los arreglos de Gil Evans y otros, tocó durante dos semanas en el Royal Roost de Nueva York en septiembre de 1948.

Consiguieron un contrato con Capitol Records y el grupo entra en un estudio en enero de 1949 para grabar la primera de las tres sesiones de las que surgieron 12 temas que, en principio, no llamarían excesivamente la atención.

En 1949 Davis lideró una nueva formación con el pianista Tadd Dameron. En mayo de ese año fueron a París para participar en el Paris Jazz Festival.

A comienzos de los años cincuenta la carrera musical de Davis se vio afectada por su adicción a la heroína, realizando unas interpretaciones y grabaciones poco elaboradas. Pero ya en enero de 1951 inició una larga serie de grabaciones para el sello Prestige que se convirtieron en su obra más relevante durante muchos años. A mediados de la década consiguió deshabituarse de la droga y causó enorme impresión tocando "Round Midnight" en el Newport Jazz Festival en julio de 1955, interpretación que le valdría un contrato con Columbia Records.

En diciembre de 1957, Davis regresó a París, donde improvisó la música para la película L'Ascenseur pour l'Echafaud. Jazz Track, un disco que contenía esta música, le hizo conseguir en 1960 una nominación para los Grammy como mejor interpretación de jazz.

Al poco tiempo creó el Miles Davis Sextet y contrató al saxofonista Cannonball Adderley. Entre noviembre de 1959 y marzo de 1960, Davis seguió colaborando con Gil Evans, grabando Sketches of Spain, que contiene música española tradicional y composiciones originales bajo los modelos de ese estilo. Consiguen nominaciones y un premio en los Grammy.

Un accidente aparto a Davis de la escena musical durante un largo periodo. Volvió en la década de los 80 con grabaciones como Decoy, Aura, The Man with the Horn o Tutu.


Davis murió en 1991 dejando un legado de enorme valor para el jazz y la música mundial.



Miles Davis Quintet - Round Midnight -Round About Midnight Álbum (1956)





Miles Davis (Sextet) - So What- Kind Of Blue Álbum (1959)

martes, 24 de mayo de 2011

Marianne Faithfull / Once Again Produced By Willner




Marianne Faithfull : “Horses and high heels”


Martes 24 de Mayo de 2011

Por Gernott Dudda


La gran dama de los tacones y equinos todavía posee ese incalculable tesoro que es su voz rota, tremendamente expresiva, que por ahí sigue apelando a un pasado con amarga melancolía. Todavía nos gusta seguir pensando así, aunque sus dos autobiografías hace ya tiempo que reemplazaron a sus canciones en lo que a desvelar dramas personales se refiere.

La nueva Faithfull no es tan oscura y lleva unos cuantos discos seguidos reinventándose con holgura y disfrutando de una envidiable madurez para la que no necesita de glorias pasadas. Sigue trabajando con los mejores músicos, elige buenas canciones que le van como un guante y hasta escribe algunas propias que pueden tutear sin problemas a gente como Greg Dulli, Mark Lanegan, Jackie Lomax, Jerry Leiber, Lesley Duncan, Allen Toussaint o Carole King y Gerry Goffin, presentes en el disco con títulos como ‘The stations’, ‘No reason’, ‘Past, present and future’, ‘Love song’, ‘Goin’ back’ o ‘Back in baby’s arms’. No hace falta recordar tampoco quién produce y eso se nota: Hal Willner, un reincidente con clase, que cuando hace falta sabe prescindir de su habitual querencia por los “samplings” y “electronics”.

Otro de los grandes alicientes de “Horses and high heels” –un magnífico trabajo que no tiene nada que envidiarle a sus mejores años en Island– es que se trata de su disco más guitarrero –colaboran Lou Reed y Wayne Kramer– y los trece cortes son absolutamente diferentes entre sí y todos buenos (no hay ni un solo saldo, ni un solo encarte menor). Marianne Faithfull no tiene ningún problema en probar cosas nuevas y nunca repetirse. Las texturas guitarreras de la atmosférica ‘The Stations’. El angelical coro infantil en ‘Why did to have to part’. Los violines de ‘That’s how every empire falls’. La explosión gospel de ‘Back in baby’s arms’. Hasta versiona a las Shirelles con ‘Past, present and future’ y se atreve con dos piezas de rollingstoniano honky tonk como ‘No reason’ o ‘Gee baby’, bien regadas con bourbon. Y la curiosidad llega con ‘Eternity’, tema propio escrito junto con Doug Pettibone que incluye en cuerpo presente a Brian Jones y su colaboración con los marroquíes Masters Musicians of Jajouka.


‘The Stations’ - Marianne Faithfull - ‘Horses And High Heels’ Album (2011)


lunes, 23 de mayo de 2011

Eric Dolphy / The Saint With A Horn




Lo que el viento nos dejó: Eric Dolphy



Por Guillermo Bazzola - Revista "Clásica" ( 2001)


"Al escuchar música, una vez que terminó, se va con el aire. Nunca puede ser capturada otra vez".( Eric Dolphy)

Las palabras de Eric Dolphy resuenan como un eco del más allá en el instante final de Last Date, esa suerte de obra póstuma, su última grabación (no autorizada, por supuesto) que recoge una actuación en Hilversum, Holanda junto a un grupo de jóvenes músicos entre los que estaban el pianista Mischa Mengelberg y el baterista Han Bennink.

Dolphy había nacido en Los Angeles en 1928. Su debut discográfico se produjo en 1949, como miembro de la banda de Roy Porter, y durante los años siguientes, su actividad fue más bien errática. En 1956 grabó con el cantante Ernie Andrews en una orquesta dirigida por Benny Carter. Luego empezó a trabajar con la big band de Gerald Wilson, y recién abandonó la categoría de desconocido al ingresar al quinteto del baterista Chico Hamilton.

En 1958, el vientista Paul Horn, que había sucedido a Buddy Collette, dejó la banda. "Mi hermano Bernie, el Capitán Dobby de la serie Starsky & Hutch, me dijo que debía escuchar a este amigo suyo de la secundaria", recuerda Hamilton. Dolphy, ejecutante consumado de saxo alto, flauta y clarinete bajo, ingresó al quinteto, con el que aparece en la conocida película Jazz en una Noche de Verano, filmada durante el Festival de Newport.

Para Hamilton, Dolphy fue "uno de los músicos más dedicados que he conocido. La música fue su vida, y a veces la pasamos mal porque el público no estaba preparado para él". Estuvo en el grupo poco más de un año, y luego partió hacia la inevitable New York con la orquesta de Sy Oliver, que acompañaba a Sammy Davis Jr.

Allí empezaba otra historia. Además de comenzar su carrera solista, con el formidable Outward Bound, grabado en abril de 1960, Dolphy iniciaba una serie de sociedades con otros grandes músicos de la época: Charles Mingus, John Coltrane, Ornette Coleman, Oliver Nelson, Booker Little.

Con Little, un extraordinario trompetista y compositor de sólo 22 años, grabó en diciembre de 1960 Far Cry, un álbum fundamental que incluía Miss Ann, probablemente la más conocida de sus composiciones. Al año siguiente, en julio de 1961, aparecieron juntos en las célebres sesiones del Five Spot Cafe con Mal Waldron, Richard Davis y Ed Blackwell. La intempestiva muerte de Little en el mes de octubre, lo privó de uno de sus más cercanos colaboradores.

