Andrew Hill : Point Of Departure © Blue Note, 1964
Por Ricardo Arribas
No termino de comprender cuál es el motivo por el cuál Point Of Departure es sistemáticamente considerada la grabación de referencia de Andrew Hill. Vaya por delante que me parece un trabajo magnífico, lo que ocurre es que no advierto una diferencia de calidad tan grande entre unas grabaciones y otras de Hill como para justificar esa unanimidad, ni creo que el pianista plasme en ella de manera más definitiva que en otras su visión musical. En resumen: tengo la impresión de que esa fama desaforada de Point Of Departure está motivada más por desconocimiento del resto de su obra que por sus (muchas) cualidades intrínsecas.
De entrada Point Of Departure se diferencia de la generalidad de grabaciones de Hill de la época en que tiene un sonido más elegante y refinado: los sofisticados ritmos de Tony Williams seguramente tienen mucho que ver con ello, y quizá incluso las propias composiciones participan de esa elegancia al estar pensadas y arregladas para un grupo mayor de lo habitual, lo cuál permitió a Hill jugar con el color del sonido como antes no había podido. También la elección del personal resulta muy atractiva, con esa combinación imposible de estilos: la solidez, sobriedad y serena contención de Joe Henderson, la caricia sonora de Kenny Dorham y las imprevisibles diabluras de Eric Dolphy, junto con la estimulante presencia de Richard Davis, Williams y el propio Hill hacen de esta formación algo insólito e irresistible.
No es pequeña proeza lograr que semejante diversidad de temperamentos y espíritus musicales caminen de la mano. Pero Hill hizo mucho más que eso: una vez más el pianista supo aprovechar la personalidad musical de sus colegas para potenciar la fuerza expresiva de su música; esa fuerza, en lugar de diluirse en un amasijo de brillantes aportaciones individuales, luce en cambio en todo su esplendor, engalanada con ellas. Point Of Departure es otra fantástica muestra de la originalidad y carácter único de la pluma de Andrew Hill: esas composiciones nítidas, férreamente compuestas, dejan amplio espacio a los solistas (espacio no solo temporal sino también, y muy especialmente, formal), y saben disolverse durante las improvisaciones de los músicos y permanecer agazapadas tras ellos, dejando sentir el peso de su benévola autoridad.
Refuge es un vigoroso tema de esos que suelen servir a Hill para remover un poco los cimientos del oyente. New Monastery también es buena muestra de ese ambiente obsesivo que preside muchas grabaciones de Hill, en este caso dominado por un bamboleante, brillante trabajo de Richard Davis. Spectrum, en cambio, es un capricho en toda regla: tras un falso arranque que recupera, ligeramente modificada, la melodía de New Monastery, se desliza por un vidrioso tobogán que la lleva a recorrer diversos ambientes, dejando a los solistas campar a sus anchas en ellos. Flight 19 recupera la solidez estructural armónico-rítmica habituales en Hill. Y Dedication es una perla refulgente, un paréntesis en el tiempo que te sume en un estado de profunda tristeza del que, qué cosas, sales feliz y agradecido… una de esas escasas ocasiones en que Andrew Hill alude a emociones netamente humanas, en lugar de dirigirse a nosotros a través de entramados puramente musicales.
Brillan especialmente las composiciones en este trabajo sobrio, menos emocional que otros de Andrew Hill, muy equilibrado, en el que el pianista negoció parte de su fiereza expresiva a cambio de un acabado formal más pulido. Una grabación magnífica… pero vale la pena seguir husmeando la obra de este pianista esencial más allá de ella.
http://www.jazzitis.com/web/content/point-departure
Por Ricardo Arribas
No termino de comprender cuál es el motivo por el cuál Point Of Departure es sistemáticamente considerada la grabación de referencia de Andrew Hill. Vaya por delante que me parece un trabajo magnífico, lo que ocurre es que no advierto una diferencia de calidad tan grande entre unas grabaciones y otras de Hill como para justificar esa unanimidad, ni creo que el pianista plasme en ella de manera más definitiva que en otras su visión musical. En resumen: tengo la impresión de que esa fama desaforada de Point Of Departure está motivada más por desconocimiento del resto de su obra que por sus (muchas) cualidades intrínsecas.
De entrada Point Of Departure se diferencia de la generalidad de grabaciones de Hill de la época en que tiene un sonido más elegante y refinado: los sofisticados ritmos de Tony Williams seguramente tienen mucho que ver con ello, y quizá incluso las propias composiciones participan de esa elegancia al estar pensadas y arregladas para un grupo mayor de lo habitual, lo cuál permitió a Hill jugar con el color del sonido como antes no había podido. También la elección del personal resulta muy atractiva, con esa combinación imposible de estilos: la solidez, sobriedad y serena contención de Joe Henderson, la caricia sonora de Kenny Dorham y las imprevisibles diabluras de Eric Dolphy, junto con la estimulante presencia de Richard Davis, Williams y el propio Hill hacen de esta formación algo insólito e irresistible.
No es pequeña proeza lograr que semejante diversidad de temperamentos y espíritus musicales caminen de la mano. Pero Hill hizo mucho más que eso: una vez más el pianista supo aprovechar la personalidad musical de sus colegas para potenciar la fuerza expresiva de su música; esa fuerza, en lugar de diluirse en un amasijo de brillantes aportaciones individuales, luce en cambio en todo su esplendor, engalanada con ellas. Point Of Departure es otra fantástica muestra de la originalidad y carácter único de la pluma de Andrew Hill: esas composiciones nítidas, férreamente compuestas, dejan amplio espacio a los solistas (espacio no solo temporal sino también, y muy especialmente, formal), y saben disolverse durante las improvisaciones de los músicos y permanecer agazapadas tras ellos, dejando sentir el peso de su benévola autoridad.
Refuge es un vigoroso tema de esos que suelen servir a Hill para remover un poco los cimientos del oyente. New Monastery también es buena muestra de ese ambiente obsesivo que preside muchas grabaciones de Hill, en este caso dominado por un bamboleante, brillante trabajo de Richard Davis. Spectrum, en cambio, es un capricho en toda regla: tras un falso arranque que recupera, ligeramente modificada, la melodía de New Monastery, se desliza por un vidrioso tobogán que la lleva a recorrer diversos ambientes, dejando a los solistas campar a sus anchas en ellos. Flight 19 recupera la solidez estructural armónico-rítmica habituales en Hill. Y Dedication es una perla refulgente, un paréntesis en el tiempo que te sume en un estado de profunda tristeza del que, qué cosas, sales feliz y agradecido… una de esas escasas ocasiones en que Andrew Hill alude a emociones netamente humanas, en lugar de dirigirse a nosotros a través de entramados puramente musicales.
Brillan especialmente las composiciones en este trabajo sobrio, menos emocional que otros de Andrew Hill, muy equilibrado, en el que el pianista negoció parte de su fiereza expresiva a cambio de un acabado formal más pulido. Una grabación magnífica… pero vale la pena seguir husmeando la obra de este pianista esencial más allá de ella.
http://www.jazzitis.com/web/content/point-departure
Refuge - Andrew Hill - Point Of Departure (1964)