sábado, 30 de enero de 2010

L´histoire du Piano Jazz/ Le Chant du Monde

Jazz que da en la tecla.

Por Eduardo Hojman.
Sábado 30 de enero de 2010.

En el comienzo fue la voz. O los tambores, pero como los dueños de las plantaciones temían que sus esclavos usaran los tambores para aumentar la temperatura de la sangre e incitar a la revolución, los prohibieron, y entonces el comienzo fue la voz. La voz y los tambores venían, ambos, de África. De Europa venía todo lo demás y, a pesar de que en cualquier representación superficial el icono del jazz es la trompeta, o el saxo, y a pesar de que en la historia más conocida los héroes siempre son Louis Armstrong, Charlie Parker, Miles Davis o John Coltrane, lo cierto es que la aportación europea al jazz probablemente estaría mucho mejor representada por esa orquesta en miniatura que ahora conocemos como piano, pero cuyo nombre original era mucho más justo, porque era pianoforte, es decir, «suave» y «fuerte», abarcador, totalizador, capaz de cubrir un área bastante grande del espectro. Igual que la voz humana, aquella del comienzo.

Contrapunto hogareño. El piano ha formado parte del jazz desde sus primeros momentos y proporcionaba una suerte de contrapunto hogareño al jazz de la calle, conformado por las marching bands que tocaban música fúnebre de camino al cementerio e improvisaban una música alegre y llena de ritmo a la vuelta. Detrás de las paredes, en las casas, en las iglesias, en los prostíbulos, esos mismos ritmos surgían a partir de la educación clásica de sus intérpretes y se traducían en estilos prehistóricos o contemporáneos del primer jazz como el ragtime o el blues. La historia es conocida: Nueva Orleans era una ciudad diversa y multicultural hasta que el gobierno decretó, como diría Caetano Veloso, que «los blancos son blancos, los negros son negros y los mulatos no son». Así, negros de clase alta con educación clásica unieron su música y su cultura a aquellos de las voces y los tambores.

A este episodio, como a muchos otros, se le atribuye el origen del jazz. El ragtime, o «ragged time» (tiempo irregular), que algunos definen como música europea tocada con estilo africano (o viceversa), se originó a fines del siglo XIX y durante la Primera Guerra Mundial proporcionó la banda sonora a los entretenimientos de los soldados norteamericanos en los burdeles de Nueva Orleans. Desde el ragtime hasta los orígenes del free, en poco más de medio siglo, el piano había abanderado prácticamente todos los cambios formales de esta música y había generado por lo menos diez estilos distintos, que, cruzados, entrecruzados y vueltos a mezclar, siguen vigentes en esta música al día de hoy.

Alegría y elegancia. La historia de estos estilos parece inabarcable. Sin embargo, abarcarla es la promesa, o al menos el intento, del extraordinario cofre titulado, precisamente, L´histoire du piano jazz, del sello Le Chant du Monde: 25 discos compactos, 524 grabaciones, que sumadas dan más de 32 horas de música. En el CD 1 están Scott Joplin -¡con un rollo de pianola de 1899!, además del seminal Maple Leaf Rag de 1917-, James P. Johnson, Jelly Roll Morton, Fats Waller, Fletcher Henderson, y unos cuantos desconocidos olvidados por la Historia oficial. En el 25, Bud Powell, Red Garland, Thelonious Monk, Ahmad Jamal y Bill Evans. La música se detiene aquí, obviamente por cuestiones de derechos de autor. No están Keith Jarrett, ni Brad Mehldau, ni muchos otros. Pero lo que sí está es maravilloso. Y de una calidad sonora extraordinaria, esperable en los temas de finales de la década de los cincuenta, pero sorprendente en los de la década de 1910.

Para muchos, quizás los dos primeros discos sean los más interesantes, porque todos estos intérpretes, entre los conocidos y los desconocidos (como Cow Cow Davenport, Sugar Underwood o Lemuel Fowler), van desgranando, desde la prehistoria del jazz, una búsqueda que viene desde direcciones parecidas pero distintas. La alegría contagiosa del boogie woogie domina el disco 5, y tal vez otros prefieran empezar por ahí. Poco después, claro, está el swing, y la personalidad inclasificable de Duke Ellington, o luego de Thelonious Monk. Y por ahí asoma Mary Lou Williams. Y está el bebop extremado de Bud Powell, y el lirismo cool de Bill Evans. Y la elegancia de John Lewis. Pocas lecciones de historia dan tanto placer, y contienen tanta música, como ésta.


Carolina Shout played by James Price Johnson (Jimmy Johnson)(February 1921)