"Trane tomó pocas decisiones musicales importantes sin consultarlo primero", dice Bill Cole en su biografía de John Coltrane, quien era amigo de Dolphy desde principios de los 50's. Su manera de tocar era muy distinta: Coltrane fluido y Dolphy entrecortado y angular. Tal vez por eso se complementaban a la perfección. En mayo de 1961, grabaron Ole Coltrane, el último álbum de Trane para Atlantic y Africa Brass, la primera sesión para Impulse, ésta con el grupo de Coltrane (experimentando con dos contrabajos) y una orquesta arreglada y dirigida por Dolphy. A fines de ese año, se presentaron en las memorables sesiones del Village Vanguard, y poco después compartieron un tour europeo.

Charles Mingus lo integró a su grupo en 1960, y aunque de modo intermitente, siguieron tocando juntos hasta 1964. Grabaron varios discos, y uno de los momentos memorables es el dueto entre el contrabajo y el clarinete bajo en What Love, donde Mingus y Dolphy hacen hablar a sus instrumentos.

La colaboración con Coleman y Nelson no fue tan extensa. De cualquier modo vale la pena notar que su participación en álbumes tan importantes (y tan distintos) como Free Jazz y The Blues and the Abstract Truth no hace otra cosa que destacar la versatilidad de Dolphy para adaptarse a contextos disímiles sin perder nada de personalidad.

En sus tres instrumentos, Dolphy fue un maestro. Con el saxo alto, mostró inicialmente una fuerte influencia de Charlie Parker, pero a medida que crecía la figura de Ornette Coleman, fue asimilando las concepciones de libertad armónica, al tiempo que su sonido se tornaba cada vez más extrovertido. Con la flauta tenía un sonido depurado, y respecto al clarinete bajo, se podría prácticamente afirmar que lo inventó como instrumento para la improvisación moderna. Salvo esporádicas ejecuciones de Harry Carney (saxo barítono de la orquesta de Duke Ellington), a este instrumento anteriormente no se le había dado demasiada importancia.

Muchas veces se lo asocia con un estilo turbulento y por momentos hiriente, pero su capacidad para interpretar las baladas es inimitable, ya sea con el saxo alto en Tenderly, con la flauta en Glad to Be Unhappy, o con el clarinete bajo en God Bless the Child.

Su interés nunca se centró exclusivamente en la música de jazz, sino que abarcó desde las músicas folklóricas de Oriente y el Africa hasta la música académica contemporánea. Se dice que gustaba ejecutar la obra Density 21.5 del compositor Edgar Varèse, y estando en Darmstadt, Alemania, asistió a un curso dictado por el gran flautista italiano Severino Gazzelloni. A él dedicó el tema llamado precisamente Gazzelloni, incluído en Out to Lunch!, su obra maestra.

Es de imaginar que un músico con influencias tan variadas lograría cristalizar un sonido original. Eso fue lo que ocurrió con Dolphy, que e ahondó como pocos en la investigación del timbre instrumental y del fraseo en la improvisación. Sus ejecuciones tenían un sesgo expresionista, casi declamatorio, a veces de una profundidad desgarradora.

El 29 de junio de 1964, nueve días después de haber cumplido 36 años, murió repentinamente, al parecer víctima de un infarto, mientras se encontraba en un local en Berlín. Gil Evans cuenta su versión: "Eric Dolphy murió de una sobredosis de miel. Todo el mundo piensa que fue por drogas, pero él estaba obsesionado por su salud. Era diabético y no lo sabía. Comía nueces y se tomaba un par de tazas de miel todos los días, y eso lo mató. Entró en coma y nunca pudo salir".

Poco antes había aparecido en dos álbumes extraordinarios: su Out to Lunch!, con Freddie Hubbard, Bobby Hutcherson, Richard Davis y Tony Williams, y Point of Departure, del pianista Andrew Hill, junto a Kenny Dorham, Joe Henderson, Davis y Williams. Nadie podría afirmar con certeza cuales hubiesen sido sus próximos pasos, pero Out to Lunch! lo presenta ya no sólo como un instrumentista excepcional sino también como un compositor de gran estatura.


http://saxsoundsmagazine.com/index.php?option=com_content&view=article&id=53:eric-dolphy-lo-que-el-viento-nos-dejo-&catid=43:saxofonistas&Itemid=48


Charles Mingus & Eric Dolphy - Live in Oslo – Norway (1964)



“Eric Dolphy was a saint, in every way, not just his playing.” Charles Mingus


"Out to Lunch” Eric Dolphy - Out to Lunch! (1964)


Marvin Gaye / 'What's Going On' 40th Anniversary


What's Going On: El clásico del soul de Marvin Gaye cumple 40 años

En 1971 el cantante grabó un tema cargado de conciencia política. Contra la opinión de su sello, fue un éxito instantáneo.

Por Felipe Rodríguez



La década del 70 no había comenzado bien para Marvin Gaye. En pocos meses, Tammi Terrell, su compañera de hits del soul como Ain't no mountain high enough, se había derrumbado. En un concierto de la dupla, Tammi se desplomó en pleno show y el diagnóstico fue lapidario: tumor cerebral. Murió en marzo de 1970, a los 24 años. Gaye, conmocionado, se recluyó y abandonó la música.

Fue por poco tiempo. Entonces comenzó a recibir cartas de su hermano que combatía en Vietnam. Las noticias sobre la guerra lo sacaron de su ostracismo y lo hicieron pensar en su rol en la música. "Me di cuenta que debía dejar atrás todas mis fantasías si quería escribir canciones que tocaran el alma de la gente. Mi intención era que las personas supieran realmente lo que pasaba en el mundo", dijo a The New York Times.

Por esos mismos días, Obie Benson, líder de The Four Tops y artista del sello Motown -al igual que Gaye-, había escrito parte de una canción contra la brutalidad policial y la guerra. Sabía que Berry Gordy, el jefazo de Motown, no toleraba los singles políticos y se la presentó a Joan Báez. Le fue mal: la cantante había editado recién un álbum y lo desechó. De casualidad, se encontró en un campo de golf con Marvin Gaye y éste quedó maravillado. Le propuso terminarla e interpretarla él mismo. Aunque con ciertas variaciones: la tituló What's going on, porque reflejaba una sociedad que protestaba contra el Presidente Nixon y había perdido el sueño de cambio de la década anterior.

What's going on fue publicada en enero de 1971, pese a la oposición del dueño del sello. Fue un hit instantáneo. En mayo Gaye lanzó el álbum homónimo, considerado el mejor disco de soul hasta hoy. A 40 años, Motown lanzará una edición especial el próximo 17 de mayo, que contará con dos discos y un LP en vinilo. El álbum incluirá 14 composiciones inéditas y un libro de fotografías. Además, se realizará un concierto y hay dos filmes sobre su vida en producción.




Marvin Gaye - "What's Going On / What's Happening Brother" Live




La Leyenda


Berry Gordy se negó a editar el tema por su contenido político. Además, lo encontraba poco comercial. Permaneció en los estantes de la disquera hasta que en enero de 1971 llegó, sin la aprobación del sello, a una radio de Los Angeles. Allí se produjo la revolución. "Madre, madre/ hay muchas de ustedes llorando/ hermano, hermano, hermano/hay demasiados de ustedes muriendo", decía. Fue un éxito.

Gordy comprendió que estaba ante una mina de oro. Presionó a Gaye a que editara un single -que incluía el lado B, God is love- y lo apuró para que trabajara en un álbum. El solista exigió libertad creativa. En tiempo récord, junto a su mujer, Anne Gordy -hermana de Berry- y músicos de Motown, produjo un impecable álbum conceptual sobre la guerra de Vietnam, la vida, las drogas y el regreso de los soldados a EEUU. No quedó conforme con la mezcla del disco y exigió que mandaran el material a Los Angeles, donde supervisó el trabajo final en los estudios The Sound Factory, donde grababan The Beach Boys y The Doors.

