sábado, 23 de enero de 2010

Metallica En Buenos Aires


Metallica: fuerza, carácter y velocidad.

La banda mostró por qué son los referentes imbatibles del metal. Un gran show.

Por: Pablo Raimondi

La espera parecía interminable para muchos metaleros argentinos que desde 2003 mastican bronca porque cuatro estadounidenses cancelaban su gira, en tiempos del disco St Anger, por "agotamiento físico y mental". Y un Monumental sold out se quedaba con las manos vacías.
Pero el metal a veces da revancha y así fue en estos River: era la redención para Lars Ulrich, James Hetfield, Kirk Hammett y Robert Trujillo. Desde las 21.15, las luces de un escenario a puro luto, y sin telones escenográficos estridentes, se apagaron y comenzó la operística The Ectasy of Gold, con imágenes en las pantallas del filme El bueno, el malo y el feo.

El hilo de ansiedad de las 60.000 personas que llenaron River hizo catarsis con los primeros acordes del thrashero Creeping Death, del disco Ride The Lightning. Un mar de manos apretujadas en el campo se arremolinaban para dar la bienvenida a la actual banda más convocante del heavy: Metallica.

Aunque el sonido se ajustaba de a poco, los Cuatro Jinetes de riguroso negro hicieron gritar fuerte "Die, by my Hand", un fragmento de Creeping Death, a todos los presentes. Luego Hetfield preguntó: "¿están listos?", y coló For Whom the Bells Tolls que recuerda a Cliff Burton (bajista, fallecido en 1986) y sus pantalones acampanados. Al final del tema, Hammett -un eximio violero- desató el badajo con un solo artesanal.

El disco negro de Metallica, que por 1991 sumó a miles de fans, asomó con el poguero Wherever I may Roam. Y se ve que la gran M es heterogénea: looks electro, floggers y fundamentalistas de la velocidad metálica no paran de cabecear con este tema.

"Tenemos una misión, y es que se sientan bien", auguró la voz del grupo; de inmediato sonó la reptante Harvester of Sorrow, donde el baterista danés acompañó con su lengua cada machaque mientras Trujillo "arrastro" su bajo por las rampas. En el show no había un escenario circular ni una pasarela central que penetrara el campo: la línea de fuego de Metallica fue frontal, sin contemplación.

El show se enfrió cuando Hammett hizo un solo madrugador que debía figurar más atrás en la grilla de temas. Pero luego James lo redimió con la guitarra semiacústica y el comienzo del emotivo Fade to Black. Con ese tema de 1984 (con un comienzo soft para el género), el grupo sacó chapa de innovación. Los resultados están a la vista.

El disco que trajo nuevamente a Metallica (Death Magnetic) magnetizó con la veloz All Nightmare Long y la cambiante Cyanide. "Estamos para curar tu corazón" dijo James al recordar y pedir perdón por la cancelación del show de 2003. Los aplausos sirvieron para cicatrizar la herida. Y luego atropelló la potente Sad but true.

Para la bélica One, Metallica comenzó a desplegar su arsenal de detonaciones y llamaradas dejando claro por qué ese tema encumbró a ... And Justice for All. El doble bombo de Ulrich sobre el riff de las violas hicieron vibrar el cemento del Monumental a puro artificio.

Metallica manejó los hilos de River al sonar el clásico Master Of Puppets para que toda la gente gritara "Master, Master".

Al rugido de "Fire" dos llamas incendiarias le pusieron más calor (como si hiciera falta) a la noche con Blackened para luego bajar mil cambios con Nothing Else Matters, donde los celulares hicieron resplandecer la velada de Nuñez. Antes de los bises, el mazazo de Enter Sandman sacudió River a puro salto para adentrarse en la tierra del nunca jamás.

La vena punk de Misfits pegó al mentón con Last Caress y si hay alguna duda de que Metallica quería dar latigazos al corazón, sorprendió Whiplash del longevo Kill´em All.

Para el cierre Lars jugó con el público al amagar con irse y preguntó cuántos bises más querían escuchar. "Uno, dos, tres, cuatro ¡cinco!", hizo con sus dedos y sonrió mientras Hetfield anunció "¡uno más!".

Así comenzó Seek & Destroy y las luces de la cancha se prendieron para ver que los saltos y pogos son fruto de ese himno del thrash metal. El vocalista bajó frente a la valla, y le dio voz a unos pocos para que griten el título del tema. "Buenos Aires patea culos", decía James mientras el grupo ofrendaba púas y palillos. Misión cumplida.«

http://www.clarin.com/diario/2010/01/23/espectaculos/c-02125328.htm