Cosecharás tu siembra
Good Evening New York City, de Paul McCartney un doble en vivo repleto de símbolos y homenajes.
Por: Mariano del Mazo
Seguramente es el músico popular vivo más trascendente del siglo XX. Instalado en esa condición de la que él es más consciente que nadie, Paul McCartney elige algunos símbolos para potenciar su música y para ratificar su grandeza, en un rasgo perdonable de megalomanía.
Entonces da el concierto en el estadio Citi Field, que no es otro que el nuevo Shea Stadium con el que Los Beatles conquistaron los EE. UU., en aquel show de 1965, auténtico monumento al aullido histérico femenino, en el que John Lennon tocaba el teclado con los codos y la música salía por los parlantes de "la voz del estadio".
Entonces, homenajea a John con esa canción enorme titulada Here Today, y haciendo su parte de A Day In The Life y enganchándola con Give Peace A Chance. Y tributa a George Harrison en su ya clásica versión de Something con ukelele, una versión que tiene la extraña virtud de rebanarle toda densidad a la canción, ese peso específico que sabía darle Harrison a sus mejores composiciones, una actitud estética en las antípodas del baladismo de McCartney. Y manifiesta su optimismo por la era Obama en Sing The Changes.
Good Evening New York City, de Paul McCartney un doble en vivo repleto de símbolos y homenajes.
Por: Mariano del Mazo
Seguramente es el músico popular vivo más trascendente del siglo XX. Instalado en esa condición de la que él es más consciente que nadie, Paul McCartney elige algunos símbolos para potenciar su música y para ratificar su grandeza, en un rasgo perdonable de megalomanía.
Entonces da el concierto en el estadio Citi Field, que no es otro que el nuevo Shea Stadium con el que Los Beatles conquistaron los EE. UU., en aquel show de 1965, auténtico monumento al aullido histérico femenino, en el que John Lennon tocaba el teclado con los codos y la música salía por los parlantes de "la voz del estadio".
Entonces, homenajea a John con esa canción enorme titulada Here Today, y haciendo su parte de A Day In The Life y enganchándola con Give Peace A Chance. Y tributa a George Harrison en su ya clásica versión de Something con ukelele, una versión que tiene la extraña virtud de rebanarle toda densidad a la canción, ese peso específico que sabía darle Harrison a sus mejores composiciones, una actitud estética en las antípodas del baladismo de McCartney. Y manifiesta su optimismo por la era Obama en Sing The Changes.
Es el viejo Paul de siempre: conciliador, agradable, esperanzado. Ya lejos de los conflictos que ocasionaba la competencia feroz con John y también con George (como bien lo documenta The Beatlend, el libro que se reseña aquí al lado), se muestra con la despojada liviandad de un viudo millonario que se dispone a disfrutar su fortuna. Y la fortuna esencial de McCartney está compuesta por una obra extraordinaria.
Va de Los Beatles más oscuros (I've Got A Feeling, Helter Skelter) a los más zumbones (Drive My Car, Back In The USSR), le saca lustre a joyas de su carrera solista y con Wings (Jet, Live and Let Die, Band on the Run, My Love) y pone a punto algunas pocas recientes (Only Mama Knows, Flaming Pie, Dance Tonight). La autoridad con la que maneja el ABC del rock and roll (esa que maravilló a John a fines de los '50 y que tiene su más acabada expresión en la adolescente I Saw Her Standing There) conmueve: este hombre de 67 años que ha escrito las más bellas baladas; que ha fraguado con un tremendo talento-esponja elementos del folk, el varieté y el bolero; que ha incursionado con tanta curiosidad como pretensión en la música clásica ... siempre vuelve al rock and roll.
Ahí está, rockeando en Nueva York. Rodeado de 15 cámaras y de 75 camaritas móviles cedidas a los espectadores para el registro del DVD. Paul McCartney parece estar trabajando para la posteridad desde los 17 años ... Amante de los símbolos, las alegorías y las simetrías, desde el Shea Stadium donde alguna vez comenzó todo en los EE. UU. elige para el final la suite de The End, aquella que cerraba Abbey Road. Y ante una multitud vuelve a cantar, sabiamente, tristemente: Al final, el amor que recibís es igual al amor que das. «
Va de Los Beatles más oscuros (I've Got A Feeling, Helter Skelter) a los más zumbones (Drive My Car, Back In The USSR), le saca lustre a joyas de su carrera solista y con Wings (Jet, Live and Let Die, Band on the Run, My Love) y pone a punto algunas pocas recientes (Only Mama Knows, Flaming Pie, Dance Tonight). La autoridad con la que maneja el ABC del rock and roll (esa que maravilló a John a fines de los '50 y que tiene su más acabada expresión en la adolescente I Saw Her Standing There) conmueve: este hombre de 67 años que ha escrito las más bellas baladas; que ha fraguado con un tremendo talento-esponja elementos del folk, el varieté y el bolero; que ha incursionado con tanta curiosidad como pretensión en la música clásica ... siempre vuelve al rock and roll.
Ahí está, rockeando en Nueva York. Rodeado de 15 cámaras y de 75 camaritas móviles cedidas a los espectadores para el registro del DVD. Paul McCartney parece estar trabajando para la posteridad desde los 17 años ... Amante de los símbolos, las alegorías y las simetrías, desde el Shea Stadium donde alguna vez comenzó todo en los EE. UU. elige para el final la suite de The End, aquella que cerraba Abbey Road. Y ante una multitud vuelve a cantar, sabiamente, tristemente: Al final, el amor que recibís es igual al amor que das. «
Helter Skelter - Paul McCartney Live - Good Evening New York City