En Motown no descuidaron detalles. La portada con Gaye mirando al horizonte mientras caía la lluvia fue una epifanía de su presente. Ya no era el seductor que envolvía con su voz, ahora sus canciones eran comprometidas. What's going on, el disco, fue editado el 21 de mayo de 1971. En su primer año, vendió dos millones de copias en EEUU. Gaye se transformaba en una de las máximas leyendas del soul.



Concierto y filmes de homenaje a Marvin Gaye


El 24 de julio, en el Hollywood Bowl de Los Angeles, está previsto un tributo al álbum que contará con ilustres nombres del soul como Stevie Wonder y Rickey Minor, entre otros. El próximo año, en tanto, se espera el estreno de Marvin: The life of Marvin Gaye, filme de F. Gary Gray que muestra la carrera del cantante desde sus inicios como baterista hasta su muerte, en abril de 1984, a manos de su padre. A su vez, el británico Julien Temple -reconocido por el biopic de Sex Pistols- prepara una película que recorre los últimos años del músico. Desde su solitario período en Bélgica hasta su regreso a EEUU.



http://diario.latercera.com/



Marvin Gaye - Inner City Blues (Make Me Wanna Holler) - What's Going On (Album Version)

sábado, 21 de mayo de 2011

Thelonious Monk / Jazz’s Enigmatic Genius




Thelonious Monk: Rondando la medianoche



Por David Torres

Cuando hacía música casi siempre llevaba puesto un sombrero inverosímil: un birrete turco, una gorra de marinero, una boina existencialista, un gorro ruso, un capirote indio, cualquier cosa. Como si las ideas fueran a escapársele si no las mantenía bien sujetas, como si las melodías echaran a volar por su cuenta. En cualquier otro tal variedad de sombreros extravagantes hubiese resultado ridícula pero en Monk no. Monk los necesitaba para atornillarse a la silla y empezar a dar zarpazos sobre las teclas.

Le gustaba el silencio, las síncopas exasperantes entre nota y nota, no hablar, no dar pistas, no abrir la boca, caminar, sentarse sin hacer absolutamente nada, inmóvil como una piedra durante días enteros, congelado dentro de un bloque de aire en perfecta quietud como un pez en su pecera. Le preguntaban y no respondía. Le volvían a preguntar y nada. A veces, el sombrero era la única pista para saber de qué humor estaba.

Tenía una forma personal de tocar el piano, de arrastrar los dedos sobre el teclado o disolver una melodía a contrapelo, llenándola de silencios y huecos. Una vez le preguntaron por qué golpeaba así las teclas. “Les doy como me da la gana” dijo. Otra vez en un club de Boston empezó a tocar el piano tan despacio, tan suavemente que durante un buen rato no se oyó más que el arañazo de sus dedos sobre el marfil y sus músicos tuvieron que abandonar uno a uno el escenario mientras Monk sudaba a mares sobre las teclas intentando no hacer ruido alguno, excavando el silencio, salvando de la nada toda aquella música inaudible que rebosaba de su cabeza. Por eso, porque estaban hechas de pausas, de cosas no dichas y pensamientos inefables, sus canciones eran tan difíciles de tocar y sólo los grandes entre los grandes se atrevían con ellas: Sonny Rollins, John Coltrane, Charles Rouse, Johnny Griffin. Incluso Miles Davis se quedó estupefacto la primera vez que oyó Round Midnight, la balada más hermosa de la historia del jazz. Pasaron dos años antes de que se atreviera a meterle mano.

Era un tipo raro, eso estaba claro. Era raro hasta en el nombre, Thelonious Sphere Monk, un nombre que sonaba a rompecabezas, a plegaria de góspel en esas iglesias baptistas donde empezó a tocar el piano. Thelonious por su padre, Sphere por su madre y Monk, una sola sílaba inesperada, un brusco acorde en mitad de un solo. Nació en Rock Mount, Carolina del Norte, en 1917, pero eso sólo era un accidente, una nota falsa en una biografía circunscrita casi exclusivamente a Nueva York, al barrio de San Juan Hill donde se crió entre predicadores y pianolas mecánicas. Monk absorbió muy pronto todo lo que había a su alrededor: música de órgano, solos de piano stride, James P. Johnson, himnos religiosos. En aquella época estaba de moda el toque rápido y deslumbrante, al estilo de Art Tatum, el virtuosismo polifónico que Bud Powell llevaría hasta el límite. Pero Monk prefería tocar como Monk, es decir, a su modo, ni despacio ni deprisa sino en un tempo propio, un ritmo extraño donde todo se llenaba de recovecos, ángulos imposibles y una extraña y conmovedora belleza. Nadie tocaba como él, trabajando sobre las teclas a golpes, como un minero, soltando los dedos a puñados mientras iba extrayendo diamantes, armonías llameantes, flores nunca vistas.

Decían que estaba loco, hablaban de autismo, de esquizofrenia, pero eso sólo eran etiquetas, pegatinas, lo mismo que jazz, bebop, hard bop. Lo cierto es que su música no se parecía a nada ni a nadie, igual que él, y por eso muchos de sus temas no llevaban más firma que su nombre: Monk’s Mood, Monk’s Dream, Blue Monk. Todas eran melodías dificilísimas y a la vez increíblemente pegadizas, inolvidables, inconfundibles, como si siempre hubieran estado ahí colgando como frutas del piano, esperando que alguien pasara y las bajara de una patada.

Junto a él, casi desde el principio, siempre estuvo Nellie, su mujer, su roca, la chica del barrio que fue su primer y último amor, la única criatura en el mundo que lo amaba incondicionalmente, que lo aceptaba tal como era, con sus silencios, sus gruñidos, su ternura animal, sus diálogos incomprensibles. Una vez un trompetista se quejó de lo compleja que resultaba una partitura y Monk le dijo que la música estaba dentro de la trompeta, que sólo tenía que sacarla. Otra vez un saxofonista le preguntó si una nota era re o re bemol y Monk respondió: “Sí, una de las dos”.

Aparte de Nellie sólo estaban sus hijos, sus amigos del barrio, su protectora Nica, la baronesa de Koenigswarter a la que dedicó Pannonica y que tanto le ayudó durante sus últimos años, los grandes colegas que se aventuraban en las entrañas mismas de su música. Pero cuando la música fallaba no había manera de seguirlo hasta el fondo de su mutismo y entonces únicamente Nellie lo acompañaba, dándole de comer, cuidándolo hasta que decidía emerger a la vida. Un día ella enfermó y Monk pasó toda la convalecencia en el hospital, apurando la hora de la visita hasta que lo echaban a la calle. Deambulaba con la puesta de sol sobre el Hudson de fondo, componiendo la definitiva canción de amor a su mujer, Crepuscule with Nellie, la única balada donde jamás improvisó, la que no podía cambiar jamás, igual que ella.

Era un tipo grande, enorme, y sólo por eso y ser negro y callado ya solía tener problemas. En 1951 lo pillaron con una papelina de droga encima y se pasó tres meses en la cárcel porque no quiso denunciar a su amigo Bud Powell. Otra vez entró en un hotel, el conserje se asustó, pidió ayuda y un policía, intentando sacarlo del coche, le destrozó las manos a porrazos. A veces, cuando le daba por ahí, se ponía a caminar, largos paseos en círculos que abarcaban manzanas enteras hasta que estrechaba los círculos, daba vueltas a su casa, subía, se ponía a girar por el apartamento, dando vueltas y vueltas en torno a una silla como una peonza en busca de equilibrio. A menudo, en medio de un concierto, se levantaba del asiento y empezaba a bailar como un oso, girando los brazos. Un periodista le preguntó si aquel baile de derviche tenía algún sentido ritual y respondió a su manera: “Me canso de estar sentado al piano”.

