19 Febrero de 2010 - Madrid
Por Alberto Bravo
«American VI: Ain’t No Grave», que sale a la venta el martes, es su nuevo álbum póstumo y ratifica de nuevo su estatus de artista legendario
Como ese viejo cuento en el que un árbol sin vida se erguía todavía majestuoso para recordarle al dios del tiempo que la memoria siempre venga el triunfo de la muerte. Así es Johnny Cash, una de las leyendas más imponentes de la historia de la música, cuya muerte sólo significó el encumbramiento definitivo de un intérprete incomparable. Cash dejó grabadas innumerables sesiones y ahora se publica «Ain’t no grave», el sexto volumen de sus míticas «American Recordings», nuevos argumentos para justificar su leyenda.
Agarrado a su Biblia
Cash murió el 12 de septiembre de 2003, cuando apenas habían transcurrido cuatro meses desde el fallecimiento de June Carter, su esposa. En 1997 le disgnosticaron una enfermedad neurodegenerativa conocida como Síndrome de Shay-Drager, que luego derivó en una neuropatía asociada a la diabetes. Agarrado a su Biblia y a su enorme círculo de amistades, Cash tomó la determinación de agotar su voz a la vez que su vida. En el momento de su muerte, volvía a estar en lo más alto. Emergió en los 50, fue estrella en los 60, abrazó la religión en los 70, fue despreciado por público e industria en los 80 y regresó con toda su furia en los 90 para marcharse lleno de gloria en la última década que conoció.
Lo más curioso es que en sus años más bajos, las generaciones más jóvenes se apresuraron a reivindicar su figura. Y en éstas apareció Rick Rubin, un productor de hip-hop y hard-rock que, en 1993, le ofreció un contrato. Cash grabó unas maquetas con el propósito de estudiar qué instrumentación sería la más adecuada. Rubin supo entender que la personalidad de su voz era más poderosa que cualquier orquestación. Y así salió el primer volumen de «American Recordings», sólo voz y guitarra.
Aquel álbum devolvió a Cash a lo más alto con un éxito sensacional de crítica y público. Siguieron más volúmenes, fascinantes igual- mente, con diferentes instrumentaciones, con diversos estilos, pero con la misma emoción de siempre. La salud de Cash se deterioraba a medida que su enfermedad le devoraba, y al final apenas era capaz de aguantar la grabación de una canción por jornada. En sus últimos días, tenía un hilo de voz, pero qué más daba. Era suficiente para provocar las lágrimas del oyente.
«Ain’t No Grave» recoge grabaciones de toda su etapa con Rick Rubin, desde su arrolladora presencia en «Satisfied Mind» hasta los melancólicos suspiros del título que da nombre al disco. Así era Cash, y así sigue siendo, un tipo capaz de apoderarse del corazón de cada canción. A modo de resumen, quedan las hermosas palabras que le dedicó Bob Dylan a su muerte: «Bendecido con una profunda imaginación, Johnny usó ese don para expresar todas las muchas causas perdidas del alma humana, y eso es algo milagroso y humillante. Escuchadle y siempre volveréis a vuestros cabales. Johnny se eleva muy alto sobre todas las cosas y nunca morirá ni será olvidado por nadie, ni siquiera por los que aún no han nacido, especialmente por los que aún no han nacido. Y así será por siempre». Amén.
http://www.larazon.es/hemeroteca/243-johnny-cash-rosas-desde-la-tumba
Johnny Cash -American VI: Ain’t no grave -"Ain't No Grave"