Pablo Trapero es un realizador que se formó en el mundillo de las escuelas de cine, se forjó filmando cortometrajes y concibió su opera prima supliendo carencias financieras con dosis similares de creatividad y perseverancia. Sabía que tenía entre manos un ambiente (el de los operadores de grúa) y un personaje (el Rulo) que rebosaban de sensibilidad y melancolía, que sintonizaban a la perfección con estos magros tiempos, pero a la vez prescindían de la denuncia fácil, de la bajada de línea sentenciosa, de la ampulosidad y la falta de credibilidad tan comunes en la mayoría de las películas argentinas. Había, entonces, que filmar y esperar. Convencer a fuerza de talento de que su "Mundo grúa" merecía, exigía, un lugar generoso en la cartelera. Ese espacio en el que a partir de hoy podrá tutearse finalmente con el gran público.
Más cerca del naturalismo (¿neorrealismo?) de Bruno Stagnaro y Adrián Caetano y del cine popular de Leonardo Favio que de la veta experimental de Martín Rejtman o Esteban Sapir, Trapero construyó con mínimos recursos (filmó en 16 milímetros y en un granulado blanco y negro) una pequeña gran película.
El film abre con imágenes de las inmensas grúas y -en comparación- de sus diminutos operadores que parecen manejarlas desde el cielo. A ese mundo llega el Rulo (conmovedor trabajo de Luis Margani), un hombre que a los 50 años carga con toda dignidad el peso de una vida con demasiados sinsabores y algunos fugaces momentos de gloria.
Este hombrecito con un corazón todavía más grande que su inmensa barriga fue alguna vez, allá por los años 70, el bajista de un grupo rockero que tuvo su coqueteo con la fama gracias al tema "Paco Camorra". Hoy, divorciado y con un patético (pero también querible) hijo adolescente a su cargo, trata de sostener su miserable departamento y luchar contra la amenaza del desempleo.
Historia de amor y de lucha
En "Mundo grúa" no hay demasiadas historias, los personajes no profieren frases importantes ni se desatan grandes conflictos dramáticos. Al Rulo lo despiden de una empresa porque no pasa el examen médico de la ART. Cansado de los desplantes de su hijo Claudio, lo manda a vivir con la abuela, una típica jubilada de este fin de siglo. Con Adriana (Aizemberg), la dueña de un quiosco, intentan armar una relación que se sobreponga a las penurias, los miedos, los traumas y la distancia. Porque -presionado por la necesidad- el Rulo termina operando máquinas excavadoras en las afueras de Comodoro Rivadavia, a 2000 kilómetros de sus amigos y familiares, allí donde una madrugada fría y ventosa se asemeja bastante al fin del mundo.
"Mundo grúa" resulta una película de mínimos detalles, de climas sobrecogedores, de lúcidas y despojadas observaciones, un film que hace de la charla entre amigos, de las pequeñas solidaridades cotidianas, un verdadero culto, pero sin caer en el costumbrismo exacerbado ni en la visión conservadora del barrio que profesan tanto los productos de Pol-Ka como los programas del grupo Telefé.
Trapero es un cineasta de una madurez y un aplomo insólitos en alguien de tan corta edad y experiencia. Estamos en presencia de un proyecto de gran director, capaz de transmitir en imágenes -de eso se trata en definitiva el cine- un arsenal de sensaciones y emociones, sin jamás cargar las tintas ni pegar debajo del cinturón. Un director que quiere y jamás se sitúa por encima de sus personajes. Los entiende y los acompaña en su dolor y también en sus alegrías.
Película humilde como sus protagonistas, melancólica como los decadentes barrios porteños donde transcurre, solitaria como las rutas del Sur que fatiga el Rulo, nostálgica como el tango que suena y genuina y creíble como las historias que Trapero imaginó. Así es "Mundo grúa", un excelente film pero jamás una obra maestra, porque nunca fue ése el propósito de su director.
El final, abierto y poético, como tenía que ser, deja al espectador con la súbita añoranza de poder reencontrarse lo más pronto posible con el querido Rulo. Pero Trapero, más que "Mundo grúa 2", debe estar concibiendo otras historias, nuevos personajes. El cine argentino los necesita con desesperación.
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Mundo Grúa (Argentina-1999) (Fragmento)