Es difícil estar callado pero Monk se ejercitó toda la vida hasta que alcanzó la perfección: pasó los últimos seis años (hasta que murió en 1982 de una hemorragia cerebral) en completo silencio, sin hacer música ni tocar el piano, sin hablar con nadie: ni con sus amigos ni con Nica ni con sus hijos ni siquiera con Nellie. En todo ese tiempo, durante la larga ronda de la medianoche, nunca se puso sombrero.

http://www.hotelkafka.com/blogs/david_torres/2010/12/thelonious-monk-rondando-la-medianoche/



Thelonious Monk Quartet - Blue Monk (Live in Oslo, Norway, April 1966)

jueves, 19 de mayo de 2011

Philip Roth / Man Booker International Prize 2011 Winner



Cuando los premios hacen justicia


Jueves, 19 de mayo de 2011

El escritor norteamericano Philip Roth fue galardonado ayer con el premio Man Booker International, por su capacidad para “estimular, provocar y divertir a una audiencia enorme que sigue expandiéndose”, anunció el jurado en el marco del Festival Literario de Sydney. El autor, de 78 años, no pudo viajar a Sydney por un problema de salud, pero a través de un mensaje de video dijo: “Uno de los placeres que he tenido como escritor es que mi obra se lea en todo el mundo, pese al dolor de corazón que suponen las necesarias traducciones”.

Según destacó el presidente del Jurado, Rick Gekoski, cuando en los años ’50 y ’60 “la mayoría de novelistas estaban en declive, Roth escribió una serie de novelas de la más alta y duradera calidad”. “Durante más de 50 años los libros de Philip Roth han estimulado, provocado y divertido a una audiencia enorme y en expansión”, destacó el presidente del jurado. Roth superó a otros 12 escritores, incluyendo el británico John LeCarré, el australiano David Malouf y el canadiense nacido en India Rohinton Mistry.

El creador de El mal de Portnoy es uno de los autores más premiados de la literatura estadounidense, con dos premios nacionales, un Pen Club y un Pulitzer, entre otros galardones. Profesor universitario de literatura creativa y literatura comparada hasta 1992, Roth tiene títulos tan celebrados como La conjura contra América, Me casé con un comunista, Pastoral americana, La mancha humana (estas tres últimas componen la llamada Trilogía americana) o El animal moribundo. Este premio, que se presenta cada dos años, reconoce la obra en inglés o traducida a este idioma de un autor vivo. Anteriormente, el galardón fue entregado a Ismail Kadaré en 2005, Chinua Achebe en 2007 y Alice Munro en 2009.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-21737-2011-05-19.html


Philip Roth - Man Booker International Prize 2011 Winner



"I would like to thank the judges of the Man Booker Prize for awarding me this esteemed prize. One of the particular pleasures I've had as a writer is to have my work read internationally despite all the heartaches of translation that that entails. I hope the prize will bring me to the attention of readers around the world who are not familiar with my work. This is a great honour and I'm delighted to receive it." (Philip Roth)

martes, 17 de mayo de 2011

Frank Zappa's 200 Motels 40th Anniversary


Frank Zappa: Cultura rock y compromiso político


A cuarenta años del estreno de su primera película, “200 Motels”, Manuel de la Fuente nos introduce con este informe en parte de la ideología que motivó la obra de Frank Zappa, uno de los músicos más extraordinarios de la historia del rock. De los más conocidos, pero de los menos escuchados.


Por Manuel De La Fuente




Plano interior. Aparece un personaje mirando a cámara. Está sentado en la entrada de una casa de colores llamativos, y decorada con dibujos de estrellas. A su lado hay una lámpara de Aladino de la que sale humo. El personaje saluda al espectador: “¿Qué hay? Cuando vas de gira, puede que todos los pueblos sean iguales a éste. No importa si es grande o pequeño, con actividad o sin nada interesante. El motivo es muy simple. Un músico está fuera del modelo normal de la civilización moderna. No construye edificios, no cumple un horario como un ciudadano temeroso de Dios, y su vida parece inútil para todos aquellos que prefieren pasar una tarde tranquila frente a la televisión con una cerveza en la mano”. Mientras prosigue con su monólogo, el personaje se levanta y empieza a andar. Explica que, dado que los músicos están fuera del modelo de sociedad convencional, el gobierno ha construido un centro de reorientación experimental. En ese momento, aparece un plano inserto de la puerta de un campo de concentración, con una inscripción situada en la parte superior en la que se lee: “El trabajo nos libera a todos” (“Work liberates us all”).

La secuencia pertenece a “200 Motels”, la primera película dirigida por el músico Frank Zappa, que narra las vicisitudes de las giras de los grupos de rock. Lejos de ser una experiencia enriquecedora, las giras suponen, en la película, una serie de problemas recurrentes –músicos que se quejan de que no cobran, periodistas que hacen siempre las mismas preguntas, etc.– en un espacio monótono: la historia transcurre en Centerville, trasunto de cualquier pueblo de Estados Unidos, “con iglesias, bares y tienduchas”, como se dice en la película. Este proceso de adocenamiento de las giras de conciertos supone una muestra de esa voluntad del gobierno por controlar el oficio de músico, de convertirle en alguien respetable, tal y como advierte el personaje de Larry El Enano (encarnado por Ringo Starr) en el monólogo referido. Aunque haya que crear, para ello, “centros de reorientación” con inscripciones que remiten a Auschwitz.

En 2011 se cumplen 40 años del estreno de la película, la primera de las ocho que realizó el músico. Para entonces, en 1971, Zappa ya era un artista respetado en la escena underground norteamericana: había publicado más de una decena de discos en sus primeros cinco años de carrera, había llevado a cabo giras por Estados Unidos y Europa, y ya había destacado como un músico exigente y poco convencional, así como un iconoclasta que atacaba en sus canciones los estereotipos más reaccionarios de la sociedad estadounidense.

Pero esta vocación de cuestionamiento del orden social no se centraba únicamente en criticar al poder político más visible y reconocible. Zappa también venía arremetiendo, desde el principio, contra todos aquellos colectivos que él entendía que, en última instancia, no hacían más que alimentar y legitimar el sistema. De ahí que le dedicara todo un disco al movimiento hippie, al que Zappa veía como un grupo que promovía la desmovilización, ya que estaba conformado por jóvenes que iban a San Francisco a drogarse y que, cuando se les acababa el dinero, volvían a casa, al calor del hogar familiar. El título de ese disco ya era toda una declaración de intenciones sobre la visión que tenía el músico al respecto de cómo la industria musical y los movimientos contraculturales se movían por unos intereses poco elevados: “Estamos aquí sólo por el dinero” (“We’re only in it for the money”, 1968).

Este LP suponía una respuesta directa al “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band”, el disco que The Beatles habían publicado un año antes. Allí donde los de Liverpool realizaban un canto idílico a la libertad, en canciones en que una joven no encontraba la comprensión de sus padres y abandonaba su casa en busca de la independencia (como en ‘She’s leaving home’), Zappa nos presentaba un entorno familiar y social totalmente desestructurado (“El padre es un nazi del Congreso y la madre es una puta en Los Ángeles”, canta en ‘The idiot bastard son’), se burlaba de ese mensaje ingenuo de incomprensión generacional (‘Lonely little girl’), y concluía que los hippies no podían articular una respuesta política concreta, ya que su única preocupación era drogarse y evadirse de todo (como refleja en otra canción del disco, ‘Who needs the peace corps?’), proclamando el concepto de libertad de un modo vacuo y sin propuestas definidas (tal y como se puede ver en canciones como ‘Absolutely Free’ o ‘Take your clothes off when you dance’). Y, para más inri, señalaba algunos asuntos que los Beatles no se habían atrevido siquiera a insinuar: de ahí sus críticas feroces a la violencia policial (en temas como ‘Concentration Moon’ o ‘Mom & Dad’).



Frank Zappa - 200 Motels Movie Trailer - (1971 Surrealistic Documentary)






DROGAS, NO


El consumo de drogas como estimulación para la creación artística. Ése es, de hecho, uno de los puntos centrales de la crítica de Zappa al hippismo y será no sólo uno de los ítems más llamativos de su discurso sino también uno de los puntos que le servirán para unir en su crítica a la industria musical y al poder político. Si pensamos en Frank Zappa como un músico de rock que empezó a grabar discos en la segunda mitad de los años 60 en Los Ángeles, es decir, prácticamente en pleno centro de la efervescencia hippie y de la cultura del LSD, resulta curioso que, ya en aquellos años, se mostrase totalmente contrario al consumo de drogas. En lugar de estimular la creatividad, venía a decir Zappa, las drogas idiotizan. De este modo, todos aquellos movimientos que se presentan como opuestos al sistema, desde el mismo instante en que introducen el elemento de la droga, contribuyen a sostener ese mismo sistema, ya que un individuo drogado no puede responder, está inutilizado.

La visión de Zappa sobre las drogas resulta inédita en el mundo del rock. Se trata de un músico que presumió de llevar a rajatabla esta premisa, llegando a despedir a músicos cuando descubría que se drogaban en las giras. Zappa había probado de joven las drogas. Incluso, según confesó en cierta ocasión, llegó a componer música bajo los efectos de sustancias. Pero no le gustó el resultado y se dio cuenta de que el alto nivel de exigencia de su música (tanto de escritura como de ejecución) requería estar lo más despierto posible. En su obra no se cansó de constatar este punto de vista, reflejando sin piedad tanto la vida de los drogadictos tirados en la calle (‘Pygmy twylyte’) como la de los yuppies cocainómanos de los 80 (‘Cocaine decisions’).

Este nivel de exigencia artística aparece claramente en todos sus discos. No sólo por la fusión de estilos de alguien que tenía una vastísima cultura musical (en sus discos aparecen estilos y géneros hasta entonces irreconciliables, como rock, jazz, reggae, electrónica o heavy metal) sino por su empecinamiento en acabar con las barreras existentes entre “alta cultura” y “cultura popular”. De formación en gran parte autodidacta, Zappa se confesaba como un músico clásico que hacía rock para que su mensaje tuviera eco y no se quedara recluido a los círculos minoritarios de la música sinfónica. De modo que siempre encontramos en él esa dualidad: cuando grababa discos de rock, echaba de menos la música clásica. Y cuando grababa con Pierre Boulez o con la London Symphony Orchestra, añoraba la espontaneidad del rock y volvía de inmediato a coger la guitarra eléctrica. Esta dualidad le permitió establecer un lenguaje musical en el que no había separación entre mundos musicales, sino una obra con voluntad unitaria, hasta el punto de crear todo un sistema de autorreferencialidad en su obra al que llamó “continuidad conceptual” (o, lo que es lo mismo, un juego de referencias cruzadas en sus canciones, de manera que iban a apareciendo personajes y situaciones comunes en diferentes discos).

Para Zappa, no obstante, el problema de las drogas no era un problema de libertad individual de consumo, sino un problema de movilización política. Como se ve en el monólogo de “200 Motels”, el compromiso político funciona como eje articulador de su obra. En la película, el problema no sería tanto la vida más o menos desmadrada o monótona de los músicos, sino las políticas gubernamentales conducentes a acabar con la disidencia cultural. De este modo, el problema del movimiento hippie radicaría en su inacción política. Esta conciencia política recorre la obra de Zappa a lo largo de los años 60 y 70, y se ve de manera más explícita en las canciones que critican a Ronald Reagan en su etapa como gobernador de California (canciones como ‘Agency man’) y a Richard Nixon (‘Dickie’s such an ssshole’). Y es precisamente en la época del estreno de “200 Motels” cuando Zappa empieza a poner en sus discos un llamamiento para que los jóvenes estadounidenses se inscriban en el registro de voto (paso ineludible en el sistema electoral de EE.UU. para poder ejercitar este derecho). La leyenda, que en adelante estará cada vez más presente en la obra del músico, se convertirá en una auténtica llamada a la participación política: “No te olvides de inscribirte para votar” (“Don’t forget to register to vote”).




Frank Zappa & The Mothers-Magic Fingers- 200 Motels Album





ACTIVISTA POLÍTICO


Ésta será una de las preocupaciones principales que expresará Zappa en su obra: la necesidad de mejorar el sistema democrático a partir de la mejora del sistema educativo. Una idea que ya aparece en los primeros versos de la primera canción (‘Hungry freaks, daddy’) de su primer LP (“Freak out!”, 1966): “Señor América, pasa de largo por las escuelas que no enseñan” (“Mister America, walk on by / Your schools that do not teach”). Una idea que, además, se convertirá en su auténtico Leitmotiv y que se desarrolla a partir de dos momentos críticos en su obra.

El primer momento es 1979. En los últimos compases de la presidencia de Jimmy Carter, el clima político en EE.UU. indicaba ya una inminente involución en las políticas sociales y en las libertades civiles. Pocos meses antes de confirmarse un hecho previsible (la nominación de Ronald Reagan como candidato a la presidencia), Frank Zappa publica su obra “Joe’s garage”, una especie de ópera rock construida en torno a la idea de qué pasaría en una sociedad en que se prohibiera la música. El texto que redacta el músico a modo de introducción para el cuaderno interior del LP acabaría siendo profético de lo que supondría el gobierno de Reagan en los años 80:

“Los frikis desesperados que ocupan altos cargos en todo el mundo son famosos por promulgar las leyes más asquerosas con el único propósito de conseguir votos (o, en los lugares en los que no se vota, la finalidad se halla en controlar las formas no deseadas del comportamiento de las masas).

No se han aprobado leyes medioambientales para proteger el aire y el agua: se han aprobado para ganar votos. No se hacen campañas periódicas en contra de la pornografía para combatir la corrupción moral; se hacen para dar un aura de santidad a los politiquillos que buscan ser elegidos. Si en un discurso se dejan caer algunas frases clave (como les explican a estos gobernantes sus asesores), empezarán a llegar los votos y el dinero y, sobre todo, se mantendrá en el poder el tipo (o la tipa) guay que consiga la mayor cobertura mediática gracias a sus sobornos. Por descontado que los amigos que tenga en varios negocios también sacarán tajada.

Todos los gobiernos se perpetúan a través de la comisión diaria de actuaciones que una persona racional vería como estúpidas o peligrosas, o ambas a la vez (…)”

Con la llegada de Reagan a la Casa Blanca, la obra de Zappa adquirirá, por lo tanto, un mayor compromiso ético y político. En los años de la denominada “revolución conservadora”, que marcarán los discursos y políticas del neoliberalismo, se procederá a un aumento de las desigualdades sociales, una desregulación del mundo financiero, un recorte de los derechos sociales y diversas políticas de control de la disidencia política y de limitación de la libertad de expresión. El “reaganismo” activará, de hecho, una nueva caza de brujas con una salvedad: a diferencia del “maccarthismo” en los años 40 y 50, esta vez la industria perseguida no será el cine, sino la música rock.


Así es como, en 1985, diversos grupos de presión de signo ultraconservador y que contaban con el apoyo de los partidos republicano y demócrata, consiguen que se debatiera en el Senado de EE.UU. la idoneidad de censurar los discos de rock por el contenido de carácter violento o sexual de las canciones. El lobby más visible en este movimiento fue el PMRC (Parents’ Music Resource Center), capitaneado por Tipper Gore, esposa del entonces senador de Tennessee Al Gore. Esta nueva caza de brujas (que la prensa bautizó con el nombre de “guerras porno”) suponía un intento de control de una industria que era percibida como nociva al poner en cuestión muchos discos de rock el sistema norteamericano. La experiencia del movimiento “punk” y su discurso de negación del sistema político estaba muy reciente y se buscaba un control total de la cultura rock. Así lo entendió Frank Zappa, que fue el único músico (junto con John Denver y Dee Snider) que acudió al Senado (en la sesión celebrada el 19 de septiembre de 1985) a defender la industria discográfica y la libertad de expresión. “¿Cómo se atreven, señoras?”, les espetó Zappa a Tipper Gore y a su lobby formado por mujeres de senadores y congresistas. “Quiero que mis hijos crezcan en una sociedad libre y que vean, escuchen y piensen lo que quieran, y no lo que les diga alguien del gobierno”, resumió.

Destruyendo uno a uno los argumentos esgrimidos por la clase política, Zappa adquirió una gran notoriedad en esos años como defensor de la libertad creativa y de expresión. Al ser uno de los músicos más censurados del rock (puesto que su obra estaba apartada de todos los circuitos de distribución mayoritarios, así como de las radiofórmulas), era totalmente consciente de la necesidad de plantar batalla en un clima político tan complicado. Las “guerras porno” no se limitaron a una sesión en el Senado: se vivió un auténtico clima de persecución a la música rock, con la celebración de juicios a cantantes, quemas públicas de discos y publicación de listas negras. En este contexto, Zappa entendió rápidamente la necesidad de actuar. Su obra se volvió explícitamente más política, con discos que ridiculizaban a la derecha fundamentalista cristiana y todos los estamentos del “reaganismo” (discos como “You are what you is”, “Them or us”, “Thing-fish”, “Frank Zappa meets the Mothers of Prevention” o “Does humor belong in music?”), concedió innumerables entrevistas en prensa, radio y televisión, acudió a más cámaras legislativas (como la Asamblea del Estado de Maryland, ante la que testificó en 1986) y grabó innumerables mensajes urgiendo a la participación ciudadana. El éxito de su movimiento se mide no solo en haber frenado, en aquellos años, las intenciones de la clase política (la sesión del Senado de 1985 acabó con la aprobación de una etiqueta muy poco agresiva: la conocida “Parental Advisory – Explicit Lyrics”), sino en haber creado todo un aparato discursivo de oposición al neoliberalismo que han adoptado, como alumnos aventajados, algunos de los activistas culturales más conocidos en la actualidad, como el cineasta Michael Moore, el creador de “Los Simpson” Matt Groening o el músico Jello Biafra.


La herramienta que utiliza Zappa para la elaboración de su discurso (tanto en su obra como en sus entrevistas y apariciones públicas) es el humor, un sentido del humor que se sitúa en la tradición de humoristas como Lenny Bruce o George Carlin y que tiene una clara voluntad de ridiculización del poder. “Lo que menos soportan los fundamentalistas cristianos no es que les insultes, es que te rías de ellos”, decía, y este principio lo desarrolló desde el primer hasta el último disco. Las performances de los años 60 en que se reía de la escena musical o del ejército norteamericano dieron paso a unas actuaciones, en los años 80, en que situó su punto de mira en la clase política y en los grupos de presión de derechas. En definitiva, en todo aquello que entendiese que atacaba la libertad del individuo.




EL LEGADO DE ZAPPA

Y aquí es donde se sitúa el segundo y definitivo momento crítico de la obra de Zappa, en 1988. Es el momento en el que potencia su responsabilidad de músico como “cronista social” que tiene que informar a la sociedad de todo aquello de lo que no informan los medios de comunicación. Todo ello para mejorar la salud democrática de EE.UU. Así, Zappa organiza ese año una gira de conciertos en que el mensaje explícito es bien claro: en año de elecciones presidenciales, hay que movilizar a la juventud para que vote. Su orientación, sin embargo, no va destinada a ningún partido político. A diferencia de otros muchos activistas, Zappa no dice a quién tiene que votar la gente (y, de hecho, nunca se posicionó a favor de ningún candidato a la presidencia), sino que su movilización consiste en trasladar el mensaje de la importancia del voto. Frente a las políticas desmovilizadoras de los conservadores, el arma más útil es depositar la papeleta en las urnas.

De este modo, en la gira del 88 Zappa despliega todo su sentido del humor para ridiculizar en sus canciones a los telepredicadores (‘Jesus Thinks you’re a jerk’), la deriva del partido republicano hacia la extrema derecha (‘When the lie’s so big’), la también derechización del partido demócrata (‘Rhyming man’) o el sistema corrupto y mafioso que ha instaurado Ronald Reagan en la vida política (‘The untouchables’), así como su nula capacidad de gestión (‘Promiscuous’). Además, en los conciertos celebrados en Estados Unidos, Zappa hacía pausas de media hora para que los asistentes se inscribiesen para votar, para lo cual el músico (en colaboración con diversos colectivos políticos y culturales) había llevado formularios a la misma sala del concierto. Este momento álgido del rock como instrumento de movilización ciudadana quedó recogido en tres álbumes que Zappa tras concluir la gira: “Broadway the hard way” (1988), “The best band you never heard in your life” (1991) y ‘Make a jazz noise here’ (1991).


El éxito de la propuesta de Zappa no se puede medir, evidentemente, en términos electorales, sino en la capacidad de penetración de su mensaje. Los republicanos volvieron a ganar las elecciones, pero la actitud política de Zappa no ha hecho más que expandirse, sentando las bases del movimiento “Rock the Vote”, que lleva años siguiendo esta labor, a través de grupos y artistas como U2, REM o Steve Earle. Se trata de una labor en la que el músico norteamericano fue un auténtico pionero en los años 80; una labor en la que intentó profundizar con su colaboración con el gobierno checo postcomunista de Václav Havel, y con su anuncio de presentarse a las elecciones presidenciales de 1992. No obstante, para entonces Zappa ya estaba recluido en su casa debido al cáncer de próstata que acabaría con su vida en diciembre de 1993. En esos últimos años de vida, el músico se dedicó a revisar las reediciones de su catálogo (formado por unos setenta discos), al tiempo que ponía en pie sus últimos proyectos, como la celebración de unos conciertos de su repertorio clásico con la formación alemana Ensemble Modern (recogidos en “The yellow shark”, 1993) y la grabación de “Civilization phaze III” (editado de manera póstuma en 1994) con Synclavier, un sistema electrónico con el que llevaba componiendo piezas musicales desde los años 80.

El legado de Zappa supone, así pues, una crónica única de la evolución de la cultura norteamericana en la segunda mitad del siglo XX. También supone una reivindicación constante de la cultura y el arte como un mecanismo de diálogo social en el que el artista va dando cuenta de su visión del mundo. Lo novedoso en Zappa, dentro de la cultura rock, es la capacidad del artista para ser consciente de ese papel de mediador social. A lo largo de sus discos, de sus actuaciones, de sus películas, de sus entrevistas y de sus comparecencias públicas siempre está presente esa idea: el artista no es un monigote al servicio del poder, sino un elemento que tiene la obligación y la responsabilidad de cuestionar ese poder, sean políticos de derechas, asociaciones religiosas, grupos sindicales mafiosos o movimientos contraculturales alienantes. Porque, de lo contrario, si el artista sucumbe a los dictados del poder, el futuro pasa por ese control total de la sociedad, por un sistema educativo que no enseña y unos ciudadanos que son recluidos en “centros de reorientación” como el que describía en “200 Motels”. La asunción de la responsabilidad sería, por lo tanto, una cuestión de carácter ético que nos afecta a todos.



Frank Zappa 200 Motels Zubin Mehta conducts Los Angeles Philharmonic Orchestra in the premiere performance of Frank Zappa's 200 Motels, May 15th 1970 at the UCLA, California.

Neil Young / Here we Are in the Years & Trunk Show



Neil Young : “Here We Are in the Years”


El documental “Here We Are in the Years” narra el viaje musical emprendido por Neil Young desde el día en que escuchó a Elvis Presley hasta la actualidad. Analiza las fuentes de las que surge su música y su influencia en músicos posteriores. “Here We Are in the Years” saldrá a la venta el 21 de junio.




Neil Young - Here we Are in the Years - (Trailer)





“Trunk Show” : Neil Young


El segundo documental de Jonathan Demme sobre Neil Young, “Trunk Show”, llegó a los cines de Estados Unidos, y ya se anuncia que se pondrá a la venta en DVD y Blu-ray a finales de año. La película se filmó a principios del año pasado en el festival SXSW de Austin (Texas), durante la gira “Chrome Dreams”.


Neil Young - Trunk Show - (Trailer)

lunes, 16 de mayo de 2011

Bill Callahan / The Seven Episodes of Apocalypse



Canciones para el hundimiento


"Me interesa trabajar con la idea de un país en decadencia", afirma el músico estadounidense Bill Callahan, que publica nuevo disco, 'Apocalypse', y una novela


XAVI SANCHO - Barcelona - 10/05/2011


"Este va a ser mi último disco. Está claro, ¿no?". Bill Callahan ensaya un conato de chanza al respecto del título de su nuevo álbum, Apocalypse (Apocalipsis). Pero su tono es tan serio que incluso el hombre más airado del folk siente la necesidad de justificarse. "Es broma". ¿Es la primera vez en su vida que dice 'es broma'? "Podría ser", interviene circunspecto uno de los personajes más opacos, áridos e interesantes de la música norteamericana de las tres últimas décadas.

Desde su rancho a las afueras de Austin (Texas), Callahan responde con la misma displicencia preguntas sobre su legado musical, su posicionamiento vital actual, su aventura literaria e incluso su nuevo álbum, el que se supone que se halla promocionando en estos momentos. "Pocos músicos encontrarás que amen tanto el silencio como yo. Lo adoro en la música y, sobre todo, en las entrevistas", apunta el artista.

Apocalypse es el tercer disco de Callahan desde que abandonara el alias de Smog, proyecto personal que le dio una vida extra al folk, gracias a sumar a una personalidad apabullante una aproximación musical mucho más acorde con la vanguardia que con la tradición conservadora del género. No por nada estamos hablando de un tipo que ha colaborado con Jim O'Rourke o Tortoise. Tras el sorprendente éxito de su anterior propuesta (Sometimes I wish I were an eagle), Apocalypse retorna de alguna manera a reflejar su displicencia ante una realidad de la que parece formar parte de manera accidental.

Grabado en directo, el disco ofrece el arrastrado y atonal fraseo de Callahan sobre una producción espartana que solo se permite algún que otro flirteo con el jazz o el soul. Es menos efectista, pero mucho más efectivo. Lo presentará en directo en San Sebastián, Barcelona y Madrid los próximos 21, 22 y 23. En septiembre se podrá adquirir la traducción de su novela epistolar, Cartas a Emma Bowlcut, que editará Alpha Decay y que, desafortunadamente, no contiene misivas reales enviadas a Joanna Newsom o Chan Marshall, pin ups underground y ex parejas de este imposible seductor. Eso sí, el libro cuenta con más de una pista sobre la naturaleza del personaje: "Al respeto de tu visita, debo decirte que no soy una persona de formas amables, así que mejor trae un libro", escribe el autor de Knock Knock.

"Creo que el mensaje que quiero transmitir se entiende mejor en Apocalypse que en otros discos anteriores. Bueno, para eso debería querer yo lanzar algún mensaje, claro. Al final, no sé, los discos los forman canciones y este disco tiene estas como otros cuentan con otras", analiza concienzudamente el norteamericano, quien a pesar de -por posicionamiento vital- rehuir el enfrentamiento directo con su propia obra no puede escaquearse de comentar un tema del largo, America!, en el que visualiza su tierra natal mediante referencias a Johnny Cash o David Letterman. "Soy consciente de que últimamente no le caemos demasiado bien al mundo. A pesar de eso, seguimos siendo una potencial cultural, con nuestras estúpidas películas de Hollywood y todo eso. El problema es que no hemos asumido que estamos a punto de dejar de ser una potencia económica. Me interesa mucho la idea de empezar a trabajar con el tema de un país en decadencia".

Callahan se dio a conocer a finales de los años 80 con la grabación de una serie de cintas de casete experimentales -más por necesidad que por vocación- que, poco a poco, le granjearían el favor de la escena más alternativa y, finalmente, un contrato discográfico. Lo que entonces era trayecto hoy parece convertirse en destino. La baja fidelidad y los formatos de reproducción supuestamente superados son en la actualidad parte de una tendencia con visos de realidad ineludible, mientras que en aquella época "se hacía lo que se podía", interrumpe el músico. "Hoy no tiene sentido hablar sobre el poco tiempo o dinero que empleas en grabar un disco, cuando ya nadie se gasta un duro en hacerlos. Y así suenan muchos, claro. Supongo que si empezara ahora haría lo mismo que hacía entonces, que no es demasiado distinto a lo que grabo hoy, la verdad. Eso sí, nadie vería nada original en mi forma de grabar discos. Tal vez debería recuperar los paréntesis en mi nombre, para parecer moderno".

En 2001, Smog se convirtió en (Smog). La leyenda cuenta que, con este movimiento, Callahan buscaba centrar la atención en la música y no en el epígrafe que por aquel entonces se había convertido en motivo de adoración underground. Luego optaría por su propio nombre.: "Lo hice por... ninguna razón en especial. Se me ha olvidado ya lo que decía en todas las entrevistas en que me preguntaban esto hace cuatro años. Una pena, pero, si quiere, le puedo dar mi repuesta robot para la gestación de mi último disco: escribí las canciones durante dos meses y medio, ensayé tres días con la banda, cogí el coche hasta los estudios Sonic Ranch...".


http://www.elpais.com/articulo/cultura/Canciones/hundimiento/elpepucul/20110510elpepicul_3/Tes



Bill Callahan - Riding For The Feeling- From Bill Callahan's Album "Apocalypse"





Bill Callahan / Apocalypse



Otro soberbio álbum de uno de los cantautores norteamericanos más importantes, junto a Will Oldham, de su generación

Por Raúl Guillén - 27 Abr 11, 20:34

“La gente real se marchó, encontraré una palabra mejor algún día, quedando solo mis sueños y yo, mi rebaño y una caja de resonancia”. Así de peregrino comienza ‘Drover’, primer corte de ‘Apocalypse’, donde Callahan se erige en pastor de ese rebaño (sus ideas y sentimientos) al que lucha por dominar inútilmente. Según sus propias palabras, la continuación de su obra capital (‘Sometimes I Wish We Were An Eagle‘, uno de los discos de la pasada década a juicio de JNSP) es una profunda mirada a sí mismo en un espejo, que después orienta hacia el resto del mundo. Este autor imprevisible y exigente pone aquí todo su talento para retratar su visión sobre altas cuestiones tradicionalmente perseguidas por la filosofía como qué es el hombre, cuál es su papel en el mundo y en qué medida es libre.

Esta vez Callahan sacrifica aquellos poderosos arreglos de cuerda y viento que gobernaban su anterior álbum en aras de una mayor crudeza y naturalidad, merced a una grabación en la que las bases eran habitualmente registradas en una sola toma con toda la banda tocando simultáneamente en el estudio (en ella repiten el gran Neal Morgan a la batería y Brian Beattie al bajo). Toda aquella belleza ampulosa parece subyacer en ‘Apocalypse’ de una forma contenida, aflorando solo en medidas pinceladas, una traviesa flauta travesera allí, un certero acorde de Wurlitzer aquí, un amargo fiddle acullá. Pero, sobre todo, en ‘Apocalypse’ mandan las guitarras, ya sea con un sonido rotundo y acústico como en ‘Drover’ o con delicados arpeggios y solos (como en ‘Baby’s Breath’ o la maravillosa ‘Riding For The Feeling’). Guitarras que, con etéreos toques de country, jazz o blues (raíz en definitiva), configuran un nuevo y bello retrato del mundo único, inimitable, del autor de Maryland.

Callahan parece buscar esa misma distinción en lo lírico situándose, siempre en primera persona, como un ser en una circunstancia aparentemente apacible pero bajo una tensión interna que le empuja a abandonar la estabilidad para perseguir algo inasible. Así ocurre que el pastor que lucha por gobernarse en ‘Drover’ se torna en ‘Baby’s Breath’ en un colono que labra un terreno para su familia, que se resquebraja ante su impasible mirada.


Tras el interludio funky que es ‘America!’ (amén de un himno en el que ridiculiza el orgullo imperialista de su país, listando la gradación militar de patriotas como Kris Kristofferson, Johnny Cash o Mickey Newbury), comienza la segunda parte del álbum, la más grave y delicada. Esquivo como nunca, Bill se afana en metáforas imposibles y situaciones aparentemente absurdas y extremas, que alcanzan su cota máxima en la tensa ‘Universal Applicant’, en la que describe onomatopéyicamente cómo lanza una bengala al universo desde su balsa sin gobierno, que cae sobre él y hace arder la nave, hundiendo al punk, al falto, al borracho, a la mofeta, al monje, a todos los que en ella se contienen.

En su recta final, ‘Apocalypse’ acrecenta su potencial emotivo gracias, en buena medida, a su canción más bella y evocadora, a la vez que compleja y desoladora: ‘Riding For The Feeling’ crece sobre un quedo rasgueo acústico y un teclado leve pero profundo, que expone el doloroso dilema que provoca el incontenible deseo de marchar. La letra de la breve y jazzy ‘Free’s’ aleja la apariencia ligera de la canción con una reflexión sobre la libertad, retratada como “un campo lleno de preguntas hasta donde alcanza la vista”. Si ser libre es “ser ridiculizado por cosas en las que no creo, y alabado por cosas que no he hecho (…), pertenezco a los libres y los libres me pertenecen a mí”, canta. Y al final, el piano blues de ‘One Fine Morning’, con referencias a otras canciones del álbum, invita a acompañar a Callahan en su marcha hacia su apocalipsis, a convertirse en parte de su “banda del esqueleto”, la que le acompañará cuando la tierra se vuelva fría y oscura para convertirse en parte del camino, “la más difícil”.

A menudo uno se pregunta: ¿qué define a una leyenda del pop, de la música, de la cultura? ¿Cómo se reconoce a un artista que será recordado y venerado durante décadas por generaciones presentes y futuras? ¿Cómo sabremos quién será el próximo Dylan, Young o Cohen? Aún carecemos de la perspectiva que ofrece el paso del tiempo, la contemplación ensimismada de una obra una y otra y otra vez o del poso que pueda dejar en otros artistas. Pero yo apuesto a que Bill Callahan será, si no lo es ya, leyenda.

http://jenesaispop.com/2011/04/27/bill-callahan-apocalypse/



Bill Callahan - Baby's Breath- From Bill Callahan's Album "Apocalypse"

sábado, 14 de mayo de 2011

Thurston Moore / Demolished Thoughts





Thurston Moore : Lanzamiento Demolished Thoughts‏


Por Jair Garcia


Después de una larga trayectoria como guitarrista y vocalista de Sonic Youth, Thurston Moore entrega su tercera placa solista, en esta ocasión producida por nada menos que Beck. La producción, íntima y en muchos sentido minimal, lleva por título Demolished Thoughts .



Perseguir una carrera solista paralela a bandas populares se ha vuelto un lugar común en el rock contemporáneo. Muchos de estos esfuerzos pasan desapercibidos, o bien, no logran trascender más allá de una iniciativa meramente anecdótica. El esfuerzo termina por ser —en muchos casos— una versión diluída del proyecto exitoso y la propuesta carece de un valor real en lo musical. El diferenciador está en aquellos que ven en este ejercicio una oportunidad de búsqueda, introspección y propuesta más allá de un escaparate o reflector que los mantenga entretenidos en sus momentos de ocio “en lo que la banda se reactiva”.

Thurston Moore se inscribe, sin duda, en los primeros, y prueba de ello es Demolished Thoughts que, dicho sea de paso, constituye su vigésimo quinto trabajo en estudio como solista. A diferencia de sus materiales anteriores más destacados, Psychic Hearts (Geffen, 1995) y Trees Outside the Academy (Ecstatic Peace!, 2007), este nuevo trabajo parece virar el timón hacia un territorio sumamente personal e íntimo, que nos remite, por momentos, a la obra incónica de autores como Nick Drake.

Los matices sonoros con los que nos envuelve Demolished Thoughts son producto de una de las colaboraciones más interesantes que se han visto en los últimos 15 años de la música popular, ya que Thurston ha puesto en manos del californiano Beck la prodcción del disco. El album da inicio con "Benediction", que marca el tono claramente acústico y orgánico que define el LP a lo largo de sus 9 tracks y nos sumerge en un ambiente muy “hogareño” (algo raro en el argot soniciutero). Al llegar "Circulation", se comienza a sentir la mano de Beck detrás de los manubrios, con ese aire —a veces sombrío a veces fraternal— que arrojó otra gran colaboración del mismo Beck: el incónico Sea Change (Universal, 2002, producido por Nigel Godrich). Las capas de guitarra y disonancia que tanto han caracterizado la música de Thurston Moore y Sonic Youth a lo largo de más de dós décadas son reinterpretadas por densas capas de cuerdas y efectos, además de las guitarras acústicas, gracias a Mary Lattimore en el arpa, Samara Lubielski en el violín y el mismo Beck quien ejecuta diversos instrumentos a lo largo del disco. Con canciones como "Illuminine" y "January", Demolished Thoughts demuestra la importancia del casi-perdido arte de grabar álbumes coherentes en los que cada cosa está en su lugar y funcionan como una entidad completa.

El paseo conceptual y personal por el que nos guía el lider de Sonic Youth también incursiona en una faceta literaria gracias una serie de poemas de Moore incluídos en el booklet del disco, mismo que llegará a tiendas digitales y físicas este próximo 27 de mayo.

http://www.distorcionrock.com/2011/05/lanzamiento-thurston-moore-demolished.html



Thurston Moore - Benediction - Demolished Thoughts